Estrenamos primarias en sus dos modalidades: abiertas y cerradas. Un punto de progreso en este tortuoso aprendizaje. La Junta Central Electoral (JCE) facilitó su administración al incorporar el voto automatizado. La experiencia nos mejoró en procesos democráticos, pero nos confirmó en viejos atrasos culturales. Nada distinto a lo de ayer o a lo de siempre: denuncias de compraventa de votos, manipulación de resultados, usos logísticos del Estado; en fin, la reposición del viejo libreto como para no soñar con premiaciones.
En el PRM, con padrón cerrado y una participación escasa, todo fue aburrido y predecible. En el PLD se escuchan los crujidos infernales que describió Dante en la Divina comedia, y hay razones para ello. Como partido de liderazgos únicos, el dominio compartido no cala; además, la diferencia fue muy apretada, lo que legitima cualquier sospecha. Por márgenes más amplios se recuerdan pleitos históricos.
Creo que en ambos litorales hubo subestimaciones. Del lado oficialista se pensó que frente a un “desahuciado político” bastaban los recursos del Estado; del lado leonelista se dudó de las destrezas del gobierno para armar un proyecto competitivo en dos meses. Los resultados constituyen un justo balance de esas concesiones.
El gran dilema del PLD es que con las fuerzas ya preelectoralmente medidas está condenado a conciliarse. Cada quien conoce su fortaleza y en nombre de ella exigirá derechos. El hecho de que la correlación esté tan pareja hace más difícil la solución, pero uno de ellos deberá ceder y no creo que sea Gonzalo.
La historia de las crisis electorales ha impuesto como dogma que quien termina arriba no negocia su posición. Si a eso se le suma un clima de recíprocas negaciones en un ambiente crispado, entonces lo que se avecina al PLD es el Apocalipsis. Imaginar a Leonel levantarle la mano a Gonzalo es surrealista. Nunca pasó por su cabeza. Es más creíble pensar en otros ensayos, aún fuera del PLD. El Gobierno no cederá. Si se da el tranque, el danilismo (con el control de las estructuras del partido) arrinconará a Leonel para que ceda o salga. Es más, aun con un entendimiento político en la mano, la unidad será muy quebradiza. Tampoco hay mucho para negociar, considerando que la mayoría de los cargos electivos fue definida en estas primarias y el tiempo, estratégicamente valioso, no aguarda. Pero ese será otro escenario; ahora la batalla de Fernández es probar que ganó.
Lo que le espera a Leonel Fernández es una cruzada colosal sin la garantía de que logre revertir los resultados y, en el improbable caso de que lo consiga, contar con el apoyo del Gobierno. Para el danilismo, en cambio, posicionar su candidato sin el apoyo de Leonel Fernández es llevadero. Si ya demostró que puede fabricar a un candidato mudo e inexperto en sesenta y seis días, cuanto más comprarle la lealtad a los cuadros de Fernández aunque se explote la nómina pública.
Veremos a un Leonel infundido y dispuesto a lograr el impacto que sus adversarios quisieran diluir. Si el proceso hubiera estado bajo la regencia completa de las estructuras del partido como era antes la posibilidad de impugnarlo podrían ser auspiciosas. En ese caso la JCE se limitaba a comprobar pruebas y argumentos de situaciones que no estaban bajo su control; la realidad de hoy es distinta porque se invocan fallas intencionales en los procesos y plataformas gestionados por la propia JCE. En otros términos, la imputación, de por sí grave, constituye un cuestionamiento al trabajo de la JCE, entidad que, al margen de procurar la verdad, cuidará con celo su gestión en una apurada situación de juez y parte. La posición del Comité Político, mayoritariamente danilista, sería plegarse a la decisión de la JCE confiado en que esa entidad no evitará defenderse.
Echar la pelea dentro del PLD es más desgastante para Leonel Fernández que hacerlo fuera. Con los músculos ya probados en estas primarias, podría forzar un escenario de segunda vuelta donde él pasaría a ser, como posible tercera fuerza, factor de decisión. La gran pregunta es ¿lo haría? Ahí entran mis dudas. No creo que tenga esas fibras; una decisión como esa determinaría su retrato histórico. De hecho, el deseo inconfeso del danilismo es disipar por siempre la amenaza de Leonel dentro del PLD, más cuando el plan es habilitar a Danilo Medina para que vuelva en el 2024 y quizás en el 2028.
Lo que le espera a Fernández, de persistir en sus propósitos, lo iniciará en las grandes batallas políticas, ya que desde que recibió el relevo de las manos de los dos grandes caudillos del siglo XX, su carrera ha sido pasadera. Basta considerar que este constituye su primer revés. De manera que esa circunstancia puede animarlo a tomar decisiones inéditas, pero aun así creo que al final se impondrá la aceptación negociada. Danilo, como karma de su vida, siempre estará en vigilia para molestar sus sueños y esta vez debe estar saboreando su dulce venganza; claro, como siempre, calladito.