O se hacen llamar Católicos o se hacen llamar Evangélicos, mientras algunos, simplemente utilizan el patrón ecuménico de hacerse llamar Cristianos…

Ellos, vociferantes del poder que da la fe (detractores de este mundo inicuo y desajustado, cuyos infravalores a lo “Sodoma y Gomorra” amenazan con traer al mundo la destrucción por fuego y azufre lanzado por el Dios de Israel) tienen tantas preguntas a las que responder, tantas maldades de la cual arrepentirse, tantos daños que sanar; que cuando los oigo desgarrando el derecho ajeno a ser lo que se quiera ser y a vivir como se quiera vivir, según constitución, leyes y derechos de los pueblos y estados de casi todo mundo, me entran las ganas de hacerles tragar toda la patología del asqueroso cinismo que les hermana.

Recordándoles a patadas la podredumbre rastrera de sacerdotes, obispos y demás canallas, que a lo largo de la historia (de toda la historia conocida) han realizado y siguen realizando los más abominables crímenes de lesa humanidad que se recuerden.

Esos que defienden en verborreicas homilías las campañas de odio, el apartheid racial, la discriminación de género, sexo, nacionalidad, no son más que basuras enquistadas en la estructura cuasi mecánica y emocional de los que no toman un solo segundo para pensar, digerir lo que les rodea y encontrar las verdaderas razones de tantos disparates arrojados desde el púlpito con pandero incluido.

Obligan al diezmo para llenarse los bolsillos y vivir como reyes, mientras los feligreses mueren de sed, hambre e injusticia en los barrios y comarcas en donde dichas congregaciones son apostadas.

De ellos no he visto uno que en verdad se identifique con el Cristo de Getsemaní (con el amor de su entrega, con el rechazo a los falsarios apostatas del templo).

Esos, propietarios de colegios, enquistados en el poder ladronil de los gobiernos, beneficiarios de una buena parte de la corruptela administrativa-boroneadora de la partidocracia nuestra ¿acaso no han sido crema y nata en la defensa de los más distinguidos pederastas que en suelo criollo han hecho y deshecho al antojo dado el poder de sus batolas púrpuras y anillos de cruces pectorales en oro macizo?

La institución más corrupta y universalmente empoderada ha sido siempre la iglesia católica (basta con detenerse tan solo un poco en cualquier periodo de la su historia y lo que menos encontraremos será humildad, respeto, protección, cuidados para las gentes, más bien al contrario, pues solo veremos traiciones, cruzadas genocidas, expoliación, esclavitud, desamarres sexuales, crímenes de todas las índoles y en todos los lugares del globo; certificación de los más despiadados psicópatas en el poder político de los pueblos: Hitler, Mussolini, Franco, Trujillo, Pinochet, y un etcétera largo y tendido que se remonta a casi dos mil años de abusos y poder…

Basta con echar un vistazo a la nomenclatura social, educativa y económica de los pueblos bajo el dominio del catolicismo y demás sustratos parecidos: todos son pueblos atrasados, ignorantes, podridos de corrupción, clientelismo, desenfrenos y odios.

¿Y qué decir de los que se hacen llamar evangélicos? Sino que son la otra camada de abusadores, de ladrones, de artificios que con el poder de la palabra (hueras palabras). Obligan al diezmo para llenarse los bolsillos y vivir como reyes, mientras los feligreses mueren de sed, hambre e injusticia en los barrios y comarcas en donde dichas congregaciones son apostadas.

Yo solo tengo respeto y verdadera fe en pocos hombres afiliados en alguna forma con dichas mafias (puedo expresar que siento verdadera admiración por el padre Rogelio cruz, sacerdote cuya dignidad y entrega me hace vibrar de orgullo y espíritu combativo en pos de la justicia, el amor y la humildad del más grande hombre que ha conocido la humanidad, Jesús de Nazaret).

La iglesia católica, los evangélicos y demás entuertos de nuestra desgracia como nación, pueden irse a la misma M, con toda su homofobia vendutera y arrogante. ¡Al carajo con todos ellos, verdaderos herejes, verdaderas lacras de este mundo!