En La Biblia, Lucas 6:45, se escribe:
“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
Desde hace algunos años, Luis Abinader viene hablando [en abundancia] sobre el crecimiento exagerado de la delincuencia y la inseguridad de los ciudadanos, incluyendo ricos, clase media y pobre; urbana y rural, jóvenes y mayores, mujeres y hombres, no hay distinción.
El pasado 27 de enero hizo una presentación a la prensa sobre los cuatro pilares de su estrategia para combatir la delincuencia y la inseguridad.
Esos pilares son: la reforma – dice radical – de la Policía Nacional, para lo cual solicita agregar 35 mil millones de pesos al presupuesto de la uniformada; duplicar la asignación de fondos al sistema de aplicación de justicia; poner en marcha el programa Oportunidad 14-24 para apoyar la formación técnica y las iniciativas de emprendimiento de los jóvenes comprendidos entre 14 y 24 años de edad; y el endurecimiento de las penas para casos de crímenes de extrema gravedad.
El caso es que la seguridad ciudadana es una responsabilidad netamente de Estado y su resguardo depende, esencialmente, del poder político, de los gobernantes. En ese sentido, Luis tiene razón cuando afirma que:
“Este es el único país del mundo donde el gobierno conociendo cuanto son y donde están los puntos de drogas, no es capaz de desmantelarlos”.
Si los gobernantes se agachan o miran para otro lado, entonces los ciudadanos quedan en peligroso desamparo.
Desde los inicios de los años 90s las sociedades latinoamericanas fueron sacudidas por la expansión de la violencia callejera, el narcotráfico y el pandillerismo. Sin embargo, la diferencia ha sido que los gobiernos de algunas naciones, como Chile y Uruguay, por ejemplo, aplicaron planes efectivos de control, y otros, como la Republica Dominicana, prácticamente la dejaron crecer a la libre.
La experiencia indica que la seguridad pública se construye y preserva con base en planes, financiamiento y voluntad política.
En la reflexión y búsqueda de salida a la crisis delicuencial, en febrero del 2016 Luis Abinader contrató la asesoría del Doctor Rudolf Giuliani, ex alcalde de Nueva York, para el diseño, junto a especialistas locales, de una propuesta nacional para el control de la delincuencia y la violencia. Es bien conocido que durante la alcaldía de Giuliani, la criminalidad en el complicado Nueva York se redujo en 70%.
El PLD debe reconocer que nunca ha tenido planes, presupuestos ni estrategia para un asunto que representa la consumación practica del Estado de derecho: la preservación de la vida y la garantía mínima para el ejercicio de la libertad de circulación de cada dominicano. En ese tema, el PLD ha sido, también, un costoso fracaso.
Luis debe insistir, la sociedad lo necesita.