El desarrollo de la ciudadanía es la piedra angular del desarrollo del país y, por tanto, no es posible manejarlos con una visión de causa y efecto, pero mucho menos, de corto plazo.
El debate acerca de los intentos por eliminar las pruebas de admisión para el ingreso a la formación inicial docente continua. Y que bueno que sea así. Un tema como ése no puede pasar por alto en ninguna sociedad, y con más razón en el caso nuestro, por los grandes esfuerzos que se han hecho en las casi tres últimas décadas, además de la inversión del 4% del PIB que, aunque aún no se coloca en el nivel que se considera el adecuado para alcanzar logros importantes en el sector, no deja de ser una cuantiosa suma de dinero que ronda más allá del 35% del presupuesto nacional.
Reitero lo dicho en el artículo del pasado lunes 8 de abril por este mismo medio, la inversión que el país ha hecho en materia de formación docente alcanza varios miles de millones de dólares y pesos. Dicha inversión ha servido para que muchas de nuestras instituciones de educación superior obtengan importantes sumas de esos recursos para formar docentes y con ello, poder funcionar como formadora de profesionales en las diferentes áreas del conocimiento y el quehacer profesional.
En principio, apoyar el desarrollo de la formación profesional y el acceso a la misma, es una cuestión importante de cara al desarrollo social y económico del país. La inversión debería ir creciendo aún más, sobre todo en la formación técnica. Esta formación, con altos estándares, debería ser un punto de anclaje importante para el desarrollo a fin de cualificar la mano de obra del país. El marco de cualificaciones debería constituirse en una herramienta legal que permita avanzar en esos temas.
Ahora bien, y volviendo a la formación inicial docente, es necesario que los niveles de exigencias para el ingreso y la permanencia en ella se sigan fortaleciendo. No es posible volver de nuevo a tiempos pretéritos en dicha formación. Es necesario seguir haciendo los sacrificios y exigencias necesarios para que nuestros niños, niñas, jóvenes adolescentes y personas adultas reciban una educación de alto nivel y calidad, sobre todo los más pobres y desventajados. La escuela debe ser capaz de romper el ciclo perverso de la pobreza que condena a miles de dominicanos a vivir con grandes precariedades. Ese derecho que ellos tienen, y que por la constitución y ética estamos llamados y obligados a ofrecer, está muy por encima de cualesquiera otros intereses personales o corporativos. El Estado, a través de los organismos que están para ello, tiene la obligación de formar los docentes al nivel más alto y con ello, responder a las grandes exigencias que plantea el mundo en que actualmente vivimos. Esa es una obligación que no se puede soslayar.
Volviendo de nuevo al Informe de la Evaluación del Desempeño Docente que se llevó a cabo en los años 2017 y 2018, por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa y la Organización de Estados Iberoamericanos para la ciencia y la cultura, se puede constatar que el tema de la calidad de la formación docente nos compete a todos, y que eliminar políticas consensuadas en el Pacto por la Educación firmado en el 2014 por importantes sectores de la vida nacional, sería echar por el suelo esfuerzos de gran envergadura ya encaminados. El cuadro que sigue a continuación presenta la distribución de los maestros evaluados y sus puntajes promedios por institución universitaria.
Como se observa, los promedios alcanzados por las instituciones formadoras de docentes, se queda en la categoría de “Básico” de la Evaluación del Desempeño Docente. La que más se acerca a la categoría de “Competente”, con calificaciones de 80 a 90 puntos, es la Universidad Católica Nordestana con 79.83 de puntaje promedio. El gráfico que sigue es más elocuente que la palabra. No cabe ninguna duda de que aún son muchos los esfuerzos que deben hacerse para alcanzar la meta de docentes de alta calidad.
La preocupación se hace mayor cuando, al observar estos puntajes tomando en consideración los niveles académicos alcanzados por los docentes evaluados que, aunque hay cierta tendencia, el promedio sigue siendo “Básico”.
Los años de experiencia, tampoco explican los resultados alcanzados, pues las diferencias entre los grupos de edad son mínimas.
Como tampoco la edad del docente…
Como todos sabemos, los temas educativos en sentido general son de largo alcance y aliento. No es posible esperar que a corto plazo tendremos resultados satisfactorios. El político que sueñe que podrá hacer todas las transformaciones que son necesarias y requeridas en un período de gestión, y aún más, alcanzar logros significativos en los aprendizajes de los estudiantes como en el desempeño de los docentes, va a despertar con pesadillas. Se pueden construir todas las aulas y planteles escolares necesarios, comprar todas las computadoras y otros utensilios también necesarios y requeridos a corto y mediano plazo, pero lograr cambios significativos en lo fundamental, que son los aprendizajes, siempre será un tema de largo alcance y de continuidad de las políticas públicas. Esta es una realidad que va más allá de los intereses particulares de los partidos políticos o las tendencias ideológicas. El desarrollo de la ciudadanía es la piedra angular del desarrollo del país y, por tanto, no es posible manejarlos con una visión de causa y efecto, pero mucho menos, de corto plazo.
Tenemos que aprender de los que más han avanzado, y más aún, cuando su punto de partida era la crisis social y económica de su sociedad. En el documento 100 innovaciones sociales en Finlandia se señala de manera resumida en la innovación 50 lo siguiente: “Durante más de cien años los promotores de la educación ciudadana soñaron con la educación básica de todos lo que estaban en edad escolar. Las premisas para la puesta en práctica del sueño nacieron sin embargo solamente en los años 1960”, cuando la “sociedad agraria tradicional comenzó a industrializarse rápidamente. “A la par de los factores económicos era decisivo el aumento de la igualdad social como objetivo político central. A mediados de los años 60 la izquierda recibió el apoyo del centro político y de esa manera nació la fuerza política para la ejecución de una educación básica uniforme”. “La renovación del sistema escolar requirió también la renovación de la enseñanza de los maestros. Fue puesta en marcha al mismo tiempo que la reforma de la enseñanza básica. La capacitación fue trasladada a las universidades y fue desarrollada a una formación académica a nivel de maestría”. “El desarrollo de la educación básica ha sido un proceso largo. Eso indica que la educación se conecta estrechamente con el desarrollo político, cultural y económico de la sociedad”. “En una sociedad dividida es una fuerza cada vez más importante que mantiene unida a la nación”. “La enseñanza básica es en estos momentos el buque insignia de nuestro sistema educacional”.
Esa es una clase política que pone, por encima de todo, los intereses de su nación.