El pasado 20 de agosto se cumplieron 50 años de la entrada de los tanques de la ex Unión Soviética a la ex Checoeslovaquia para aplastar la llamada Primavera de Praga, el primero y más serio intento de reforma del modelo de socialismo de partido único, sin libertad a su interior ni en ninguna esfera del sistema. Ese acontecimiento, junto a la muerte de Stalin en 1953 y la entrada de las tropas soviéticas en Budapest en 1956 para sofocar la rebelión contra el despotismo stalinista allí instaurado, son básicamente los tres acontecimientos que marcan el inicio del final del modelo socialista soviético en Europa. Esos tres momentos resquebrajaron el monolitismo de los partidos comunistas entorno a la URSS y el apoyo a esta de la generalidad de la intelectualidad progresista.
La muerte de Stalin significó el arribo al poder de un grupo cuya primera medida fue ejecutar a Beria, jefe de la policía secreta, la tenebrosa KGB. Posteriormente, en 1956 desde dentro y en boca del jefe comunista más poderoso del mundo, Nikita Khrushchev denunció el terror stalinista, algo que sacudió la conciencia del aparato del partido y de la sociedad soviética, y rompiéndose relativa la unidad de los jefes/facciones de los partidos comunistas en poder en los países este europeo, siendo la rebelión en Budapest el más importante reflejo. El aplastamiento de la Primavera de Praga significó un irremediable alejamiento de la URSS de los algunos partidos comunistas y el rompimiento con el modelo socialista soviético de importantes sectores de la intelectualidad dentro y fuera de esos partidos.
Aquí, el entonces Partido Comunista Dominicano, PCD, condenó la intervención en Checoeslovaquia, siendo junto al PC mexicano los únicos partidos comunistas de este continente que tomaron esa posición. En un editorial, el prestigioso periódico francés Le Monde destacó la posición del PCD. En lo personal recuerdo vivamente cómo vivimos esos días; justo el 20 de agosto, Lourdes Contreras, entrañable amiga y eterna compañera de Narciso Isa Conde, dio a luz su primogenitico, Pavel. Desde la clínica me llamó preocupada por el trágico evento. Nada, le dije, tenemos que condenar ese hecho. José Cuello y Narciso, desde distintos lugares fuera del país coincidieron en condenar esa intervención, argumentándola con uno de los textos de mayor rigor teórico, político e intelectual de la izquierda dominicana en toda su historia.
Lourdes, entonces miembro del comité de la zona de Santo Domingo y yo su principal dirigente, quedamos solos en ese organismo defendiendo la condena del CC del partido a la intervención. En 1979, con cuestionables argumentos, el CC apoyó la intervención soviética en Afganistán, estuve en la minoría de ese organismo que la condenó. A pesar de que la mayoría de la dirección del PCD tenía una posición de rechazo al modelo soviético muy bien argumentada, la mayoría de sus cuadros medios y de base eran presas del embrujo de la revolución soviética que durante décadas mantuvo a gran parte de la intelectualidad progresista apoyándola.
El poder de ese embrujo ha sido tan fuerte que hoy, 27 años después del trágico naufragio de la ex Unión Soviética, Rusia sigue siendo una atracción para algunos sectores que se reclaman de izquierda, a pesar de ser gobernada con mano de hierro por un ex jefe de la KGB que ha convertido esa nación en uno de los pilares más sólidos de la internacional xenófoba/racista a nivel mundial y particularmente de Europa. Esa Rusia de Putin sigue gravitando poderosamente en la política mundial con clara injerencia en procesos electorales de algunos países, favoreciendo y ayudando a las formaciones de ultraderecha y secesionistas en detrimento de las opciones liberales, incluso de izquierda, al tiempo de seguir siendo clave en los intercambios comerciales con países como Cuba, Venezuela y la pobre Nicaragua, gobernada por un régimen corrupto represivo y altamente corrompido.
La Primavera de Praga y posteriormente la Perestroika guiada por Gorbachov en la ex URSS, fueron dos intentos fallidos para reformar el socialismo tipo soviético, ambos exigieron la libertad al interior del partido, pero ninguno exigió el pluralismo político, vale decir la libertad de partidos, démosle el beneficio del atenuante de que pudieron haberlo hecho una vez avanzado el proceso, pero ambas experiencias demostraron que los regímenes basados en partido único, con liderazgos mesiánicos y altamente corrompidos no son reformables, no pueden serlo por las elites que lo controlan y que del mismo se benefician individualmente , sino cambiado por otros realmente democráticos.
En ese sentido, cualquier proyecto de sociedad que se proponga cambiar un régimen e instaurar otro basado en la justa distribución de los recursos, igualdad de oportunidades y plena libertad tiene que hacerlo en marco de la democracia. No existe un medio único para alcanzar esa forma de poder político, pero lo que hasta ahora está claro es sólo en el marco del pluralismo político, económico e ideológico es que puede pensarse un régimen político de cambio en la época moderna.
Los 50 años de la Primavera de Praga y 27 del naufragio de la ex URSS, invitan a una reflexión sobre el futuro de la izquierda, que es lo mismo decir: del futuro de la democracia