Sí a alguno de los 1,200 millones de cristianos en cualquier lugar del mundo se le ocurriera la grave apostasía de compararse con Cristo Jesús, Hijo de Dios,  es seguro que se ganaría un ramplimazo del obispado correspondiente, entre burlas y morisquetas del resto de los cristianos, además de que sería un caso de interés psiquiátrico. No dudo que algo similar pudiera ocurrir cuando casi 400 millones de budistas se enteren de que en una remota isla del Caribe un político apóstata ha declarado públicamente ser Sidarta Gautama Buda parte II. (Por cierto, en sus mítines ya aparecen pancartas que rezan: "Primero Dios y después Leonel").