Hace pocos días lamenté que el secretario de Estado norteamericano Rex Tillerson, después de su viaje por Suramérica no hubiese visitado nuestro país, sino que paró en Jamaica. Entonces especulé que como el principal propósito de ese viaje fue buscar apoyo para apretar aún más al régimen de Nicolás Maduro, hubiese sido poco diplomático parar en un Santo Domingo donde todavía estaban reunidos la oposición y representantes del gobierno venezolano. También dije que en Jamaica probablemente buscaba apoyo de los países de Caricom, grupo que será presidido por ese país a partir de julio, para que no se repita lo ocurrido en la OEA donde los votos de países de ese esquema impidieron hace unos meses la condena de Maduro.

Pero después Rex Tillerson ha anunciado que un pequeño grupo tripartito, compuesto por México, Estados Unidos y Canadá, está estudiando cómo impedir que Venezuela, a través de PDVSA, su empresa estatal exportadora, pueda seguir exportando petróleo crudo a Estados Unidos, el Caribe y Centroamérica e importando productos refinados norteamericanos. Precisamente con posterioridad se anunció que el canciller mexicano Luis Videgaray viajará a tres países de Caricom: Jamaica, St. Lucia y Grenada.

Nos luce que se busca resucitar el Acuerdo de San José firmado entre Venezuela y México en la capital costarricense en 1980, por medio del cual esos dos países ofrecieron vender petróleo y sus derivados a Centroamérica y el Caribe con financiamiento muy blando. México se salió de ese acuerdo, pues Nicaragua y El Salvador en medio de sus guerras civiles no le repagaban, pero Venezuela, bajo Hugo Chávez y Maduro siguió financiando a países del Caricom, República Dominicana y Haití bajo el esquema sustituto de Petrocaribe. Lo que se buscaría ahora es impedir que PDVSA pueda exportar a Estados Unidos, el Caribe y Centroamérica e importar destilados, sustituyéndose el financiamiento blando venezolano por financiamiento similar pero mexicano, para no perjudicar a la región. Ya República Dominicana y Jamaica recompraron su deuda con Petrocaribe con grandes descuentos y después Venezuela condonó la deuda de Dominica y la de St. Vincent de  un Ralph Gonsalves, tan pro Maduro como anti dominicano.

La producción norteamericana de petróleo hoy día ya excede la de Arabia Saudita gracias al esquito bituminoso y podría suplir a México, para compensar, a través de una triangulación, los volúmenes que este exporte a Caricom y Centroamérica. Lo que busca el canciller norteamericano y experto en la materia, por haber sido el principal ejecutivo de la Exxon Mobile, es estrangular económicamente a Maduro sin perjudicar a Centroamérica y el Caribe, prohibiendo a nuestros países hacer negocios con PDVSA so pena de sanciones económicas, pero recibiendo petróleo y sus derivados desde México, con igual financiamiento. Pero Estados Unidos tiene en la actualidad una experiencia mixta con sanciones contra Irán, Rusia y Corea del Norte.

Por cierto, si se establecen esas sanciones no podríamos comprarle a Venezuela sus acciones en Refidomsa, pues le estaríamos entregando dinero.  Habría que esperar. Pero ese estrangulamiento, al crear aún peores condiciones sociales en Venezuela, estimularía el éxodo de su población, incluso a nuestro país. Lo que busca Tillerson es lograr el derrocamiento de Maduro a través de las sanciones. Por cierto, las sanciones contra Trujillo en 1960-61 fueron políticas, no económicas.

¿Recibirán la Republica Dominicana y Haití petróleo con financiamiento desde México? Hace tiempo que nuestro país ya no recibe crédito de Venezuela desde donde tampoco importamos petróleo. Nuestras nuevas fuentes hasta incluyen a Nigeria. Venezuela para no perder divisas  entonces optaría por concentrar aún más sus exportaciones de petróleo a China y Rusia con todas sus implicaciones geopolíticas. China es para Venezuela una fuente de financiamiento. Estados Unidos en el 2016 importó pocos “commodities” latinoamericanos, pues estos  no excedieron el 12% de sus importaciones totales.  El resto estuvo compuesto por bienes de capital y de consumo.

La estrategia de Tillerson puede tener tres resultados: 1) mayores penurias para los venezolanos bajo Maduro; 2) la caída de Maduro estimulada por las penurias adicionales creadas por las sanciones y 3) la simple reorientación de las exportaciones venezolanas hacia otras partes del mundo, sin afectar mucho su balanza de pagos y a la población.