Hoy es viernes…

No importa a la hora que haga consciencia,  tal vez al despertar,  quizás al final del día,  después de las carreras,  de las velocidades regulares… Hago un paro y se dibuja esa frase en el aire.  Hoy es viernes, y la mente cambia de enfoque.

El pensamiento inicia,  en automático, la búsqueda de la magia,  en cualquier lugar.

Redescubres el cielo,  te enamoras otra vez de las nubes,  de sus figuras espontáneas,  las que insistes en convertir en objetos cotidianos. Encuentras la solución más creativa,  la que resuelve el proyecto y lo vuelve único. Percibes los olores de la naturaleza, reconoces la forma de los ojos de alguna persona, que has visto más de mil veces y es por eso,  porque es viernes y el viernes es el día destinado a desnudar la vida y dar paso al otro lado de las cosas,  al misterio,  a la sorpresa…

Pero aunque sea viernes,  hay personas que se empeñan en seguir con la rutina,  aceptando la idea de que es imposible cambiar. Permanecen regulares, analfabetos de emociones, nadando en su pantano.

Es así,  no hay que preocuparse, hay que continuar buscándolos,  celebrándolos,  sin que nos importen los demás. No todos entienden para qué  sirven los viernes.