De la página www.definición.de tomo el concepto del título que nos ocupa hoy. “Del latín absurdus, el término absurdo hace referencia a aquello que carece de sentido o que es opuesto o inverso a la razón. El concepto también se refiere a lo extraño, raro, descabellado, ilógico o insensato”.

Sigue diciendo la página referida: “En la lógica, el absurdo aparece cuando una serie de proposiciones deriva, de manera inevitable, en la negación o refutación de cada una de ellas”.

En el diccionario de la Real Academia Española en línea, se señala al respecto: lo absurdo, es lo:

  1. Contrario y opuesto a la razón, que no tiene sentido.
  2. Extravagante, irregular.
  3. Chocante, contradictorio.
  4. Dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado.

Muy a pesar de todas estas aseveraciones y juicios acerca de lo absurdo, en gran medida y en muchos casos, vivimos en el absurdo. Lo absurdo es parte de nuestra cotidianidad social y política. Es decir, a pesar de lo “contradictorio y opuesto a la razón y que no tiene sentido”; de lo “extravagante e irregular”; y más aún, de lo “chocante y contradictorio”; o de lo “irracional, arbitrario o disparatado”, la vida cotidiana, nuestra vida cotidiana está plagada de tantas “absurdidades”.

Quizás valga la pena traer en este contexto el mito griego de Sísifo. El mito de lo absurdo. En la página es.wikipedia se dice que en la mitología griega, Sísifo fundador y rey de Corinto, hijo de Eolo y Enareta, y marido de Mérope, aunque algunas otras tradiciones indican que fue padre de Odiseo con Anticlea, antes de que esta se casase con su último marido, Leartes.

El mito de Sísifo narra su castigo de empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, una y otra vez, y Sísifo, de nuevo, repetía el frustrante y absurdo proceso de empujar la misma roca hacia la cima.

Para no dejar la historia inconclusa, según las narraciones griegas, el castigo de Sísifo no fue más que una malquerencia entre los dioses griegos debido, según Homero, a que Sísifo había revelado al dios fluvial Asopo que el autor del rapto de su hija Egina, había sido Zeus. También se dice, que el castigo había sido a causa de su impiedad, o bien, a su hábito de atacar y asesinar viajeros. En la Odisea se cuenta, que ya en el inframundo, el castigo a Sísifo no fue otro que lo que cuenta su mito.

¿Cuántas “absurdidades” rondan por nuestro patio social? Un estado que invierte miles de dólares en la formación de técnicos de los cuales posteriormente prescinde por razones de política partidaria. Eso es frecuente. Decisiones que se toman al más alto nivel, cuando las evidencias científicas de los estudios dictan lo contrario. También, bastante frecuente. Iniciar una campaña de vacunación con unos criterios, para luego cambiarlos, sin que se pueda comprender las razones de este cambio.

Ante la evidencia de que, a pesar de los millones de dólares invertidos en educación en la formación docente desde inicio de Plan Decenal de Educación 1992-2002 hacia acá y que los logros de aprendizaje que exhiben nuestros estudiantes en las evaluaciones nacionales e internacionales son muy bajos, se toma la decisión de “ser más exigente en el ingreso a la formación inicial docente”, poniendo cómo condición de ingreso evaluaciones de conocimientos y competencias necesarias, que puedan asegurar un mejor profesional de la educación. Aún más, decisión ésta abalada por todos los sectores sociales que se dieron cita y firmaron el Pacto por la Calidad de la Educación en el 2014, y por supuesto, apoyada por amplios sectores sociales a través de los medios de comunicación social, hoy lo absurdo, cual Sísifo, emerge desde las entrañas mismas de los intereses particulares.

Por supuesto, cual Sísifo, nos veremos todos, como sociedad, intentando subir la piedra a la empinada montaña, una y otra vez, sin poder alcanzar la meta consensuada.

Quizás debamos, cual absurdo, romper todos los termómetros en las clínicas y hospitales por el solo hecho de hacernos conscientes que el paciente aún debe tener alguna infección que los antibióticos no lograr eliminar, pues la fiebre continúa. También deberíamos olvidarnos y echar a la basura las ya famosas PCR que no hacen otra cosa que decirnos que el dichoso y temeroso virus de la familia coronavirus, COVID-19, está rondando por nuestro cuerpo.

Lo más triste de este caso, es que esta situación sea el propósito de académicos, en los cuales suponemos una mayor conciencia sobre la necesidad e importancia de que podamos formar mejores maestros, y de lo que eso significa.

Hacer uso del argumento de que con ello se está impidiendo el ingreso a la universidad de miles de jóvenes provenientes de las capas más pobres para formarse como maestros y, posteriormente (eso no lo dicen) “anclarse” en la carrera docente con todo lo que ello significa, no solo es un absurdo, sino también algo “contradictorio y opuesto a la razón y que no tiene sentido”; “extravagante e irregular”; “chocante y contradictorio”; “irracional, arbitrario o disparatado”, sobre todo cuando procede de personas del ámbito académico, los cuales siempre las he considerado, como “héroes sociales”, que pudiendo tomar otras decisiones en su vida, asumieron el de la formación profesional docente, como un propósito de país, sacrificando muchos otros beneficios que otras decisiones les hubiesen otorgado.

No, por Dios, la educación de una sociedad, la formación de los ciudadanos de un país, incluso como el nuestro, que históricamente ha tenido que enfrentar dictaduras e invasiones, no se merece que la despojen de un mejor futuro.

Hagamos uso de un vocablo de los finlandeses, SISU, y que en la cultura popular dominicana tiene una expresión más pictórica, “hay que sacar de abajo”, si queremos alcanzar lo que nos hemos propuesta desde hace ya más de 30 años, una educación donde todos los niños, niñas y adolescentes, sobre todo los más pobres, aprendan, se desarrollen plenamente, siendo la escuela, como ellos mismos señalan en los dos estudios sobre Educación Cívica y Ciudadana, “la institución social en la que ellos depositan sus mayores esperanzas”.