“Abril: Bodas de oro con la patria” es el título de un documental de 83 minutos de Gerardo Sepúlveda sobre la Guerra de Abril de 1965 el evento de mayor e inigualable grandeza de toda la vida dominicana del siglo XX. Tan extraordinarios fueron esos meses, entre abril y septiembre de 1965, que ni siquiera el reinado de la desvergüenza ni la bochornosa resaca moral que vivimos han podido apagar el apetito de varias generaciones por conocer aquellos, ahora distantes, pero aun inolvidables hechos.

Sin embargo, los méritos del documental no están en la rigurosidad testimonial del relato, la cronología minuciosa y gráfica de los acontecimientos ni tampoco en la recreación del ambiente de la época y sus circunstancias. El verdadero mérito de “Abril: Bodas de oro con la patria” reside en que salva el relato y la memoria histórica de aquella jornada de las miserias del sectarismo, la intolerancia y la maledicencia que han caracterizado, penosa y desgraciadamente, una buena parte de los testimonios públicos vertidos. El tratamiento ecuménico del tema convoca a una memoria unificada y coherente de un episodio histórico trascendental cuya grandeza sucumbre con frecuencia al relato sesgado, a la propuesta divisionista que no han cesado de quebrantar la voluntad de un pueblo de rescatar sus mejores valores. En nombre de la memoria histórica, el hecho histórico mismo ha sido masacrado. Para muchos, la Revolución de Abril fue aquella jornada donde participaron ellos y ningún otro de los demás, la exclusión de personajes y la difusión de lo inverosímil han empobrecido el relato de hechos que este documental viene a rescatar. 

Cada año, he visto disminuir el número de los que acuden a conmemorar algunos de aquellos acontecimientos desde la clarinada del sábado 24 de abril hasta la trágica jornada del 19 de mayo cuando, en el asalto a Palacio cae un puñado de hombres de lo mejor que esta o cualquier otra patria podía ofrendar y termina aquel año en la heroica defensa en la batalla del Hotel Matum el 19 de diciembre del mismo año. Esta paradoja, la de un pueblo que no olvida esa jornada patriótica pero cuyos hijos no acuden a conmemorarla es producto principal, pero no único, de dos factores: uno es la disminuida capacidad de convocatoria de las personas y/o entidades que llaman a recordar estos hechos a causa de los numerosos enfrentamientos sectarios y el otro es el análisis y valoración deficiente de los hechos que se ha tratado de glorificar sin explicar con ponderación ni claridad. 

Cuando viajé a Europa por primera vez en mi vida, en enero de 1967, la nacionalidad dominicana era admirada y reverenciada porque la gente en Madrid, Paris o Praga veía en cada dominicano un luchador antiimperialista, alguien que desde un país pequeño, atrasado y pobre había tenido el coraje de oponerse, enfrentar y resistir la invasión de 42 mil  soldados de los EEUU negándole a esa potencia una victoria militar y forzándolo a una salida política negociada. Esos hechos que conmovieron a millones de personas en todo el mundo le dieron a los dominicanos el prestigio y dignidad que la dictadura nos había negado. Hemos dilapidado una gran parte de esa herencia, sin embargo, tan grande fue la epopeya que todavía hoy, 51 años después no se ha extinguido el respeto por aquellos hechos ni desaparecido el interés de otras generaciones por conocerlos. Ahí, justamente está el gran mérito de este documental.

“Abril, Bodas de oro con la patria” es un documental que no rehuye mostrar debates, debilidades y errores, pero lo hace de forma tal que el público puede, no solamente entenderlos sino asumirlos en su contexto con lo cual, los hombres que, como líderes, protagonizaron aquellos acontecimientos recuperan la condición humana sin perder un ápice la estatura de héroes.

“Abril: Bodas de oro con la patria” es un documental que mostrado en las escuelas, difundido en eventos y usado en las conmemoraciones anuales es capaz de inspirar a una nueva generación de dominicanos a seguir aquel ejemplo, rescatar la dignidad perdida, el honor olvidado para que la patria vandalizada y humillada pueda, de la mano de nuevos héroes, con inteligencia, vergüenza y  coraje transitar de la ignominia hacia la luz.