La del domingo pasado, la marcha de Marcha Verde ha sido la más numerosa y de mayor significado de todas las anteriores, superó todas las expectativas que razonablemente de ella se esperaban y se ha mantenido como una de las expresiones de movilización de masas más nutrida, duradera e impactante, fuera de los procesos electorales, jamás registrado en la historia de nuestro país y posiblemente de la región. Con esta resonante marcha, Marcha Verde recupera una visibilidad que algunos creían que ya no recuperaría, por lo cual resulta imperativo reflexionar sobre las razones del referido éxito y de la reafirmación de su significado en el sistema político en general y en la presente coyuntura política casi preelectoral en particular.

Una más resuelta  participación de las militancias partidarias e involucramiento de sus direcciones contribuyeron significativamente a que esta marcha haya tenido los altos niveles de participación alcanzados, pero ese decidido involucramiento no hubiese sido posible ni haberse convertido en factor de éxito para la marcha sin la firmeza,   persistencia e inteligencia del núcleo base de sus coordinadores para resistir las embestidas del extremismo infantil  de otros momentos; además, sin la intensa y loable campaña de preparación, madurada en el tiempo de diversas maneras y de actores. Esto es importante para comprender que la trascendencia de Marcha Verde, de cara al futuro, depende de cómo se logre articular la relación entre la diversidad actores que la hacen una realidad visible fundamentalmente marchando.

Desde diversas matrices políticas, muchos idealizan Marcha Verde y la perciben como una burbuja sin darse cuenta de que esta no escapa ni puede escapar a ese concierto de relaciones entre esa pluralidad de actores que configuran el sistema político, esta pluralidad está en un inevitable proceso de interacción con Marcha Verde en tanto sentimiento y Marcha Verde en tanto momento de coordinación. Incluso, en su mejor momento de marcha, Marcha Verde tiene una enorme presencia esos actores que son militantes de la diversidad de fuerzas políticas opositoras. Algunos sectores de esas fuerzas no acaban de entender que ése es el único espacio realmente unitario en que ellas participan y el mejor medio, cualitativa y cuantitativamente, para construir la unidad que demandan de las marchas. 

En el manejo de esas relaciones entre actores políticos y sociales es esencial impedir, o limitar a su máxima expresión, que las diferencias y/o disputas de las expresiones partidarias y no partidarias sean llevadas al seno de la coordinación de Marcha Verde. Para que ese valioso espacio de lucha contra la corrupción y la impunidad siga vivo y en crecimiento es de capital importancia mantener una firme voluntad para impedir que sea instrumentalizado por cualquier fuerza política para sus particulares posiciones u objetivos tácticos o estratégicos. Sin embargo, Marcha Verde no podrá sustraerse de una definición decididamente política ante futuras coyunturas, de las que no excluyo el próximo torneo electoral. Es inevitable, cómo y cuándo el tiempo lo dirá.

En tal sentido, lo realmente productivo es hacer que esa sensación de hartazgo contra el absolutismo peledeísta, materializado en Marcha Verde, se mantenga viva y como mecanismo potenciador de la articulación de las fuerzas indispensables para yugular el continuismo, algo que es imposible de lograr si se insiste en la errónea idea de concebir este movimiento al margen y, sobre todo, en contra de los partidos, independientemente de las taras que estos puedan tener. Es importante ser consciente de que sectores importantes de determinados partidos, a veces claves, en gran medida han sabido calibrar el significado de Marcha Verde y han comprendido que esta es más que las personas que participan de sus marchas, de lo potente que es el sentimiento de repulsa contra la corrupción y que si no modifican algunas de sus prácticas serán arrasados por ese sentimiento.

Además de haber cumplido el objetivo fundamental de la marcha del pasado domingo, la generalidad de los organizadores de las actividades del movimiento ha tenido la madurez de asumir el compromiso de promover la articulación de todo aquel que de manera resuelta rechaza el presente régimen, sin exclusiones basadas en viejos prejuicios y en radicalismos que en ninguna parte nunca han dado frutos. Han identificado los verdaderos adversarios: los jefes facciones del PLD, Danilo y Leonel. En eso es que hay que insistir, en esa línea es que hay que trabajar reconociendo las diferencias, pero potenciando las coincidencias. Es la mejor forma de mantener Marcha Verde viva, en sostenido crecimiento y con posibilidades de, sin ser un partido, ser un factor de cambio en este país.