Interpretar correctamente las razones y el alcance de la experiencia común que entre los hospitalizados hay también vacunados y que a veces su número es inclusive mayor del de los hospitalizados, es importante por varias razones.
La más importante es evaluar la duración de la inmunidad asegurada por las vacunas y la eficacia de la reactivación natural de la producción de anticuerpos, en caso de presentarse la necesidad. Esto permite entender si y cuándo puede ser necesaria una dosis de refuerzo (o quizás más si la pandemia tuviese que volverse endémica, como es posible).
En muchos países es disponible el desglose respecto al estado de vacunación, de las estadísticas de infecciones y fallecimientos. El panorama es bastante claro. La vacuna, sin impedir el contagio, mitiga fuertemente sus efectos y es excepcional el caso de vacunados que necesiten terapia intensiva y aún más que fallezcan.
Una señal de alarma contra un excesivo optimismo ha sido dada por el rebrote en el Reino Unido. Éste fue el primer país donde se vacunó, lo cual puede sugerir que la causa sea una disminución de la eficacia de la vacuna en el tiempo. Esta explicación parece confirmada por un reciente estudio en Israel de las hospitalizaciones y fallecimientos de dos cohortes de vacunados (Pfizer) a distancia de dos meses. El resultado ha sido una diferencia estadísticamente significativa en favor de una protección que va disminuyendo en el tiempo. Desde luego la interpretación de este resultado debe ser matizada, dado que en los primeros meses el protocolo para acceder a la vacunación priorizaba grupos de alto riesgo, así que no son homogéneas muestras de vacunados a distancia de dos meses.
En nuestro país este desglose es comunicado solo ocasionalmente. Una búsqueda en Internet llevó a encontrar un solo artículo, en el Listín diario de hace unos meses, en el cual se tocaba este tema. Dado que la vacuna más usada fue la china, cuya eficacia ha sido objeto de algún cuestionamiento, consideramos de la mayor urgencia que estos datos sean ampliamente accesibles.
Sería de gran utilidad para eso si el reporte estadístico diario del Ministerio de Salud Pública indicara para los pacientes positivos si habían sido vacunados e incluso el número de vacunas recibidas.
Independientemente de la posible reducción en el tiempo de la eficacia de la vacuna, hay que subrayar que sería ilusión esperarse que los vacunados contra la COVID-19, o contra cualquier enfermedad, no puedan contagiarse. No existe vacuna efectiva al 100%. Sin embargo, en el caso de la COVID-19, está demostrado abundantemente que la frecuencia con que la eventual infección evolucione de carácter leve a hospitalización, tratamiento de gravedad en cuidado intensivo o muerte, es mucho menor.
Esto no excluye que hay vacunados contagiados y contagiosos, lo cual significa que el haberse vacunado no exime, a nivel individual, de seguir tomando las precauciones que reducen el riesgo de contagio, que recalcamos son necesarias, independientemente de haberse vacunado o no. Debemos enfatizar que esto es particularmente necesario para los pacientes inmunodeprimidos que frecuentemente no alcanzan los niveles de protección deseados.
Uno de nosotros (WS) tuvo la experiencia de un colega y compañero del hospital que había sido de los más entusiastas a la hora de vacunarse. Fue una sorpresa recibir la información de que ese colega había sido ingresado por COVID y de que a los pocos días falleció. Es un caso particular, que puede haber sido favorecido por su pertenencia a una categoría de alta exposición al riesgo, como lo son médicos, enfermeras, bionalistas, técnicos de salud, y consecuentemente más susceptibles de contagio. Así mismo la posibilidad de infección de un vacunado depende de la eventual presencia de comorbilidades (Hipertensión Arterial, Cardiopatías, Enfermedades pulmonares crónicas, Diabetes Mellitus) que aumentan las posibilidades de complicaciones y por ende de muerte.
Estas consideraciones nos llevan a discutir algunos temas que pueden entorpecer la eficacia de las campañas de vacunación, la inmunidad de rebaño y la resistencia y cuestionamiento de la utilidad de la vacunación.
Antes de la disponibilidad de vacunas, la inmunidad de rebaño, estimada tentativamente en un 70% de inmunes, era la gran meta.
Dos consideraciones son necesarias. Ese 70% no es un valor general. Hay infecciones para las cuales la inmunidad se alcanza solamente con porcentajes mayores. En el caso de la COVID19 ha ido adquiriendo una importancia imprevista en el comienzo de la pandemia, el problema de las mutaciones del genoma y de la eficacia de las vacunas contra nuevas variantes del virus. Es un problema que no se puede controlar a priori, ya que depende de las características de la variante.
En los Estados Unidos, los CDC siguen monitoreando la seguridad y efectividad contra las variantes nuevas y emergentes de las vacunas contra la COVID-19 autorizadas por la FDA, Hasta ahora, resulta que ofrecen protección contra enfermedades graves, hospitalización y muerte ante las variantes que circulan actualmente en ese país.
Sin embargo, es de evidencia manifiesta que la probabilidad que aparezca una mutación en el genoma del virus aumenta con la difusión de la pandemia y es posible que esa versatilidad de la eficacia de las vacunas no sea confirmada.
El tema de las variantes impone observar que es lamentable la subestimación de la gravedad del hecho de que solamente el 25% de la población mundial ha sido vacunado completamente y otro 10 % solamente ha recibido una primera dosis, y esto con grandes desigualdades. En África se han vacunado completamente algo más que 100 millones, y, según la directora regional de la OMS, los contagios podrían ser subestimados por un factor 7.
Las declaraciones de conciencia de la necesidad de que nadie se quede atrás han abundado en las reuniones de alto nivel. Es de ayer la invitación de Gordon Brown al presidente Draghi para que el G20 que se reunirá este fin de semana “haga historia”, garantizando la vacunación en los países pobres. Hace unos meses, en este mismo medio uno de nosotros (GV) recordó las declaraciones en el G20 de Abu Dabi. Después de un año de inacción, “Hacer historia” es mucho decir, también viendo cómo en muchos países sigue habiendo grandes cantidades de vacunas inutilizadas y que no se utilizarán y perecerán. Emblemático lo que ha ocurrido recientemente en California, donde cavillos jurídicos han llevado a desechar vacunas que hubieran podido mitigar la situación epidemiológica de México, al menos en la región fronteriza, con beneficio indirecto para la propia California, debido a los riesgo de contagios de parte de los trabajadores transfronterizos.
Las consideraciones anteriores hacen problemático que se alcance la inmunidad de rebaño. Esta dificultad, así como la posibilidad de una reinfección de los vacunados, no reduce la importancia de la vacunación para reducir la difusión del morbo, si se pretende normalizar el modo de vida: Hay numerosos ejemplos que demuestran que, por ejemplo, el funcionamiento normal de las escuelas favorece un aumento del contagio. El precio que hay que pagar para hacerlo es vacunación y precauciones.
En nuestro país la campaña de vacunación ha ido muy bien, pero, si fuera cierto que el rebrote inglés y las señales de aumento del contagio en Europa son resultados de la reducción de la eficacia de la vacuna, es de esperar que puedan surgir nuevos contagios entre los vacunados. Algunas señales en este sentido se están observando. Las llamadas olas no son otra cosa que la difusión exponencial de un contagio poco controlado. En este sentido es positiva la presión indirecta causada por las limitaciones a los no vacunados y aplaudimos al rechazo del recurso contra esas limitaciones.
Es innegable que, para ser eficaces, estas medidas requieren de aceptación por parte de la población, y esto impone insistir informando acerca de los riesgos y de la eficacia de las vacunas.
El tema de los riesgos con casi 7 billones de dosis suministradas y contados casos adversos y 5 millones de fallecidos, no requiere mayor comentario.
Pero ¿de qué depende el riesgo de contagiarte de COVID posvacunación? y como se explica que en números absolutos pueda haber más hospitalizados vacunados que no vacunados lo cual alimenta dudas acerca de la utilidad de vacunarse?
Estos no son temas ideológicos y hay acciones que pueden contribuir a impedir un rechazo de la vacunación, excepto por parte de los negacionistas por razones ideológicas o religiosas, de los cuales no queda que pretender el respeto de normas que aseguren la salud general.
El riesgo de las "infecciones en vacunados" depende, igual que para los no vacunados, de las exposiciones de las personas, las medidas de precaución y la interrelación con personas potencialmente portadoras del virus.
Es cierto que en parte ese riesgo puede depender también de una menor eficacia de la vacuna, pero la explicación de posibles excesos de vacunados hospitalizados no tiene nada que ver con esto. La preocupación por ser, en números absolutos, la cantidad de vacunados infectos comparable o mayor de la de los no vacunados nace de un típico error estadístico, el no consideras la diferencia entre la cobertura de vacunados y la cantidad de no vacunados.
El número de vacunados es talmente mayor que el de no vacunados, como para que iguales números absolutos de enfermos correspondan a porcentajes muy diferentes. Para citar uno de los muchos estudios que lo ponen en evidencia, mencionamos uno en Los Ángeles, que ha mostrado que las personas no vacunadas tienen 29 veces más probabilidad de ser hospitalizadas por COVID-19 que las vacunadas.
Es importante concientizar la población de que todas las vacunas contra la COVID-19 disponibles en la actualidad son efectivas para prevenirla y antes de su aprobación fueron sometidas a estudios y ensayos clínicos, lo cual no implica que las personas vacunadas no puedan contagiarse porque, hay que recordar, no existe ninguna vacuna con un 100 % de efectividad.