Nueva York.-La última trampa de Joaquín Balaguer en 1994 impidió el triunfo de José Francisco Peña Gomez, y evitó un lío político. Si Peña Gómez ganaba, moriría siendo presidente y su vicepresidente reformista Fernando Alvarez Bogaert, terminaría presidiendo un gobierno perredeísta, ¿se imaginan?
En Washington se cuece la posibilidad de que Nancy Pelosi, la demócrata liberal californiana presidenta la Cámara de Representante termine presidiendo un gobierno republicano si el “impeachment” progresa.
Destituido el Presidente Donald Trump, el vicepresidente Mike Pence sería presidente y Pelosi asumiría la vice. Pence también podría ser destituido por el mismo caso que Trump, entonces Pelosi, una demócrata liberal, presidiría el gobierno republicano, eso sería caótico.
Que 63 millones de conservadores estadounidenses, voten por Trump y terminen con Pelosi, electa por unos 300 mil californianos liberales como presidenta, sería traumático.
Los “deplorables” que votaron por Trump, aseguran tener un trillón (si con T) de balas en su poder, para “defender nuestro presidente y nuestra democracia”.
El “impeachment” no es un juicio legal sino político. En ese proceso los legisladores votan pensando en sus conveniencias políticas, no en “la ley”.
Recordemos que el vicepresidente de Richard Nixon, Spiro Agnews fue destituido en un caso de soborno. El presidente de la Cámara de Representantes Gerald Ford asumiría la vicepresidencia, pero la destitución de Nixon llevó a Ford directo a la presidencia.
Los republicanos conocen su propia historia, no destituirán su presidente Trump para que Nancy Pelosi la demócrata liberal que preside la Cámara de Representantes sea presidenta.
El “impeachment” de Bill Clinton en 1998 no lo destituyó, lo fortaleció políticamente. Hoy los demócratas juegan la misma ruleta rusa, con muchas posibilidades de tener el mismo resultado que ayer tuvieron los republicanos que intentaron destituir a Clinton.
En el “Impeachment” priman los cálculos políticos, no legales ni emocionales.