Nueva York.-Una oleada derechista anti-inmigrante se levantó temprano en los 90 y, recién llegado al poder, Bill Clinton como campeón del “surfwin” político, la abordó inmediatamente. En 1993 comenzó la construcción de unos 350 millas de verja fronteriza desde la costa pacífica hasta Arizona. En noviembre de 1994 los votantes de California aprobaron una iniciativa electoral para negarle educación, cuidados médicos y asistencia pública a los indocumentados.
Superando a la ultraderecha californiana, Clinton le negó la asistencia social a los inmigrantes documentados que tributan para mantener ese sistema, y desató una persecución contra los “ilegales”.
En enero del 1995, durante su discurso sobre el Estado de la Unión, Clinton se quejó de que los “ilegales” le quitaban empleos a los estadounidenses. Dijo que su administración duplicó el número de guardias fronterizos, la deportación de indocumentados.
En abril de 1996, Clinton promulgó una ley “anti-terrorista” que autoriza deportar a los inmigrantes documentados, que alguna vez delinquieron, aunque hubiesen pagado sus culpas. Gracias a esa ley, gente de hasta 60 años que retornaba del extranjero le impidieron la entrada porque que cuando tenía 16 fueron arrestaron por fumar marihuana.
En el 2006 Hillary, como senadora, Hillary Clinton votó para financiar 700 millas de verja en la fronteriza mexicana que propuso el entonces presidente George W. Bush.
Luego Hillary, una madre, demandó deportar a los niños que llegaron aquí huyendo de la violencia de la guerra contra las drogas. Por votos, los políticos le venderían sus almas al mismísimo diablo, gracias a Dios no tienen almas.
La suerte es que son “amigos” de los inmigrantes.
Los Clinton están detrás de las mil millas de verjas fronterizas que tenemos actualmente, pero se oponen a las mil millas que propone construir Trump. Su problema, parece ser, es que ellos no distribuirán el contrato. No puedo imaginarme ninguna otra razón para su oposición.