“Hay grietas profundas que están desgarrando el tejido de nuestras sociedades. Están provocando nuevas ansiedades e iras en la gente, y nuevas pasiones en política…”. (Paul Collier).

El jueves 26 de diciembre el economista y académico Miguel Ceara Hatton planteó que en la sociedad dominicana existen cinco desafíos: 1) Falta de institucionalidad; 2) El pago del servicio de la deuda en relación con los ingresos fiscales; 3) La seguridad pública; 4) La calidad educativa; y, 5) La generación de divisas. Estos 5 puntos deberían constituir las pautas de un contrato social que jalonee las fases decisivas de la sociedad, para construir y diseñar una mejor cohesión social, donde el tejido social del cuerpo dominicano no se encuentre tan fracturado en la dimensión social-institucional.

La Carta Pastoral de la iglesia católica viene a reforzar y apuntalar la necesidad de un Pacto Nacional que conduzca con mayor grado de certeza un apalancamiento social, merced a un acuerdo mínimo como objetivo común, más allá de la diferencia política y de intereses políticos. La sociedad requiere que el liderazgo político asuma esa agenda mínima para que el Poder Ejecutivo de turno no crea solamente su agenda personal como supremo dador.

Las elecciones de mayo de 2020 marcan una transitoriedad de asunción que gravita en la forma de hacer política, que no es más que comenzar a forjar un Estado ético. Un Estado que no pierda la confianza y su autoridad. Que su recreación sea la legitimidad para alcanzar la fortaleza que genere la sinergia de toda la sociedad. Las elecciones del 2020 tienen como caudal y puente, la necesidad de comenzar a diseñar un Estado que exprese los valores más conspicuos de la civilidad.

La institucionalidad es el eje articulador de un Estado democrático. Es la verdadera arquitectura de un desarrollo sostenible. La fragilidad institucional, la debilidad y falencia se vive de manera cotidiana y los informes internacionales nos lo enrostran, nos recriminan esa calamidad. Estamos en presencia de cuasi una anomia institucional. Veamos:

Foro Económico Global nos ubicó en su Índice, en una puntuación de 86 en INSTITUCIONALDIAD cuando el ranking para el país fue de 78/141 países. Eso fue el en el 2019. En el 2018 sacamos en INSTITUCIONES 129/137. El Pilar Institucional y con ello la Efectividad gubernamental está en el pavimento. ¿Qué abarca el fragor de la institucionalidad?

  1. La confianza,
  2. La legitimidad,
  3. La ausencia de acuerdos mínimos.
  4. Derechos de propiedad,
  5. Protección de la propiedad intelectual,
  6. Desvío de fondos públicos,
  7. Confianza pública en los políticos,
  8. Pagos irregulares y sobornos,
  9. Independencia Judicial,
  10. Favoritismo en las decisiones de los funcionarios del gobierno,
  11. Eficiencia del gasto gubernamental,
  12. Eficiencia del marco legal en la solución de controversias,
  13. Transparencia del marco legal en regulaciones desafiantes.
  14. Transparencia de la formulación de políticas gubernamentales.
  15. Delincuencia organizada.
  16. Fiabilidad de los servicios policiales.

La legitimidad es la trascendencia del plano legal, que la contiene, la aborda, para penetrar en la previsibilidad y en el corpus del consenso que ha de conectar con la simbología social y la sociología visual, que expresa los poros de armonía cristalizado en un verdadero capital social.

La deuda pública ha sido una irresponsabilidad de los actores políticos. Esta crece 12.7% anual y el crecimiento de la economía promedio es de 5.5% y de 6.1% en el trayecto del 2012 al 2019, esto es, 7 años de los dos periodos de Danilo Medina Sánchez. ¡Una verdadera burbuja! Que tengamos que pagar una cuarta parte de los ingresos tributarios solo en intereses es un infortunio, una desgracia, un estrago que nos puede conducir a algo indescriptible. El pago del saldo de la deuda significa hoy más que lo que invertimos en Educación y Salud conjuntamente. No es la relación PIB/Deuda. Es la enorme sangría: Deuda/Ingresos fiscales. Esto es 6.7% del PIB. Estamos pagando actualmente más en intereses que de Capital ¡Esto es la ausencia de Estadista. Los gobernantes de los postreros 20 años han comprometido el futuro para solazarse en el presente!

La seguridad pública acogota a todo el cuerpo social dominicano. Todos los estudios nos dicen que la delincuencia es el principal problema de todo el ambiente social. La encuesta Mark Penn/Stagwell del 15 de enero nos señala que es el principal contratiempo con un 24%. La Tasa de Victimización en Barómetro nos muestra como ha ido aumentando con un crecimiento sostenido y Latinobarómetro también lo confirma. El presidente actual nos vendió un supuesto programa que denominó “Vivir tranquilo” en el 2012. En ese interregno de 7 años la seguridad pública es todo un infierno, un averno innombrable. Los costos sociales y económicos envueltos en la seguridad pública son singularmente vastos, enormes y profundos. Nos destruye el sentido de ser libre, de la libertad, y las actividades individuales y empresariales se hacen más magno.

La calidad educativa se hace más que necesaria, inexorable. Se trata de invertir más y mejor. La calidad de la educación es lo que construye el verdadero capital humano. Sin calidad educativa no pueden operar la inteligencia generadora y la inteligencia ejecutiva para configurar el talento humano. La formación y desarrollo del capital humano ha de expresar la sinergia del talento. Talento son las personas con competencia, experiencia, habilidades y comportamiento. Tener personas no significa tener talento. La deserción en el bachillerato nos drena el futuro capital humano. La ausencia de la calidad nos hace perder en el horizonte, cuya caracterización en la sociedad del conocimiento es de hablar de nanotecnología, drones, impresión 3D, realidad virtual, realidad aumentada, inteligencia artificial, robótica, hiperconectividad, etc. etc. ¡Estamos en presencia cuasi de la quinta revolución industrial!

Desde la perspectiva sociológica, de la reflexividad, el panorama social es dantesco: Promedio de escolaridad de sexto grado: 50% de jóvenes fuera del aparato escolar; más de un 28% de jóvenes sin empleos; 21.5% de Sin Sin (sin trabajo, sin estudio). Es un andamiaje social aterrador, pavoroso, que se correlaciona con la seguridad pública, con la violencia y la desestructuración de la familia. La falta de empleo conduce a la ruptura familiar, al consumo de las drogas, al alcohol y en gran medida a los feminicidios.

La generación de divisas apunta por ser más competitivos, por ser más innovadores, más creativos, para mirar con nuevos ojos los mercados internacionales, para exportar más y mejor; por crear más empresas con capital intensivo, de mayor agregado de valor. Las exportaciones en nuestro país han estado estancadas, apenas crecieron un 2%. Tenemos que producir más divisas para poder importar de manera más fluida, que no comprometa más el financiamiento para el consumo, para que las exportaciones y las importaciones sean más balanceadas y no como ahora con un déficit tan pronunciado.

¡No nos orillemos a la posibilidad de una turbulencia. Urge fomentar las oportunidades aun en medio de la incertidumbre y propiciar un programa mínimo social que sería la verdadera antesala de un contrato social, génesis de un pacto que el autoritarismo reniega, con su sigilo, su mutismo y sus manipulaciones. Ocho años sin ningún espacio de concertación social!