Lorenzo, el gallo del barrio, ha embarazado más de media docena de menores.

Deisy, a pesar de sus seis barrigas, es todavía una joven atractiva, y la mujer con quien más ha durado bajo el mismo techo, aunque a base de pleitos por los cuernos que él le ha pegado, a todo lo que da. Ha sido una historia de gritos, golpes, desamores y reconciliaciones. Una relación de dominación y poder.

Dio a luz de su primer hijo a los 14 años cuando su seductor le prometió que ella sería la princesa de su reino. Hoy tiene 27 y vive en situación de vulnerabilidad extrema con sus seis hijos, cuyas edades oscilan entre 4 y 12 años.

Su pareja se mudó con otra menor a quien declaró su flama y prometió un futuro brillante, pero vuelve, de vez en cuando a la casa. Ella lo recibe y le abre las piernas, porque este es su “marido” y el padre de sus hijos. Sin embargo, estas visitas trastornan la familia, terminan en pleitos y son los niños los que más sufren las consecuencias ya que ella se la desquita con ellos.

Deisy está sola en la vida, pero siempre estuvo sola; nunca tuvo un compañero, sino más bien un verdugo. Tiene responsabilidades que es incapaz de asumir y no tiene tampoco recursos para hacerlo. Nunca tuvo la posibilidad de adquirir las habilidades sociales y emocionales para criar sus hijos, pasó la mayor parte de su corta vida embarazada y en pleitos feos con otras jóvenes del barrio por las infidelidades de su hombre. No conoce ningún oficio.

Ahora sale de noche con una “pana” a los drinks y colmadones, para “tomarse un trago en coro y conseguir el efectivo”. A veces se lleva la más pequeña con ella.

Sus hijos cruzan calles, andan solos, chiquitos, desprotegidos, piojosos. En su tiempo libre deambulan hasta altas horas de la noche expuestos a todos los peligros, tanto dentro como fuera del hogar. Una manada de seis infelices, inventivos, juguetones, violentos, tiernos e inocentes a la vez con caras demasiado serias para ser niños y niñas.

Entre ellos, Johan presenta un problema de conducta y de mal manejo de la ira. Lo sacaron en enero de la escuela por violencia. Cuando le da una crisis pierde totalmente los estribos, se ahoga y es capaz de lastimarse. Puede agredir a todos cuantos se le crucen por el camino, incluyendo a los adultos que tratan de separarlo cuando pelea.

Necesita un tratamiento psiquiátrico y medicación constante que la madre dejó de darle por falta de recursos. Ella dice que es demasiado fuerte, que no puede con él y que “ya lo soltó en banda”. Lo más triste es que Deisy tiene tantos problemas que ni siquiera es capaz de suministrarle de manera regular las medicinas cuando se las regalan, y aún cuando el tratamiento marca una diferencia positiva en la vida del niño y de la familia.

Dany es más tranquilo y se porta bien en todos los ambientes, ayuda a los más chiquitos con sus tareas; a pesar de eso, jugando, le dio un navajazo en la calle a un amiguito al cual tuvieron que darle 25 puntos. La familia de la víctima ha puesto una querella en contra de la madre.

En medio de este cuadro familiar, estos niños que van todos a la Fundación Abriendo Camino y reciben atenciones especializadas, han participado en las Olimpiadas de Matemáticas que se realizaron la semana pasada. Johan llegó  a la final. Dany y Lila fueron, cada uno de ellos, ganadores en su categoría y se llevaron sus premios con orgullo.

Con sus caritas demasiado serias son sobrevivientes de contextos de pobreza; se han ajustado de manera diferente, dentro de la misma familia, a los traumas que viven. Para sus edades tienen competencias que sobresalen y un potencial que les permite  estar de pie a pesar de la adversidad. A los adultos, a la familia, a la escuela, a la comunidad, al Estado, a cada uno de nosotros corresponde asegurarles sus derechos elementales para una vida digna.