El arte de escribir no es una tarea sencilla. Y mucho más cuando se trata de narrar un hecho, suceso o acontecimiento que atraiga el interés público frente a una oferta variada que oscila desde lo sublime hasta lo ridículo, pasando por lo mediocre. Hoy día resulta insuficiente la estructura informativa clásica. El fenómeno de las redes sociales, para bien o para mal, ha contribuido a modificar el enfoque de la narrativa cotidiana.

¿Cómo redactar, describir, relatar un cuento o una historia que contenga los ingredientes necesarios como para atraer y mantener el interés de lectores sacros y profanos, sin que ello implique la pérdida del mensaje hacia el objetivo que se busca?

¿Se puede superar el desafío que implica la competencia continua de temas que se disputan el interés público y que se suceden sucesivamente y de manera vertiginosa en portadas, monitores y titulares de diversos medios de comunicación, más allá del color del cristal de la parte interesada?

Para periodistas, publicistas, directores, relacionistas públicos, editores y otros comunicadores involucrados en el complicado proceso de escribir, dicha tarea representa un reto permanente dado que las nuevas tecnologías han desmantelado casi por completo la estructura tradicional de la comunicación oral, visual e impresa enseñada y practicada durante siglos. Lo de ahora se conoce como plataforma multi medios con enfoque empresarial.

Ya no se trata de escribir y difundir simples datos fríos, secos, sujetos a la línea editorial del medio, la interpretación del redactor o de los lectores o interesados, con el clásico enfoque piramidal. Ese estilo tradicional informativo, que dio paso a la formación de generaciones previas de comunicadores excelentes, se diluye de manera paulatina ante el empuje descomunal de una tecnología en transición y pluralista, cuyo mantra y karma principal es “reinventarse.”

Los medios, tanto escritos, radiales o televisados, no se resisten a la seducción que representa la inmediatez de los breves mensajes en Twitter, Facebook, Instagram, la insoportable levedad del #hashtag o la pandemia de “blogueros y enganchados”. Los funcionarios, para estar en la onda, suelen ocultarse detrás de ellos para evitar preguntas incómodas de comunicadores difíciles y prefieren cultivar periodistas complacientes, a fin de crear una distancia que les garantice su idoneidad.

Lo cierto es que la originalidad ha cambiado. La historia, el mensaje o el cuento que se narra y se vende hoy es multi sectorial, se conforma de varias aristas y micro ángulos. Son muchas historias dentro de una. No se trata de hacer llegar un mensaje esencial, fundamental, amplio, metódico, completo, medular, que lleve al lector a la reflexión didáctica. Lo que importa ahora es el número de caracteres, el amarillismo de la imagen tendenciosa, la deformación de Narciso o el interés mercurial derivado de la basura informativa o la nueva realidad informática. Abundan creadores de imágenes más que de mensajes.

Las estructuras de las nuevas comunicaciones se caracterizan por filtrar fragmentos, proyectar historias mitocondriales, resaltar el aspecto micro individual más que el macro o colectivo. Se ofertan historias simultáneas, a veces entrelazada o divorciadas, con aparente sentido ilógico, como piezas de un engranaje sujetas a la interpretación; ligeras, muy superficiales y a veces espectaculares. Incluso, hasta con faltas ortográficas, según sea la capacidad y los intereses ocultos de los emisores y los receptores del mensaje. El parecer se impone al ser.

Las nuevas generaciones de escritores y de lectores se hallan de frente a esta encrucijada informativa, gracias a la imposición de la religión del futuro: la tecnología, dominante, defectuosa y avasalladora. Los que vivimos del cuento, del difícil arte de narrar historias interesantes, tenemos pocas opciones. Nos acoplamos a la corriente, a regañadientes, o perecemos, mientras escasean seminarios y talleres de formación. En verdad, odiamos el arte de escribir. Pero cuanta satisfacción ofrece leer el cuento que se ha escrito. Y usted, ¿cuándo escribirá el suyo…?