En el marco de una democracia, existen cuatro pilares que  decanta la Gobernanza,  esto  es, el espíritu  en la consecución  del desarrollo económico, social e institucional, sustancial y sostenido  de una sociedad. Esas dimensiones o  variables son: El Imperio de la ley, o, dominio  de las leyes; la división  de poderes  del Estado. Las otras dos son: El  respeto  a las opiniones  de los demás, tomando en cuenta las minorías y la economía  de mercado.

En nuestro tejido político social y económico prevalecen dos, en detrimentos  de los primeros  señalados, que son los que finalmente  determinan el por qué nuestra democracia sufre  de una pésima  tautología  que no le permite  dar el salto  de la horrible  transición. Esa execrable ausencia del dominio  de las leyes y el dominio  de un poder  en detrimento  de los demás poderes públicos, expresa porque no somos una sociedad más inclusiva y la profunda  descomposición política; el deterioro institucional y el abuso  de poder. Constituyen, por  decirlo así, los ejes  que permean la  transparencia y la legitimidad  de las decisiones y acciones  de parte  de los  actores políticos.

La legitimidad y la Gobernanza  efectiva, conforman  y  descansan en valores compartidos  que hacen que una sociedad permanezca unida. Guía  una visión que acompaña   a sus ciudadanos hacia un proyecto común  que viabiliza los resortes medulares para alcanzar como nación los puntos  cardinales que hace posible mas cohesión social y mayor elementos  de confianza en sus instituciones. Hoy,  el déficit  de confianza  en las instituciones,  es  verdaderamente  espeluznantes.

La realidad política  es que no hay una armonización razonable  de las  reglas  del juego, que todo  se  vale siempre que  se  tenga poder y el desorden institucional, bosquejado en la informalidad  es la norma. Costumbres, tradiciones, son trastocadas para levantar los signos  del poder. La  realidad política  es que los  actores políticos no gobiernan para solidificar el puente entre el presente y el futuro, sino en base  a un pragmatismo  salvaje que  se asienta en el día  a día,  a golpe  del juego  de las emociones y  de la coyuntura.

Tenemos una clase política que juega al bingo  de lo postural y no mira  lo  estructural. Unos poderes facticos  que observan solo el presente, sin  darse cuenta que en el desconocimiento  de la  realidad  actual, se devora, se engulle el futuro. Es lo que hizo, por ejemplo, La Comisión  que investigo La Licitación y Adjudicación  de Punta Catalina. Obro  con un malabarismo: Cuido el juicio  de la historia,  a  través  de todos los anexos  de la investigación y  se quebró en el presente, como si fuera  un instante,  de la imagen  de los comisionados, en  aras  de “darle un respiro  de legitimidad , de estabilidad al Ejecutivo”. Unas conclusiones de una medianía de la decencia sin el más mínimo vigor  de lo consecuente. Gobernar  es mucho más que  gerencial, pero la contiene, al tiempo que la  trasciende. El  Estado  no  es una empres Hoy, la Legitimidad y Gobernanza, atraviesan, inexorablemente, por el cuerpo  de la previsibilidad, la  transparencia, la eficiencia, la eficacia y la calidad, como cuasi una ideología, para lograr la  articulación más  expedita  en la pauta  del Estado. Su oclusión, impide la  estadía  de un Estado moderno.

Cuando desde la sociedad civil, en todas sus manifestaciones ( Medios  de comunicación, las iglesias, las universidades, las empresas y otras organizaciones sociales), así como una buena parte  de la oposición,  exigen  transparencia,  rendición  de cuentas, con tanto grado  de sistematicidad, es que los  actores políticos protagonistas principales,  están  actuando con una fuerte autocracia, con un denodado autoritarismo y  exclusión, que  sangran en la opacidad, como ribetes  de dominación; produciendo  una  democracia cleptorizada. La  democracia  secuestrada y con ella, la secuela  de mas signos ominosos de despotismo.

Las huellas  del despotismo  se produce cuando los que dirigen gobiernan desconociendo las leyes, la constitución y los pilares institucionales en que ha  de operar una sociedad organizada  bajo los parámetros  de la democracia. Cuando  se exige, hoy, que los jueces  de la Suprema y del Tribunal Superior Electoral, no  sean  de partidos políticos, algo  tan natural, para que opere con legitimidad , en nuestra  realidad política, es una meta a alcanzar, lo que indica es  el alcance  de la calidad  de los  actores políticos y lo que  trae ello consigo: Una “democracia” sin demócratas.

Incluso, lo que aquí se vanaglorian  y bendicen como un éxito, que  es el crecimiento de la economía; si auscultamos la valoración  de políticas  macroeconómicas  sanas, nos daremos cuenta  de la validez  real  de las cosas. Las políticas macroeconómicas  sanas,  abarcan:

1) Crecimiento  de la economía; 2) Equilibrio Fiscal; 3) Baja Inflación; 4) Control del gasto y  la   

Calidad  del mismo; 5) El peso  de la deuda con  respecto  a las  recaudaciones del Estado,  es decir, las capacidades  reales  de financiarla; 6) Cualificación  de los determinantes del crecimiento de la economía; 7) La problemática  del empleo; 8) La Economía Real: La  que produce riqueza, mas allá  del peso  de la economía financiera.

El espacio vital, no puede  ser otro que evitar  las  tensiones que hay  en la  realidad,  desconfigurando fracturas, erosiones. Para ello,  se  requiere una mayor legitimidad social y política, que nos lleve por una Gobernanza más  efectiva, más  eficiente, más  transparente, mas tomar en cuenta la cultura dialógica, mas la comprensión  de la diversidad y el necesario respeto  a las  minorías y al conjunto  de la sociedad. ¡Es, después  de todo, la asunción  de la normatividad previsible; el funcionamiento  institucional como motor protagónico  de la sociedad!.