Lejos de bajar, la Marea Verde permanece y crece, a pesar de algunos pronósticos, de escepticismos y del deseo de que finalice de parte de un significativo número dirigentes del partido de gobierno y de la oposición. Es comprensible, en un país donde generalmente todo es breve, frágil y leve, principalmente en las relaciones políticas, sociales y hasta de pareja, ante cualquier fenómeno inusitado instintivamente se tiende a pensar que este será breve.Mucha gente no calibró en su justa dimensión la marcha verde del 22 de enero, tampoco las sucesivas y ante el entusiasmo que concita la del próximo domingo 21 en Azua y su aparición en el populoso barrio de Capotillo, quien no la aquilate correctamente el significado de este fenómeno, máxime si es dirigente político, es ciego o estúpido.

La generalidad de los nuevos movimientos de carácter político en la sociedad moderna son muy similares, pero sus  contextos  los diferencian sustancialmente. Por ejemplo,los movimientos de la llamada “primavera árabe”, no tenían ese sustrato de luchas políticas, sociales e ideales que sí tuvieron Podemos y Syriza en España y Grecia, respectivamente, y el reciente movimiento político/estudiantil de Chile; estos tres tenían tras de sí la historia del movimiento obrero y socialista/comunista, algo de que adolecían los de la “primavera árabe”. En los casos de Podemos y Syriza,el contexto sociopolítico les permitió convertirse en partidos y acceder inmediatamente a instancias claves del poder. Casi por las mismas razones, el movimiento chileno logró llevar al Congreso a algunos de sus dirigentes.

En nuestro país, el Movimiento Verde no tiene un contexto con los elementos esenciales que catapultaron de inmediato a los movimientos arriba citados hacia conquistas políticas de gran trascendencia. Pero, aunque sin esos elementos, el nuestro tiene factores  a su favor que pueden potenciar su permanencia y expansión. Se desarrolla con un gobierno inmerso en una profunda crisis de credibilidad, dando palos a ciegas para reprimir las demandas de la población, con el partido que lo sostiene con graves contradicciones internas y con el principal partido de oposición inmerso en un proceso de lucha entre sus principales líderes por la nominación presidencial, que podría ser normal en otro contexto,pero en medio a una coyuntura como la creada por el Movimiento Verde esa lucha interna podría arrastrarlo hacia la insignificancia.

además de esos factores, el hecho de que el Movimiento Verde se haya mantenido en ascenso y expansión territorial por más de 4 meses, comenzando a despuntar en los barrios populares, con una composición etaria donde la mayoría de sus adherentes tiene una edad que oscila entre los 35/50 años (la que más vota) y la generalidad de ellos con un significativa experiencia de lucha en sus espaldas,constituyen signos de que este es una realidad con potencialidad para provocar un cambio sustancial en el sistema político dominicano. ¿Cuáles y cómo?, todavía no se sabe, pero en política las potencialidades de un movimiento o circunstancia pueden no cuajar como la generalidad de la gente predice o desea, pero el mero hecho de haberse presentado impacta objetivamente en el posterior desarrollo del sistema.

El Movimiento Verde, la versión dominicana de los nuevos movimientos político/sociales, a diferencia de lo que muchos pueden pensar, ya tiene profundo significado en el sistema político dominicano, ningún partido o movimiento puede estar ajeno a su existencia y posible impacto en el futuro inmediato de la sociedad dominicana, sobre todo, en las próximas fechas del calendario político del país, vale decir las próximas elecciones. Si este movimiento echa raíces en los barrios populares de los principales centros urbanos del país, como parece, su dinámica en términos políticos y de cultura política adquiría un ritmo de difícil manejo de parte de sus principales animadores.

Y es que los movimientos político/sociales, a veces toman un derrotero inesperado y eso obliga a mayores esfuerzos de comprensión del mismo, a mayores niveles de madurez, tolerancia y generosidad en su conducción. Eso implica un necesario mayor nivel de integración de parte de una diversidad de gente que participa del movimiento, aunque no se involucra activamente en los procesos de discusión y/o articulación de sus actividades. De esa manera se diversificarían las perspectivas de análisis y orientación del movimiento en el sentido de sus objetivos fundamentales: producir un cambio en la cultura política dominicana, fundamentalmente en la forma en que la clase política se ha conducido en este país.

Es el gran reto que tienen ante sí tanto los principales organizadores, como los demás integrantes de una Marea Verde que lejos de bajar, crece, se mantiene y se expande.