Ya se encuentra en curso la tan anhelada por todos los ciudadanos, lucha contra la corrupción administrativa de los funestos gobiernos pasados en los últimos 20 años. Se comienza a ver la luz al final del túnel, en un acelerado cambio de curso en la gestión gubernamental, iniciada con el CAMBIO este 16 de agosto pasado.
Revisiones de los funcionamientos de las distintas instituciones públicas, auditorías, contabilidad, revisión de cumplimientos de horarios, reglamentos y procedimientos. Todo figura en la larga y gruesa lista de violaciones a las funciones de los diferentes estamentos del Estado que no se encontraban sirviendo sus funciones públicas, sino funciones privadas en favor de sus incumbentes, como una asociación de malhechores cualquiera.
A pesar de estar muy expectantes con los procedimientos que se están llevando a cabo, hay situaciones que ponemos de lado: La motivación o el por qué de las prácticas de corrupción que se efectúan en las dependencias del Estado. Si es que vivimos en un tiempo en que el respeto y la valoración personal se gana POR LO QUE SE TIENE Y NO POR LO QUE SE ES. Seguramente que cualquier ciudadano común, entre nosotros, estaría dispuesto a hacer lo mismo que han hecho los funcionarios públicos del gobierno pasado para hacerse con los millones que esos señores se han robado, porque de otra forma no habrían podido salir de la situación de estrechez y limitaciones económicas en que vive nuestra sociedad.
Y no, no los estoy justificando, pero la corrupción no es un fenómeno sencillo ni simple. Es un fenómeno complejo que tiene que ver con muchas causas sociales, políticas, económicas y culturales. La literatura que se puede consultar compara los sistemas democráticos de sociedades avanzadas y tercermundistas, compara los regímenes autocráticos y democráticos pretendiendo exponer que las democracias cuentan con menos razones para presentar el problema de la corrupción, cuando dichas características no forman parte de una causal exclusiva para tal fenómeno.
Las formas en que se manifiesta la corrupción no solamente es la Gran corrupción, llevada a cabo por los funcionarios públicos en un cumplimiento violatorio a sus funciones, sino que también la Pequeña corrupción, que envuelve e involucra al ciudadano que, alegremente, paga por un servicio al que tiene derecho y por el cual no debería, en principio, pagar. Para mi gusto personal, la peor forma de corrupción es ésta última. Porque es la que permite y promueve la segunda. Se establece así un tira y aprieta de fuerzas de poder, en la que se discute el hecho de que me resuelves porque te pago, y el de me pagas para que te resuelva. Es la forma de corrupción ciudadana, la que me pregunto si estamos en disposición de llevar al banquillo de los acusados, como estamos llevando a la gran corrupción.
Otras formas de corrupción que vemos en el diario vivir son el tráfico de influencias, el compadrazgo, ley, batuta y constitución del funcionamiento social dominicano. Es la mayor y mejor demostración del estado de arcaicidad de nuestra sociedad. Porque una sociedad desarrollada reconoce los derechos ciudadanos como tal, como sujetos de derechos, y no que se le atiendan sus necesidades al ciudadano porque lo mandó el amigo, el primo o el compadre de fulano. Que no nos hacemos millonarios de esta forma? Pues claro que sí, no tendría la imaginación necesaria para describir los temas que resolvemos en el día a día de esta manera.
Dicen que solo mediante la fuerza las poblaciones hacen caso de los lineamientos legales que rigen el comportamiento en sociedad. Y ya ven, nos relajamos en el dejar hacer a los antiguos incumbentes estatales, y ahora reclamamos que paguen las consecuencias. Si no hubiéramos permitido tal relajación en el cumplimiento de ciertos límites, no hubiéramos llegado al punto que llegamos. Así que éste el sentido de mis observaciones del día de hoy. Constituyen una exhortación al cuidado con los límites. Con los límites propios, para que no se sobrepasen los límites ajenos, del vecino, del compadre y del de más allá. Sí, entendemos que tienes necesidad de una excelente calidad de vida, un consumo exorbitado, satisfacción de gustos que te hagan sentirte un Bill Gates o una Reina Isabel de Inglaterra. Y que para eso te pasas en los límites de tu conducta social y te excedes en la corrupción ciudadana. Pero entonces, si es así, por qué reclamas al funcionario público? A lo mejor él también quiere vivir como Bill Gates, por qué solamente puedes hacerlo tú?