Es penoso pero es justo decirlo: las reformas estructurales que se han concretizado en la sociedad dominicana no han sido fruto y expresión de la proactividad, sino, en gran medida, de la reactividad merced a una crisis. Todas las olas de reformas no constituyeron un compromiso con la nación, con una visión que permeara el presente en una perspectiva conjugada de futuro.
Al mismo tiempo, las elites políticas y empresarias y otros actores estratégicos (poderes fácticos) han cristalizado alianzas estratégicas formales y no formales, para crear una especie de gatopardismo jurídico; esto es, muchas leyes, para que todo el entramado institucional siga cuasi igual, inobservando las normas que ellos mismos se han dado.
Pareciera que los actores políticos asumieron a pie juntillas aquella frase de Nicolás Maquiavelo en su brillante y afamada obra El Príncipe, cuando exponía con respecto al cambio “…La causa de tamaña dificultad reside en que el promotor tiene por enemigos a todos aquellos que sacaban provecho del viejo orden y encuentra unos defensores tímidos en todos los que se verían beneficiados por el nuevo. Esta timidez nace en parte del temor a los adversarios, que tienen la ley a su lado, y en parte también de la incredulidad de los hombres, quienes – en realidad – nunca creen en lo nuevo hasta que adquieren una firme experiencia de ello…”.
Por ello, parecería que no propician las reformas estructurales puntuales, no asumen la voluntad política esencial que genere una sociedad más incluyente, con más y mejor Capital Social por falta de compromiso, miedo o temor a perder las alas de su propio bienestar. La ausencia de reformas estructurales es lo que está produciendo que salga un titular: “República Dominicana es líder regional en crecimiento excluyente”.
El representante del Banco Mundial, McDonald Benjamin, apuntó “Dominicana creció un promedio de 5.7% entre 1991-2013. No obstante ello, el promedio de pobres en América Latina es de 30% y nosotros 40%. La clase media en la región es de 32% y aquí es de 23%. El promedio de jóvenes sin empleo es en América Latina y el Caribe de 15%; en cambio, en la tierra de Duarte y Luperón es de 30%”. La media en el Índice de Percepción de la Corrupción en la región es de 45/100; sin embargo, aquí en el lar de Bosch y Pedro Mir es de 32/100. 13 puntos menos que el promedio.
Necesitamos reformas estructurales y para ello se requieren de dirigentes políticos que luchen más por la gloria que por el poder, más por la virtud que por la fortuna como diría Maquiavelo. Líderes que defiendan más la reputación que la vida misma, como nos dice Robert Greene en Las 48 Leyes del Poder.
Reformas estructurales implican un compromiso, una asunción real con hacer posible, viable y más expedita la vida de la gran mayoría; con impulsar la movilidad económica y social de un alto componente de la sociedad y que no se produzcan 29 muertes de niños por cada 1000 nacidos y 106 mujeres muertas de mortalidad materna. Las reformas nos llevan a entender que no podemos seguir como vamos. A mediano plazo, por algún lado, los tejidos en que descansa la sociedad se “desguañangarán”.
Estamos caminando con un pesado fardo sobre los hombros del cuerpo social dominicano, de una deuda que alcanza los US$33,000 mil millones de dólares; esto es, alrededor de un 50% del PIB. Una sociedad no puede gastar en el Servicio de la deuda (intereses+capital) R$179,000 mil millones de pesos anuales promedio. Esto significa más dinero que el asignado a los dos Ministerios más grandes del país (Educación y Salud). ¡Estamos hablando de que de cada RD$100.00 pesos que el Estado recauda por tributación debe de erogar entre RD$45.00 a RD$48.00 pesos para el pago del Servicio de la deuda!
Es una verdadera irresponsabilidad de los que han dirigido desde el 2000 hasta hoy. Tenemos políticos que comprometen el futuro para vivir ellos el presente con el pobre argumento de que la POLITICA es el arte de lo posible. Negando así al eminente filósofo Ortega y Gasset que nos decía que la política es el arte de hacer posible lo necesario.
Lo necesario es augurar y anhelar un Contrato Social que exprese de manera clara las líneas maestras de las Reformas Estructurales que debemos de trillar, a fin de encauzar la sociedad por senderos más ciertos, más llevaderos, más halagüeños. Postergar lo que sabemos que hay que hacer por no afectar intereses desde la dirección de un Estado es una muestra de fragilidad, tanto con los sectores “débiles como con los poderosos”; y nuevamente como diría Maquiavelo “Los hombres hacen daño o por miedo o por odio”.
Requerimos que los dirigentes políticos dejen atrás el consabido realismo político, para adentrarnos en la sabia combinación del presente y el futuro. Para repensar el hoy como eje inmediato para que el mañana fluya en una temporalidad acantilada de esperanza para las próximas generaciones. “Lo estructural es lo esencial, lo permanente, lo básico en la ordenación de una sociedad”. No nos perdamos en el horizonte de lo banal, en lo meramente accidental que no apunte a las estrellas. Construyamos nichos entre la aprensión, las expectativas y la esperanza.
*El Príncipe de Nicolás Maquiavelo cumplió 500 años.
Fue escrito entre 1513 y 1514.
Una obra que tanto se cita y pocos han leído.