Al bordar la “guagua” con destino a Santiago, en el nueve, todo pintaba normal. Ya dentro del autobús, busqué con la mirada un puesto libre para sentarme. —sí, está ocupado–, me dijo una señora al preguntarle por el asiento a su lado. Ella quería dos puestos por el precio de uno. Yo, que “conozco al cojo sentado y al ciego durmiendo” imaginé la segunda intención de la señora. A sabiendas, continué unos pasos más adelante y ahí estaba Francisco, sentado justo del lado de la ventana, saludé y pregunté lo propio. Una respuesta positiva auguraba una compañía productiva.

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La compañía de transporte de pasajeros AETRABUS, que utilizo con frecuencia, dispone de tres estaciones donde uno puede comprar su pasaje en Santo Domingo. Por comodidad y economía, utilizo la de la avenida San Martín, casi esquina Máximo Gómez. De aquí me llevan al kilómetro nueve de la Autopista Duarte, lugar de la tercera estación. Si vas para Santiago, en el nueve toca desmontarse de la guagua para subir a la que está en turno. Esa rutina se repite en mí todos los sábados, bajar de uno para subir al otro.

Francisco es un ex capitán del Ejército Nacional. Nació en 1963, igual que yo, tiene 54 años de edad. Es chofer de oficio, como profesional del volante tiene serias críticas al comportamiento de los choferes en el país.

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Así que, cuando el sábado 26 mayo recién pasado, pasé de un autobús al otro, era imposible imaginar que me esperaba un viaje tan ameno y productivo. En el mismo momento que caí sentado, Francisco se auto presentó. A mí, me correspondió hacer lo mismo. 

Sin que yo supiera la razón, Francisco inició la conversación cuestionando la forma como se maneja en este país. —Manejar es una responsabilidad–, dijo. —Pero muchos no lo asumen así–, recalcó.

Me contó, que en una ocasión en que trabajaba manejando un camión como distribuidor de hielo, un grupo de motoristas estuvo a punto de darle una paliza. Los motorizados, estaban seguros que Francisco había provocado un accidente donde casi pierde la vida el conductor de una camioneta. –Yo, incluso, fui con ellos al cuartel de policías, yo mismo los invité–, me dijo. Luego, resultó que un compañero de él, que conducía un camión de la misma compañía, era quien había cometido la imprudencia por la que casi lo linchan.

Cuando uno está manejando, tiene que pensar en las otras personas que transitan por la misma carretera, en tu misma dirección, o en vía contraria a la tuya. Hay que estar muy pendiente de los peatones –, afirma Francisco.

No conforme con su explicación, Francisco enfatiza sobre la complejidad de la conducción de un vehículo. Cree que en República Dominicana hay muy poca gente que sabe lo que implica manejar en la calle.

Manejar es algo muy complejo, uno tiene que estar pendiente de todo, del que viene de frente, igual de los de atrás y eso no es nada fácil. Incluso, tienes que saber cuáles son las referencias técnicas de la carretera por donde transitas –, acentúa Francisco.

Es más, yo me voy más lejos–, dijo Francisco con ligera emoción. —El que maneja un vehículo tiene que conocer, incluso, hasta la velocidad para la que fueron diseñadas las carreteras por donde transitas–, explicaba mientras su ánimo crecía.

De modo, que Francisco es, a todas luces, un profesional de la conducción vehicular, un maestro del volante. —Tengo 35 años manejando y nunca he chocado ni atropellado a nadie–, me dijo con orgullo.

Según las lecciones de como conducir vehículos ofrecidas gratuitamente por Francisco, no estaría de más ponerlas en práctica en lo adelante. ¡Es más!, es una buena idea tenerlo impartiendo clases de conducción en una de esas escuelas de choferes que abundan a granel.