(A mi querido Cardenal que gusta de las discusiones escatológicas)
Por lo visto podemos afirmar que para el Cardenal existen dos tipos de maricones: los maricones de Dios y los maricones del Diablo.
En sentido práctico, los maricones sacramentados y los de la chusma, discusión escatológica que nos llevará a conocer la doctrina pajaril de la única Iglesia que ha sido certificada por Dios en la Tierra.
Y todo, al mostrar un trato preferencial y amoroso a sus “maricones clericales”, contrastando con el cruel que les dispensa a la chusma del Orgullo Gay que lo enloquece y lo trastorna.
Sin embargo, para justificar su posición pienso que el Cardenal ha encontrado algún sustento escolástico que le permite distinguir entre estas dos categorías de maricones, lo que debe revelarnos.
Como debe revelarnos la forma en que sacó a Wesolowski del país y decirnos a quién le confesó el pecado de mentir cuando juró desconocer de su paradero y de ignorar sus prácticas sexuales, de las que desde muchos años antes venía recibiendo informes confidenciales.
Como debe revelarnos los nombres de los maricones de Dios que hoy habitan como locas pederastas en su Iglesia, los que acechan a los niños.
Como debe revelarnos cómo es que siente satisfacción por la reciente condena de Wesolowski sin sentir asco alguno por los dos curas pederastas del Albergue de Higüey que andan impunes por las calles de Santo Domingo, los que encubre y protege junto a los demás obispos del silencio.
Sabemos que es difícil nadar en estas aguas clericales pues el Padre Alberto Cutié, astilla de su propio palo, denunció que la mitad de los curas son unos buenos maricones y que el 90 % de estos son pederastas, distinguiendo que el homosexual no es un delincuente como el pederasta.
Pero, aun así, de no revelar estas cosas y evadir respuestas responsables, especialmente aquello de su preferencia por los maricones de Dios, asumiremos que es la cabeza principal de “la Iglesia del silencio”, la que ha denunciado el obispo Masalles, conmovido al ver al pederasta Wesolowski pasearse por las calles de Roma.
Sin embargo, guardamos la esperanza de se arrepienta y se agregue al clamor popular que hoy le exige al papa entregar a la justicia dominicana a ese “maricón de Dios” que se llama Wesolowski.
PD: Recuérdele a Masalles que por las calles de Santo Domingo andan esos dos Wesolowski dominicanos, los dos curas que violaron a las niñas del Albergue de Higüey.