“Puesto que debemos aprender de nuestros errores, asimismo debemos aprender a aceptarlos incluso con gratitud, cuando nos los señalan los demás. “– Karl Popper
El hallazgo científico más genial fue el descubrimiento de la ignorancia.* Pues sin conciencia de nuestra falta de conocimiento, no hay genialidad. Circulábamos en la oscuridad de la caverna, sin sospechar lo poco que conocíamos (y conocemos) de nosotros mismos y del universo, cuando tropezamos con nuestra propia ignorancia. Desconocemos hasta el proceso que produjo el momento eureka cuando despertamos al maravilloso conocimiento que nos garantiza espacio para infinitas aventuras de exploración y aprendizaje hasta la eternidad, desterrando para siempre el aburrimiento de nuestra existencia. El espontáneo hallazgo de nuestra ignorancia dio a luz la curiosidad humana. Ese divino descubrimiento también nos regaló el don de la humildad, pues el intolerante sabelotodo es precisamente antítesis del humilde. Un cínico diría que sin ignorancia no hay humanidad.
El ignorante (el que no tiene conciencia de su propia ignorancia porque lo sabe todo) no se equivoca, porque siempre tiene la razón y nunca la concede al prójimo. Va por la vida dando traspiés sin darse cuenta de su condición, porque nunca se equivoca. Sin saber lo que ignoramos es muy difícil aprender. Si no hacemos conciencia cuando nos equivocamos, no podremos dejar de equivocarnos, haciendo siempre lo mismo. Es un cerrado círculo vicioso. Pero en algunos casos es aún mucho peor, porque lo vergonzoso no es ser ignorante: al fin y al cabo es un posible desenlace del libre albedrio. El peligro es querer imponer la ignorancia en los demás, ser intolerante. Como algunos déspotas que se creen “ilustrados”.
El verdadero sabio- no el pregonero sabelotodo que padece el efecto Dunning-Kruger- sabe los límites de su conocimiento, o sea que reconoce su ignorancia. Precisamente por eso tiene el valor para explorar, con humildad, las zonas de su ignorancia, aprovechando los errores cometidos en el camino. No le tiene miedo a equivocarse. Para el genio, las fallas son tan importantes como los aciertos. Así como el deportista va a la competición con ganas de ganar pero dispuesto a perder en el intento, el sabio tiene toda la intención de acertar, y la decidida disposición de aprender de un eventual error. De hecho, de eso trata el método científico, de tabular los falsos y los positivos. Pero también el arte creativo es fruto del “ensayo y error”. El genial James Joyce lo dijo hace casi un siglo con palabras certeras: “Un hombre de genio no se equivoca. Sus errores son siempre voluntarios y originan algún descubrimiento.”
En estos tiempos de “genios muy estables” que siempre ganan, viene a cuentas la anécdota del sabio Sócrates en su juicio, relatada magistralmente por Karl Popper al inicio de su conferencia en ocasión de su investidura como doctor “Honoris Causa” por la Universidad Complutense de Madrid en 1991, que citamos in extenso:
“Me doy cuenta, una vez más, de lo poco que sé, y ello me hace recordar la vieja historia que Sócrates contó por primera vez en su juicio. Uno de sus jóvenes amigos, un miembro del pueblo de nombre Querefon, había preguntado al dios Apolo en Delfos si existía alguien más sabio que Sócrates, y Apolo le había contestado que Sócrates era el más sabio de todos. Sócrates halló esta respuesta inesperada y misteriosa. Pero, después de varios experimentos y conversaciones con todo tipo de personas, creyó haber descubierto aquello que el dios había querido decir; por contraste de todos lo demás, él, Sócrates, se había dado cuenta de lo lejos que estaba de ser sabio, de que no sabía nada. Pero lo que el dios nos había querido decir a todos nosotros era que la sabiduría consistía en el conocimiento de nuestras limitaciones y, lo más importante de todo, en el conocimiento de nuestra propia ignorancia. Creo que Sócrates nos enseñó algo que es tan importante hoy en día como lo fue hace 2.400 años. Y creo que los intelectuales, incluso científicos, políticos y, especialmente aquellos que trabajan en los medios de comunicación, tienen hoy la imperiosa necesidad de aprender esta vieja lección que Sócrates trató en vano de enseñarnos.”**
Hay dos caminos para “no equivocarse”: ser ignorante es el más fácil y trillado, y generalmente lleva al despotismo cuando el sujeto detenta el poder; el segundo es reconocer con sinceridad que no sabemos nada y aprender todos los días de nuestros errores, siendo tolerantes de las ideas del prójimo. Solo sabemos cual es el camino escogido por el “genio muy estable”; desconocemos las futuras consecuencias de esa elección. Hasta ahora el sabelotodo se ufana de que ha tenido muchos éxitos con su método, alcanzando fortuna, fama y poder. Karl Popper, en cambio, leyó su brillante conferencia proponiendo una nueva ética profesional de 12 puntos ante un escaso público de unos 150 de los más de cien mil estudiantes de la Complutense, según la reseña del evento en el diario El País. Seguro que el “genio muy estable” sería incapaz de leer y comprender esa breve conferencia que tanto bien le haría.***
*La oración original de Yuval Noah Harari en Homo deus reza: “El mayor descubrimiento científico fue el descubrimiento de la ignorancia.” Y sigue argumentando: “Cuando los humanos descubrieron lo poco que saben sobre el mundo, tuvieron una excelente razón para la búsqueda de nuevos conocimientos, abriendo así la vía científica hacia el progreso”. En Homo Sapiens ya había escrito en términos similares: “La revolución científica no ha sido una revolución del conocimiento. Ha sido, sobre todo, una revolución de la ignorancia. El gran descubrimiento que puso en marcha la revolución científica fue el descubrimiento que los humanos no saben todas las respuestas a sus preguntas más importantes.” Es evidente que el conocimiento no le será revelado al que ya lo sabe todo y no hace ningún esfuerzo por aprender de sus errores.
** Karl Popper, « El conocimiento de la ignorancia », Polis [En línea], 1 | 2001, Publicado el 30 noviembre 2012, consultado el 06 enero 2018. URL : http://journals.openedition.org/polis/8267
https://elpais.com/diario/1991/10/29/cultura/688690809_850215.html
*** https://www.theatlantic.com/politics/archive/2018/01/americas-first-post-text-president/549794/ https://www.theatlantic.com/science/archive/2018/01/how-actual-smart-people-talk-about-themselves/549878/