"Cuando muera le voy a contar todo a Dios" (niño sirio asesinado).

En días pasados, recorrió las redes sociales y medio de prensa de todo el mundo, la frase atribuida a un niño Sirio de tres años, quien herido de muerte por efectos de una bomba lanzada, había pronunciado una frase conmovedora: "Cuando muera le voy a contar todo a Dios". La misma, no dejó un escondrijo de mi interior sin que me recorriera la impotencia que no logro superar.

Uno se convence cada día más, que este sistema ha creado sus propios dioses a imagen y semejanza de quienes detentan el poder, las riquezas y toman las decisiones. Esos dioses tienen el rostro y el alma de sus intereses, son sus marionetas. Los demás que formamos la colectividad, somos números de sus estadísticas, a quienes pueden borrar o agregar de acuerdo a sus objetivos y planes.  Ellos se jactan de tener sus promotores, pastores y curas que sirven incondicionalmente en sus altares, tienen sus ritos y oraciones, sus invocaciones, sus orgias y bacanales.

Los dioses de este sistema gustan de la sangre y aman el dolor, las invasiones, las cárceles, los manicomios, los martirios, las ejecuciones y el holocausto. Les gusta desparecer al que piensa y ama en demasía y mira a los otros como hermanos, a los desadaptados e impacientes, que no se ajustan a la ley de la oferta y la demanda, y al axioma perverso del fin de toda ideología, cuando sabemos que la ideología es la zapata del sistema y de sus dioses y creencias. Estas deidades, en los conflictos, son implacables con las mujeres, peor si son embarazadas, implacables con los ancianos y los niños que se cruzan en sus guerras y apetencias. Odian a los que profesan la solidaridad como virtud y como formas de conductas, porque esto atenta contra la competencia, que es su norte y también el sur de su praxis.

Tienen fascinación con el mercado para que todas las cosas se vendan y se compren como mercancías. Se compra el amor, el sexo, la moral, la integridad, el cuidado, el beso. A todo le ponen una etiqueta con su precio. Son los únicos dioses que hacen genuflexión ante el comercio de armas por las inmolaciones, que le siguen. Sienten pasión por los vicios y las alienaciones. No se inmutan con los índices del hambre, de las muertes violentas, de las rupturas familiares y de las adicciones y tráficos, porque eso es parte de las festividades de ritos y creencias, su esencia: "Todo sistema de  opresión se caracteriza precisamente por la creación de dioses y generar ídolos sacralizadores de la opresión y la anti-vida. Muy por el contrario de lo que podríamos suponer, los dioses falsos no sólo existen, ¡sino que gozan de buena salud! Muchos son sus adoradores y los invocadores de su providencia, de su amor y su poder…" (Equipo DEI, Las Luchas de los Dioses: los ídolos de la opresión y la búsqueda del Dios liberador).

Me niego a creer en esos dioses del sistema. Sólo tengo al Dios débil, pero liberador de Jesús de Nazareth y del niño sirio.