“Porque quien ama y sirve no crea cruces para los demás con su egoísmo” (Leonardo Boff).
La historia guarda el perfil de los hombres. Ella con sus ficheros al día, le pasa lista para que afloren sus verdades y sus mentiras, al estilo del corcho en la fuente de agua.
Mirar con detenimiento los perfiles de los personajes ligados al asesinato de Jesús, nos habrán de dejar algunas lecciones y algunas pistas para desaprender.
La sociedad de Jesús tenía un contexto semejante al nuestro, contra el cual chocó el joven de azareth, sin tapujos. Empezó con sus amigos y compinches, que nadie miraba bien. Tampco su accionar de beber y comer con pecadores, cobradores de impuestos, pescadores, pastores etc. Mujeres, algunas de la mala vida, con un prontuario de amares y desamares, con un corazón revueltos en insatisfacciones, que cumplían la noble tarea de acallar los maremotos de una sociedad machista, en donde sus líderes llegaban a sus camas a escondidas con la componenda de la noche, y sin embargo eran vilipendiadas en la plenitud del sol apelando a la sacralidad y la pulcritud de una clase inmisericorde, que mantenía a Dios secuestrado en la cabina del altar del templo.
Los Anás, Caifás, el poder religioso de siempre, que acoteja las realidades a su manera, e interpreta con la ceguera de su religión todo los acontecimientos, y que justifica hasta la muerte en nombre de su Dios actuando en componendas con el poder político y el fáctico, porque el statu quo, es para ello la primera oración ofrecida en el altar, por la seguridad y el bienestar que produce a sus planes. Los Herodes, los tránsfugas del mundo social, empresarial, político y religioso vendidos a intereses oscuros, los lacayos de todas las latitudes que adquieren el poder por sus acuerdos con el imperio, que les traza sus caminos, pausas y tretas. Los Barrabás, Celotes y Sicarios sicar cuchillo, son los rebeldes sin causas, quienes hacen una revolución en donde no vale la pena tirar una piedra, los cascarrabias que han hecho de la disidencia, los desacuerdos y las protestas un negocio, pero aceptan cualquier arreglo en contra del inocente y el pueblo con tal de recibir beneficios y dejar cuadrado los intereses a posteriori. Los Apocalípticos y esenios, preocupados por demás en el futuro sin atender el presente. Tan parecidos a quienes no se comprometen con nada terrenal porque eso no les compete, solo el anuncio del reino venidero en donde habrá de todo para todos, por lo tanto no hay que gastar energías en luchar por el bien de los demás.
Señalo los Judas, esos venduteros perversos de la codicia, quienes viven de negociar los proyectos en contra del pueblo y están atentos a sus propios beneficios; son los profesionales de la traición, que han hecho votos de genuflexión con la mezquindad hasta la tumba. Imagino también a los revolucionarios arrepentidos, que ya no le seduce la solidaridad ni aventura. Los Pilatos, esos mesías y salvadores paridos por la desdicha y la mala suerte que rige la impunidad y el caos, venidos de otras latitudes a representar los intereses de quienes piensan, deciden, mandan, trazan, y sobre quienes dejamos decidir sobre lo que debe convenir y no convenir en nuestros espacios, pero con sus lentes techado de daltonismo.
Los Discípulos, igual que nosotros, esos seres apaleados por el desconcierto. Han confiado, han visto y dudado por la esperanza. Se afanan por prescindir del miedo y el miedo los engaña (Pedro), algunos otros corren (Marcos). Nicodemo un burgués que también espera. Las mujeres de nuevo aparecen el Domingo y redimen en ellos la cerrazón, la vergüenza, la desconfianza que los ata a la táctica del sistema que le entroniza la impotencia cuando le mata a su Jesús, líder. Sabemos desde entonces que “cambian los clavos, otros son los verdugos; la víctima sigue siendo la misma: Cristo que es crucificado y agoniza en los pobres, oprimidos y pequeños” (Leonardo Boff).
Con Jesús debemos desatar los clavos y las cruces, los miedos y la comedia que nos impone esta sociedad diabólica (diaballeim, desunir), si queremos resucitar.