Cuenta la leyenda, convertida ya en historia, que un hermano de Atahualpa,  llamado Rumiñahui, general y cacique ecuatoriano como aquel exclamó, la frase que titula este artículo,  antes de que lo descuartizaran los españoles en el año de 1534.  En el pueblo turístico de Otavalo, en los Andes ecuatorianos, hay una estatua de Rumiñaui que visité y en el aeropuerto de Madrid, Barajas, junto a un poema de Miguel Hernández, mas de una vez, me he detenido a leer una inscripción en la pared que recoge aquella sentencia luctuosa y desafiante: LES FALTARÁ CORDEL PARA ATARNOS.

¿Qué me ha hecho recordar esta historia?

Creo que de verdad, sin aspavientos innecesarios, eludiendo las burlas a las que no soy adicto, sin regocijarme en la desgracia ajena, pero viendo la realidad y lo que se perfila no creo que haya suficientes celdas ni recintos penitenciarios en este país para albergar a los que, con plena justicia, evidencia abundante y toda corrección en el trato y los procedimientos, están siendo investigados y sometidos a la justicia acusados de corrupción.  NOS FALTARÁN CARCELES PARA ENCERRARLOS.

Y ¿Qué le pasó a esta gente? Me preguntó hace algunos minutos un amigo.

-Enloquecieron- respondí.