La semana pasada el mundo fue testigo de una realidad insólita, jamás pensé ver semejante espectáculo en el país considerado ejemplo de democracia casi en todo el mundo. El asalto al Capitolio y la Casa Blanca constituyó para mí una vergüenza mundial.
Si bien reproché esa acción al mismo tiempo me pareció un exceso de la democracia bloquear las redes sociales del Presidente en el país que supuestamente más se respeta la libertad de opinión.
Entendí que semejante acción podía dar motivos más que evidentes a unos seguidores enardecidos por el discurso de una persona que en ese momento no actuaba como Presidente, sino como líder de más de 70 millones de personas que le siguen y votaron por él.
Muchos entienden que la primera enmienda protege la libertad de expresión de la ciudadanía frente a cualquier intento de suprimirla por parte del Estado o por parte de las instituciones privadas del campo de la comunicación que estén reguladas.
Sin embargo otros entienden que el hecho de que una red social pueda tener esa libertad de censurar la cuenta del Presidente y que no les suceda nada a los propietarios es digno de consideración de la real libertad y de democracia.
En realidad pienso que hubo un mal manejo del Presidente en términos estratégicos y desde la estrategia de comunicación. El Presidente había estado utilizando la red social para azuzar a sus seguidores ante la obsesión de negarse a reconocer un triunfo que ya había sido certificado por el Congreso y que, incluso su mismo vicepresidente decidió aceptar.
A través de dichas plataformas incitaba a la rebelión contra las instituciones del Estado norteamericano con reclamos que no han sido probados en los tribunales en que se presentaron la mayoría compuesto por jueces republicanos, muchos de ellos designados por él.
Indicó dirigirse al Capitolio para, supuestamente, defender “la voluntad del pueblo”, después de haber agotado los medios legales sin éxito.
Desde el punto de vista estratégico lo que demandaba era una rueda de prensa donde el Presidente fijara su posición al respecto, pero jamás acudir a las redes sociales para incentivar la violencia porque eso es no tener inteligencia emocional.
Posiblemente la red social no quería verse involucrada en un problema de fuerza mayor que pudiese detonar una guerra civil, por eso de quien puede tener control es del líder principal, no de sus seguidores. Ya vimos lo que sucedió en Egipto y la destitución del Presidente Hosni Mubarak cuya convocatoria se hizo a través de las redes sociales, principalmente Twitter y la concentración en la Plaza Tajir se atiborró de jóvenes en cuestiones de minutos. Ya esa red social es consciente de lo que a través de ella se puede provocar.
Yo reitero que no estoy de acuerdo con que se le bloqueara la red social porque de alguna manera se está irrespetando la figura máxima de un país que es el Presidente de la República, sin embargo él mismo no se estaba comportando a la altura de su distinción. Al final, aunque no lo comparta, quizá fue la mejor decisión porque después de eso bajó el tono de sus alegatos y decidió aceptar lo que a todas luces era inevitable: que simplemente perdió.