La convención celebrada por el PRM el domingo pasado, arrojó los resultados esperados y es que sería difícil creer que después del respaldo público de los dos sectores que componen el liderazgo a lo interno de ese partido; tanto Carolina Mejía como José Paliza, no obstante su carisma y liderazgos naturales, no fueran electos por las bases con un margen que no dejara dudas de quienes tienen el control de casi la totalidad de la militancia perremeísta.

La jornada fue ejemplarizante para los demás más partidos del sistema que llevan años sin hacer una restructuración seria, que tienen un liderazgo anquilosado y sin la probabilidad de ser desplazados por tiempo indefinido. Además es una señal positiva, pues por primera vez un partido constituido por antiguos perredeístas; realiza una contienda interna sin causar daños a personas o espacios físicos. Lo que le coloca frente a la sociedad como una entidad con verdadera vocación de poder y revierte aquello, de que entre peñagomistas el lío es costumbre.

No es que esto sea suficiente para lograr lo que busca toda organización cuyo génesis; es la conquista de voluntades que comulguen con sus acciones ideológicas y programáticas para alcanzar por vía del sufragio, el único fin por el cual se constituye… el poder. Sin embargo; esa convención se muestra como la antesala de una institución que está compelida a desdecirse del pasado y convertirse en una fuerza capaz de construir el triunfo en las próximas elecciones, sobre la base de la unidad y el orden.

Hay muchos retos por delante. El más importante, reducir la brecha comunicacional existente entre la entidad y el conglomerado social que se identifica con la misma. Dotar de funciones a unos organismos inoperantes y hacer de ese partido una institución fuerte, cuyas normas estén por encima de las tendencias que al día de hoy, se debaten el liderazgo interno, haciendo de sus intereses, la plataforma en donde descansa la armonía partidaria.

Falta crear mecanismos de corte social y político para echar andar un partido que nació grande, pero que por las dificultades que presenta el sistema y por celeridad con fue construido, hoy por hoy, deja la sensación en los ciudadanos interesados en un cambio en el timonel del Estado, de que su papel opositor ha sido tímido y en algunos casos nulo.  Consolidar su fortaleza y brindar la posibilidad a otras fuerzas políticas y la sociedad en general, de crear una coalición que tenga como fin único, sacar al PLD del poder, despejados de personalismos y mezquindades que nada bien le hacen al sistema.

Urge; que sus nuevas autoridades reflexionen sobre el papel que debe jugar un partido que pretende desplazar del Palacio, la maquinaria corrupta que ha usufrutuado el dinero del erario público para provecho de propio y de sus relacionados. Por ello es preciso dar apertura a sus estructuras, en las que necesariamente; deben ser escuchados los hombres y mujeres de buena fe, para concretar el proyecto de partido por el que han luchado desde su salida del otrora PRD.

Deben aprender, sin que ello signifique la vulneración de los derechos de sus afiliados, a lavar los trapitos sucios en casa y evitar que los conflictos internos salgan a luz pública. Pues con esto se evitarían los ruidos que utilizan las bocinas pagadas por el gobierno para crear la sensación de que esa entidad partidaria, carece de temple para dirigir los destinos del país. Tomando en consideración aquello que dice -Daniel Innerrarity- al explicar que: “El ruido es una información de la que no se quiere saber nada”.