Con la finalidad de gestionar mi nueva Cédula de Identidad y Electoral, mediante llamada telefónica a uno de los tantos Centros de Cedulación ubicados en diferentes lugares de la ciudad, pude informarme de la documentación requerida. No más que la Cédula actual y una Tipificación de mi grupo sanguíneo.

Previendo la posibilidad de que requirieran la declaración de mi nacimiento – amén de la información facilitada, ¡siempre incompleta!-, opté por llevar un Extracto de Acta, emitida por la Dra. María Altagracia Cedeño Reyes, Oficial del Estado Civil, O.E.C. Primera Circunscripción de La Romana, Junta Central Electoral, en la que puede leerse lo  siguiente: “Que en los archivos a mi cargo, existe un Acta de Reconst. Nacimiento registrada con el No. 043, Libro 07, Folio 043 y año (2004).

Conforme a las instrucciones del personal de cedulación, además de tomarme las huellas dactilares, para tomarme la foto debí retirarme los aretes, cadena, el cabello de la cara y colocarlo detrás de las orejas.  A la foto, que resultó espectacular, tal cual las películas del lejano oeste, solo le faltó el cartelillo: “SE BUSCA”

Finalizada la revisión de los documentos exigidos, me explican que debo presentarles una “Hoja de Consultas” y solicitarla en las Oficinas de la Junta Central Electoral, instaladas en el Centro de los Héroes. Por minutos permanecí confundida, no entendía la situación. Trasladarme desde mi hogar  hasta el referido Centro,  equivalía atravesar la ciudad  de punta a punta. Sin mejor alternativa, hacia allí me dirigí para concluir con los trámites de esta pesadilla.

A continuación de analizar los pliegos pertinentes, ¡para mi mayor desconcierto!, en el pequeño formulario FO01 (PC-DRC-047), VERIFICADO POR Jom, el día 18-9-2014, a manuscrito,  en el renglón OBSERVACIÓN, notifica lo siguiente: “Libro 7, Folio 43, Acta 43, Año 2004, ¡No existe!”.   Y a continuación: “¡Los padres no tienen la nacionalidad de los padres!” Acabáramos.  ¿Que tendrán que ver los padres de mis padres con mi declaración de nacimiento?

La observación en cuestión me obligó a consultar algunos amigos abogados y con ellos exenta del pago de honorarios, quienes concluyeron que esos datos no eran necesarios ni requisitorios. También me desplacé a otras Instituciones Gubernamentales para localizar un Acta de Nacimiento de mis Abuelos, en las que se inscribieran sus orígenes.  A la fecha, ningún familiar sobreviviente conserva tales pergaminos. Terminado el embrollo de las nacionalidades, los libros, folios y etc., etc., pude concluir los trámites.

Repasando las idas y venidas tratando de localizar los escritos que avalaran de dónde eran oriundos mis abuelos, nueva vez cuestiono, ¿hasta cuándo y hasta dónde los trámites tienen que resultarnos traumáticos?   En el momento de mi nacimiento, mis abuelos y bisabuelos – nacidos en el 1800-, en el transcurso del mismo y  en las primeras décadas del 1900, habían fallecido. Solo conocí a Elia Ramírez, la mamá de mi padre Eugenio Perdomo Ramírez, tan Dominicana como el Río Ozama, quien falleciera  en los finales del Siglo XX.

Concluyo y me pregunto  ¿cuál es el trasfondo de este requerimiento? ¿Algún “buscavidas” quería su “chiripa” o doble sueldo navideño en septiembre?  Gestionando mi  Acta de Nacimiento en La Romana, mi ciudad natal, ya había vivido una experiencia similar. Qué lástima, mi amigo, porque conmigo ¡se le peló el billete!  Ya tengo mi nuevo Carnet de Identidad y continúo con la nacionalidad de mis antepasados, Dominicana como los mismísimos Padres Trinitarios.