“Nadie deje transcurrir esta ocasión de aprender, porque aprender a leer es aprender a vivir” (De una canción de Carlos Puebla).

No es posible hablar de la lectura sin referir a Ricardo Salas Moreno, cuando se cuestiona: “¿Qué es leer? ¿Para qué sirve leer? ¿Se puede enseñar a leer? ¿Se puede aprender a leer? ¿Es posible, acaso, concebir la escuela sin la lectura? ¿Es posible producir conocimiento alguno que pueda trascender prescindiendo de la lectura?”. Tengo presente aun las declaraciones de hace varios años, de la entonces Secretaria de Educación Alejandrina Germán, sobre la resolución que obligaba a las escuelas dedicar, por lo menos, una hora diaria a la lectura y a comentarios de textos, a partir de ese año escolar. Realmente me sorprendió y sobre todo por la gran coincidencia que tuvimos, en los elementos que ella planteó y que fueron los mismos planteados por mí a participantes de Educación Básica, en una conferencia en la Universidad Abierta para Adultos, UAPA, de Santiago de los Caballeros.

Recuerdo, cuando leí el periódico que refería la información iba sentado en la guagua de transporte público Imbert-Santiago, confronté mi visión con una profesora que también iba en el bus, no sé de dónde era,  y para tamaña sorpresa, tuve serias contradicciones con este planteamiento, que pretendo reproducir aquí, por lo menos en los aspectos fundamentales.

Para leer no hacen faltas bibliotecas modernas, ni los últimos libros del mercado. Se puede leer desde los viejos periódicos que siempre tienen noticias nuevas para uno, hasta las revistas que van de mano en mano. Tampoco hace falta que la escuela los supla ni el sistema educativo. Hace falta sólo tener voluntad y ser creativos, y buscar las vías y los medios aún con los amigos y allegados que puedan donar aunque sea un libro para tales fines.

La escuela enseña más con lo que hace que con lo que dice. Si el maestro no lee, no va a tener alumnos que lean. Me decía un maestro amigo: “El caso más grave es que el profesor de nuestro medio no le gusta leer; se conforma con las “desinformaciones”  de la televisión y la radio, ahora con informaciones triviales de las redes. Estoy seguro que si hacemos un sondeo por los municipios, para saber cuántos leen los diarios o se acercan una vez al año a una biblioteca, o un monitoreo de los libros leídos en un año, los resultados serán desalentadores”. No quisiera dejarme convencer de esa hipótesis, y preferiría seguir guardando la duda del investigador hasta esperar resultados. Sin embargo, estoy convencido, si el alumno no percibe que su referente, que es el maestro, lee, los libros serán un objeto prohibido, extraño, sin sentido para él.

Lamentablemente tenemos en el medio un participante que tampoco lee, que no es estimulado a leer por ningún medio. Por eso vemos las estadísticas de reprobación de asignaturas, que no es más alto porque nuestro sistema educativo premia la vagancia, y la irresponsabilidad, quizás para justificar estándares internacionales. Sin embargo, aunque sean promovidos, con eso no dejan de ser analfabetos académicos o funcionales (no saben discernir, pensar, analizar, mucho menos se les puede pedir ser críticos, es demasiado pedir).

A los alumnos hay que referirles los libros que el docente está leyendo para provocar su curiosidad. Y al final, concertar con ellos comentarios y opiniones sobre el mismo, y por qué no, contradicciones, divergencias. Tan saludables que son las contradicciones con alguien que uno sabe, que sabe lo que habla.

Los países que tienen los más altos niveles de lectura, no es por cuestiones de la suerte. Se planifica, se programa. Y no se deja a la melaganería de quienes tienen que ejecutarlo, supervisarlo o gerenciarlo. Ahí está, nuestro mayor problema en la escuela, falta de gerencia y supervisión. Ah!, y el sueño de lo ideal, de actores importantes, que lo toman como excusas para no hacer lo concreto y vivir como los sofistas griegos, en las plazas, promoviendo una mentira con apariencias de verdad.

En este tiempo, con los medios tecnológicos al alcance, no hay excusas que valga para no estimular a leer desde el celular o móvil, la pc, laptop;  al menos que tengamos la intención mediocre de seguir siendo piezas de tropiezos en el camino. Porque, la cabeza piensa donde los pies pisan”, Frei Betto.