El viernes, en el Centro Cultural Perelló, lloré de emoción, rabia y tristeza cuando Chiqui Vicioso me presentó teatralmente a “Andrea Evangelina”, valiente ser luminoso que hace casi un siglo, siendo mujer, pobre y negra  (estigmas que no han desaparecido del todo), fuera la primera ginecóloga y pediatra del país, y regresó desde Francia a la selva trujillista para ser pionera en planificación familiar, educación sexual y derechos de la mujer. Pagó amargamente su osadía con escarnio, cárcel y tortura, hasta ser llevada al olvido de sí misma. (Gracias, Chiqui, por sacarme estas lágrimas).