Las masivas movilizaciones de jóvenes y adultos en las principales ciudades del país, reclamando respeto a la democracia y la renuncia de las autoridades y funcionarios principales de la Junta Central Electoral, revelan una profunda y creciente deslegitimación social del PLD, del Gobierno de Danilo Medina y del arbitraje electoral nacional. 

Esas impactantes manifestaciones, reforzadas este fin de semana con sonoros cacerolazos en residenciales y restaurantes de la alta clase media, se iniciaron sin convocantes ni lideres específicos. Las protestas se han extendido allende los mares: Toronto, Paris, Madrid, Nueva York y otros.

Los acontecimientos de masas, suscitados de manera espontánea y en veloz cascada, han remecido el Gobierno de Danilo Medina, y mantienen confundidos a los principales sectores facticos y de poder económico del país, hasta el punto de que casi no pueden armar los consabidos diálogos de mediación en un contexto en el cual los interlocutores ya no son – exclusivamente- las dirigencias políticas tradicionales, ni aquellos gremios populares hoy seriamente debilitados.

En resumen, los partidos políticos no convocaron ni organizaron las movilizaciones en la Plaza de las Banderas, ni las manifestaciones en el interior del país, ni los cacerolazos y tintineos de las últimas noches. Consecuentemente, no pueden desconvocar lo que no han convocado.

Ahora bien, lo que si debemos reconocer es que Luis Abinader, contra pronósticos y percepciones, inició hace cerca de tres años una campana por el cambio político. La dotó de logo, línea gráfica y un ingente programa de encuentros sectoriales y comunitarios de “escuchando la gente”. No me olvido de aquel emotivo conversatorio al aire libre en la comunidad semi rural de Licey, entre Punta y Mata San Juan, Santo Domingo Norte.

El vigoroso ritmo de recorridos seguido por Luis Abinader entre diciembre pasado y mediado de febrero fue temerario en términos de su salud, pero contagió a la militancia de su partido y gran parte de población de que las elecciones del 15 de febrero serian, sin dudas, la antesala de una gran victoria en mayo. 

Ese extraordinario despliegue de energía y consagración hizo crecer la ola nacional por el cambio, empujando casi todas las candidaturas municipales del PRM. El resultado fue una modificación radical del mapa de preferencias electorales para el 16 de febrero; mapa que se le dibujaba patente a Danilo en las propias encuestas del Gobierno.

Con el tiempo encima y las elecciones de mayo esperándolo, la única “salida” encontrada por los genios del PLD fue sabotear las elecciones municipales, es decir, recurrir al chacumbelismo político que hoy cobra generosos réditos en la Plaza de la Bandera y en los cacerolazos. Simplemente, al PLD y Danilo les llegó su hora.