Como decía en el artículo inicial de este ciclo, el receso forzoso a causa del Coronavirus hizo ocuparme en diversas actividades siendo una de ellas la realización de un intenso ejercicio nemotécnico consistente en recordar el nombre y apellido del mayor número de compañeros de pupitre que desde 1949 al 1960 fueron mis condiscípulos en mis estudios primarios, intermedios y secundarios en cinco planteles escolares de Santiago.
Los centros de enseñanza donde estudié fueron: la Escuela Liz (1949-1953) Instituto Iberia (1953) Escuela Peña y Reynoso (1954) Liceo Intermedio Méjico (1955-1957) y Liceo Secundario Ulises Francisco Espaillat (1957-1961). Los dos primeros eran privados y los restantes públicos. Debo resaltar que en la Dictadura la docencia publica era servida por profesores serios y competentes, su discipulado era obediente y disciplinado, nada que ver con lo observado en la actualidad.
Es cierto que al comenzar mis estudios universitarios en la UASD (1962) en mis vacaciones bajaba a Santiago, y aunque luego de finalizar la carrera residía en permanencia en Santo Domingo, no dejaba de visitar mi ciudad natal donde ocasionalmente veía y hasta conversaba con cierta frecuencia con algunos de los que estuvieron conmigo en las escuelas antes citadas, que allí se quedaron trabajando o estudiando en la UCAMAIMA. Sin embargo una buena parte no los he visto hasta el sol de hoy.
Mi hermano José Horacio y el amigo Frank Paulino me ayudaron a precisar algunos detalles y a la confirmación de ciertos patronímicos que tenía olvidados, no pudiendo evitar que se me escaparan bastantes cuyo nombre conocía pero no su apellido o viceversa, y lo peor de todo era tener en mi imaginación el rostro de un condiscípulo pero ignorar por completo su nombre pues en el listado que desglosaré a continuación por orden alfabético, únicamente figurarán los de nombre y apellido.
A quienes tengo 60 años sin verles son: Elías ABINADER, Grecia ACOSTA, Leonel ALMONTE, Fernando AMARO, Rolando BÁEZ, Ilonka y Verónica BERMÚDEZ, Chicho BETANCES, Javier BREA, Pedro CATINCHI, Ileana y Margarita CERDA, Danilo COLÓN, Miguel Ángel CORTIÑAS, Ronny y Silvio DE LEÓN, Arturo DE LA ROSA, Holger y Rafael ESCOTO, Frank ESPAILLAT, Fonsi GALLÚS, Nelson GARCÍA, Laly GODOY, José y Juan GONZÁLEZ.
Alejandro HERNÁNDEZ, Pali HINOJOSA, Ondina HUED, Chico IZQUIERDO, Henriette KELNER, Miriam KHOURY, David LAMA, David LEVY, Odalís LÓPEZ, Vinicio LÓPEZ M., Ricardo LUNA, Rafael LLINÁS, Rafael MATOS, Armando MENICUCCI, Tito MIRANDA, Modesto MONTERO, Gloria MORALES, Eduardo MORILLO, Ponciano MORILLO, Ilonka NICASIO, Sigita ORTEGA, Luis Papaterra, José M. PARRA, Sixto PAULINO, Apolonio PERALTA, Rodolfo PERALTA B., Sofía PERALTA Z., Frank PEREYRA, Luis PICHARDO, Julio PEGUERO B., Iris PÉREZ, Alfredo PORTELA.
Galileo RIVAS, Rafael ROBINSON, Bartolo RODRÍGUEZ, Fermín RODRÍGUEZ, Zoila ROJAS, Frank SALETA, Winston SALETA, Lilín TAVÁREZ, Frank TAVERAS, Fabio TEJADA M., José A. THOMÉN, Víctor F. THOMEN, Luis TOLENTINO, Panchín VALVERDE, Jaiky VANDERHORST, Elfrida VÁZQUEZ, Gustavo VEGA I, Rafael VERAS P, Fernando VILLAMIL y Jack ZAIEK. No pude incluir los apellidados: HELUÁ, JOAQUÍN, VELOZ y URIBE por desconocer sus nombres. ¿Qué ha sido de todos los citados?.
Totalizan unos 80 y algo aunque son más del doble, pero debemos convenir que con los años la retentiva se debilita y que para el establecimiento de un padrón lo más extenso posible es necesario conformar un equipo, hacerles visitas a los archivos de los planteles escolares y desde luego disponer de un tiempo prudente. Mucho agradeceríamos que condiscípulos de la época me contactaran al 829-986-0628 con la finalidad de ampliar el número de compañeros que de momento no recuerdo.
Debo hacer hincapié en lo siguiente: así como resulta aconsejable no volver a los lugares donde creímos ser felices porque retornar a ellos por lo general nos produce una segura decepción, mi empeño no es en el fondo verles de nuevo sino más bien saber cuál ha sido o fue el destino de unos camaradas de pupitre que hace más de 60 años compartimos esperanzas, deseos, acontecimientos y despertaron en nosotros empatías, antipatías y simpatías.
Teniendo cada uno de nosotros más de 75 años de edad, con hijos medio centenarios y nietos universitarios, no es nada recomendable avistarnos nueva vez ya que es muy probable que la imagen del naufragio corporal que el paso del tiempo se ha encargado de dispensarnos, arruinaría quizás un recuerdo que felizmente nos ha acompañado y durado varías décadas cuando entonces teníamos una abundante cabellera, no portábamos lentes, la piel no marchita, la dentadura nuestra y no teníamos que interrumpir un diálogo por una cita médica.
Tampoco deseo que me pase lo ocurrido al fenecido Dr santiaguero Telesforo Gómez y al conocido promotor cultural Freddy Ginebra. El primero se encontró caminando por una acera y en dirección opuesta venía un ex-condiscípulo del Iberia que hacía años no veía; al verle abrio los brazos para saludarle pero el otro entró en la primera puerta. Fue un desaire que jamás olvidó. El segundo, a diario se sentaba junto a un compañero en la guagua De La Salle que los transportaba; 30 años más tarde se encontraron y su amigo fingió no conocerlo, lo ignoró olímpicamente.
Si nos encontramos, lo cual sería un despropósito, luego de la sorpresa inicial y del hipócrita intercambio de amabilidades (que bien te ves; estás igual; donde te metes que no te veo, etc) nos convencemos que no tenemos nada que contarles ni oirles, deseando que alguien nos libere de la trampa que la nostalgia nos ha tendido. Lo deseable sería informarnos de su actual paradero – vive en Chicago o por él/ o ella ya doblaron las campanas- para la puesta al día de su tarjeta existencial.