El pasado lunes día 17 el Presidente Abinader compareció ante un auditorio de personas seleccionadas a responder preguntas cuidadosamente depuradas en una costosa escenografía de luces, sonidos y modernidad. Se atribuyó el montaje del “evento” a la Sra. Milagros Germán pero las críticas, por lo innecesariamente costoso, el aire teatral y la actuación fallida recayeron mas en el Presidente que en el organizador. Lo que pudo haber sido un esfuerzo político exitoso para presentar a un Presidente que sinceramente quiere hacerlo bien no trascendió ni siquiera como gestión de mercadeo de salsa de tomate o pasta dental.
Seguramente algunos funcionarios, asistentes y coordinadores se felicitaron entre si. En sus casas no deben haber faltado: ¡Anda te vi figureando! ¡ Estas pegado! ¡Que bien te viste! ¡Me encantó lo que dijiste! Y blá, blá, blá. 99 de cada 100 de esas expresiones son simplemente mentiras, piadosas algunas, ignorantes otras, pero mentiras al fin y al cabo. La verdad es que en ese evento el Presidente no convenció, no trascendió porque todo eran poses, no había nada de espontaneidad ni autenticidad, y fue contraproducente.
El país está arruinado y endeudado hasta la madre. ¿Cómo van a exhibir al Presidente en un ambiente artificial y excluyente? Todo lo contrario, hacía falta humildad en el ambiente. Pero en la mente de mucha gente dentro del gobierno el boato, la forma, la imagen, lo moderno sigue predominando. No se entiende que una buena gestión de gobierno no necesita relacionadores públicos; la defienden sus propios hechos y no hay gestión de relaciones públicas que pueda salvar de la ruina a un mal gobierno.
Luis Abinader disfruta de una extraordinaria ventaja histórica y coyuntural. El país cree que está bien intencionado y así como la gente ya tiene bien claros los nombres de funcionarios actuales con antecedentes de corrupción y otros que ya andan en malos pasos, así mismo está el país convencido de la limpieza y honestidad del Presidente. Por fortuna, pero sin que se deba abusar de ella, el país sigue persuadido de la honestidad y las buenas intenciones del Presidente; las minas IMPROVISED EXPLOSIVES DEVICES (IED) que estallan a su alrededor no lo han dañado. Todavía.
Ese es el principal activo de Luis Abinader. Quienes están a su lado deberían ayudarlo a cuidar ese activo no contribuir a dilapidarlo. También se que muy pocos lo harán.
Voltaire, muy conocido como uno de los grandes pensadores franceses del siglo XVIII, el hombre mas famoso de su época fallecido en 1772, acaso el de mas duradera influencia fue el primer pensador, intelectual, escritor y filósofo (sin haber estudiado filosofía) en dirigirse, hablar y escribir para el pueblo y no, como había sido la costumbre hasta entonces, escribir para el rey y la corte o para que los demás intelectuales te leyeran. Nadie se había dirigido nunca al pueblo porque nunca antes el pueblo -aunque había actuado de hecho- no había sido considerado ni tratado ni admitido como un actor político. Voltaire inaugura la nueva época.
Hay un mundillo de gente que está en el medio o cerca de ahí, se creen informados y a veces lo están; son los que te dicen con palmada en el hombro y sonrisa abierta: ¡Te estoy siguiendo! ¡Que bueno tu trabajo! ¡ No te pares que vas bien! y etc. etc. etc. A fuerza de antigüedad y frecuencia nos hemos extraviado y se escribe, se actúa y se habla para nosotros mismos, para los auditorios cómplices, los que nos leen y están pendientes de nosotros, prontos con el elogio, lentos con la critica que nunca llega. Esa presentación se parece a quienes la organizaron; no tiene nada que ver con el pueblo dominicano. Ese derroche de “modernidad” cubre todo el territorio de las apariencias, de la imagen “correcta” y consagra el derroche innecesario como política de Estado. Pero ¿que digo? El derroche es siempre innecesario.
Ahora con una sociedad crítica e intolerante; que no analiza contenidos sino que opina y sentencia, en medio de la insubordinación creciente desatada al interior del cuerpo social y de la indignación de los que, con su accionar echamos abajo al danilismo a ningún presidente le conviene quedar mal, por debajo de las expectativas y sobre todo agotando parte no reemplazable de su capital político. El Presidente tiene que hablar para todo el país, no es opcional sino la obligación profesional -en este caso- de la Sra. Germán asegurarse de que así resulte.
El Presidente Abinader no necesita luces, espectáculos ni eventos. La sinceridad de sus intenciones, la verdad, la credibilidad que aun tiene, la transparencia de sus actuaciones y la intolerancia a lo mal hecho que se espera de él. Su legado solamente puede ser ético y ojalá lo sea.