¿Cuál la realidad en nuestro país? La reflexión no busca solamente presentar una alarma, sino despertar el interés de las autoridades educativas, los colegios privados, las universidades, los maestros, los padres, los centros de formación docente, los gremios docentes, los medios de comunicación, los empresarios, profesionales, expertos para realizar un con la debida celeridad un debate profundo, multidisciplinario, serio y a “puertas abiertas” sobre el tema, teniendo como telón de fondo la búsqueda de soluciones con actitudes y espíritu democráticos en beneficio de la calidad de la educación como eje fundamental del desarrollo sostenible del país y de la formación para la vida ciudadana.
Pese a que los científicos son cautelosos al presentar sus descubrimientos sobre el cerebro, lo que ya han descubierto hasta hoy proporciona importantes innovaciones para las prácticas educativas. El cerebro es el órgano del aprendizaje. Y mucho más, del “aprendizaje emocionante”. Es bien conocido que si algo nos resulta atractivo y emocionante tiene más probabilidad de captar nuestra atención y que pueda recordarse. Francisco Mora, doctor en medicina y en neurociencia, afirma que “sólo se puede aprender aquello que se ama”.
George Siemens (2006), en su obra Knowing Knowledge, presenta una visión dinámica del conocimiento, “como una estructura neuronal que se va generando y alimentando mediante el establecimiento de conexiones en procesos de aprendizaje. Según este especialista, “aprendemos (tanto individualmente como colectivamente) generando conexiones entre conceptos, secuencias, nodos, y también por simulación o réplica, tal como se indica en los descubrimientos en neurociencia cognitiva sobre el funcionamiento de los sistemas de neuronas espejo o especulares”.
En su libro “Neurociencias y educación: Guía práctica para padres y docentes” , Marcela Garrido Díaz (2014) justifica la necesidad que tienen los padres y los educadores de entender cómo funciona el cerebro. A su vez, el neurocientífico Leslie Hart (1983) de la Asociación de Neuroaprendizaje Cognitivo, sostiene que “educar sin saber cómo funciona el cerebro es como querer diseñar un guante sin haber visto nunca una mano”.
En este contexto, la educación dominicana debe tomar conciencia de la importancia que tiene conocer más sobre el cerebro y de cómo ello influye en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuanto más conozca el maestro sobre el funcionamiento del cerebro más eficaz será el trabajo que desempeña en el aula. El maestro que conozca los principios neurobiológicos tendrá en sus manos una valiosa herramienta para diseñar y realizar una práctica docente exitosa.
Pero no sólo debemos quedarnos en la “alarma”. Debemos apostar a la búsqueda de soluciones. Esto nos hace volver la mirada a la Neurociencia. La neurociencia nos puede ayudar en este sentido, nos permite entender cómo aprende el cerebro. Dicho conocimiento mejorará significativamente la eficacia de los procesos de enseñanza-aprendizaje y más que posible que ayude también a mejorar nuestro “triste lugar” en la región del ranking de PISA.
La práctica docente deberá basarse en los paradigmas que aporta la neurociencia pero deberá también ser tomada en cuenta el currículum escolar. Ambas acciones generarán nuevas formas de enseñanza, nuevos modelos pedagógicos coherentes con el desarrollo del cerebro en las diferentes etapas de la vida.
A medida que la neurociencia avanza investigando cómo funciona nuestro cerebro, vamos descubriendo más acerca de cómo aprende el cerebro conocemos y también acerca de los procesos de atención y memoria, así como los de pensamiento de orden superior y el desarrollo social. Cuanto más sepan los maestros de estos nuevos descubrimientos, más probabilidades de éxito tendrán en su trabajo.
El Doctor David A. Sousa, experto en Neurociencia en la Educación sostiene que "el mejor cambio en educación sucederá cuando los centros de formación docente y las universidades que preparan a los futuros maestros incluyan la neurociencia educativa en el curriculum de su carrera”.
Humberto Caicedo López (2016), en su artículo “Cerebro y Aprendizaje: Hacia una propuesta educativa”, publicado en la revista Magisterio.com.co, sostiene que La investigación neurocientífica ha confirmado que las emociones son, en buena parte, responsables del desempeño cognitivo de los niños y adultos y por esta razón se considera que este factor debe ser una variable educativa básica.
Dirá también que “hay acuerdo entre científicos y educadores en que el aprendizaje debe entenderse como un proceso en el que intervienen factores cognitivos, emocionales y fisiológicos lo cual coincide con lo que se ha definido sobre los componentes de la expresión emocional que incluye las estructuras denominadas cerebro emocional o el sistema límbico, que se comunica y tiene fuertes conexiones con la corteza frontal responsable de los procesos cognitivos superiores”.
El debate del tema debe llevar a preguntarnos como país si realmente tenemos “una educación y una escuela con cerebro”. Dado que conocer cómo funciona el cerebro abre nuevos rumbos para el logro de la calidad educativa, habremos de asumir con urgencia el gran potencial que la neuroeducación nos proporciona.
“Démosle mente” al problema. Mientras más temprano comencemos, más temprano encontraremos las soluciones necesarias. Lo que si queda claro es poco inteligente el negar, restarle importancia o ignorar la alarma, el reto y nuestra responsabilidad ante los mismos. ¡Comencemos el debate con las puertas y el cerebro abiertos!