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Las crisis que se solucionan son las que

encuentran a los hombres mejor preparados.

C. Licciardo

La Ética es el estudio de la naturaleza y fundamento moral, en cuanto conducta debida, así como el de la realización moral, no sólo como una empresa individual, sino también como empresa colectiva.

El comportamiento moral solo lo es del ser humano en cuanto que sobre su propia naturaleza crea una segunda realidad a través de sus acciones. Con sus acciones, los seres humanos somos los únicos que hacemos historia y al hacer historia nos realizamos a nosotros mismos.

Como señala Adolfo Sánchez Vásquez, los hombres no sólo actúan moralmente, es decir, se enfrentan a ciertos problemas en sus relaciones mutuas, toman decisiones y realizan ciertos actos para resolverlos, y a la vez juzgan o valoran de un modo u otro esas decisiones y esos actos, sino que también reflexionan sobre ese comportamiento práctico, y lo hacen objeto de su reflexión o de su pensamiento. Se pasa así, del plano de la práctica moral al de la teoría moral, o también, de la moral efectiva, vivida, a la moral reflexiva. Cuando se da este paso, que coincide con los albores del pensamiento filosófico, estamos ya propiamente en la esfera de los problemas teórico-morales, o éticos.

En su comportamiento moral práctico, los seres humanos no sólo realizan determinados actos, sino que además los juzgan o valoran, es decir, formulan juicios de aprobación o desaprobación de ellos, y se someten consciente y libremente a ciertas normas o reglas de acción.

Por eso la Ética es teoría, investigación o explicación de un tipo de experiencia humana, o forma de comportamiento de los hombres: el de la moral, pero considerado en su totalidad, diversidad y variedad.

De ahí que el valor de la ética como teoría está en lo que explica, y no en prescribir o recomendar con vistas a la acción en situaciones concretas. Por lo tanto, la ética es explicación de lo que ha sido o es, y no simple descripción.

El entorno de hoy, sumamente competitivo y al mismo tiempo con reglas de juego más uniformes, más homologadas universalmente, precisan de un profesional donde su praxis social sea lo más diáfana, nítida y transparente posible, para desdibujar lo más posible la opacidad, la oscuridad y lo borroso en nuestras acciones y conductas.

El profesional de hoy tiene que asumir una actitud de múltiple direccionalidad, que se conjuga en: Su empresa; La sociedad; Colegas; y Grupos de interés

En sus múltiples direccionalidades, la ética nos ayuda a tomar mejores decisiones. El propósito de la ética no consiste en cambiar el comportamiento de las personas, sino en permitirnos reflexionar y ese reflexionar, coadyuva a un mejor camino para con los demás y uno mismo.

La ética es un descubrir lo que debemos hacer, es un comprometerse cada día con un proceso. Es un indicador del camino adecuado para llevar a cabo la acción. La ética es pues, un proceso de reflexión. La ética no es un mero recetario para controlar y sancionar conductas.

En tanto que reflexión ética, ella nos pauta para crear las normas que nos permitirán interactuar con los demás con éxito, contribuyendo a la necesaria empatía y en consecuencia a relaciones positivas y permanentes. La ética, mejor entendida, es un mecanismo de la socialización, es una extensión.

En una verdadera visión ética, subyace el control social. El control social, como los medios y métodos utilizados para inducir a una persona a actuar de conformidad con las expectativas de un grupo particular o de la sociedad total. (Bruce y Cohén).

Esa perspectiva, nos lleva a comprender que la ética genera las pautas que solidifiquen el necesario clima de convivencia social. El nivel necesario de organización social, como el orden dentro de la sociedad, visto en una dimensión sinergética y como proceso.

Lo interesante como líderes, es la necesidad de internalizar las normas éticas, para que la sociedad cambie y pueda seguir genuinamente democrática, participativa, plural e incluyente.

Lo que estamos viendo en el día a día, es un conjunto de conflictos de normas, donde los mecanismos formales e informales del control social no están funcionando. El comportamiento desviado en el cuerpo social dominicano, se está verificando como algo normal. Existe un culto a valores antisociales.

El aprendizaje social, en el cuerpo social de la sociedad dominicana, en lo que respecta al comportamiento desviado, es profundamente apesadumbrado, triste, es un desconcierto pavoroso.

Son tan sistemáticas las desviaciones sociales, que una gran parte de la comunidad lo asume como normal, otro segmento lo observa con pavor y los nuevos líderes lo ven como un reto para la necesaria reforma social.

Una reforma social necesaria, puesto que nos encontramos en el trayecto de la entropía y la anomia social. Para Emilo Durkheim, el concepto de anomia social, es un estado de anormalidad o desarraigo resultante de la incompatibilidad que hay entre las expectativas culturales y las realidades sociales.

Tenemos que visualizar el pasado y el presente en una perspectiva conjugada de futuro. De futuro con valores. Y, como decía el Papa Juan Pablo II, los valores son los apoyos en los que fundamos nuestras acciones.

Como decía Joel Barrer, en su interesante libro sobre los paradigmas, con el pasado no podemos hacer nada, si somos inteligentes debemos de aprender que el presente es solo un instante en la dinámica societal, es en lo que está por suceder donde encuentra todas nuestras posibilidades.

Veamos, pues, ese futuro con optimismo renovado, con profunda visión de futuro, para que podamos seguir cristalizando una sociedad viable, en perspectiva halagadora, de un vivir, de un poder soñar.