Hoy por la tarde recibí la lamentable noticia del fallecimiento de Leandro Guzmán, dirigente histórico del Movimiento 14 de Junio (1J4) de la República Dominicana, amigo muy querido y compañero en ideales con quien he guardado una larga y fraternal relación.
Quisiera en cariñoso homenaje, hacer algunas remembranzas de su paso por México y de la estrecha relación que hemos mantenido.
Nos conocimos con Leandro en México, en los primeros meses de 1965. En ese tiempo buscó a Lázaro Cárdenas, ex-presidente de la República, de quien Leandro tenía referencias de su firme compromiso de solidaridad con quienes en nuestro continente luchaban contra las dictaduras y por la soberanía y la democracia. Lázaro Cárdenas, mi padre, se desempeñaba en ese tiempo como Vocal Ejecutivo (equivalente a Director) de la Comisión del Río Balsas, un organismo gubernamental encargado de promover el desarrollo de una amplia región del centro sur del país. Yo, ingeniero civil, tenía a mi cargo coordinar la construcción de la Presa de la Villita, sobre el curso principal del río Balsas, que forma límite de los estados de Guerrero y Michoacán, en las inmediaciones de su desembocadura en el Océano Pacífico.
En nuestro primer encuentro, además de manifestar Leandro su interés de trabajo, que le digo existe la posibilidad inmediata en la Comisión del Balsas, me platica de los incidentes y peripecias que tuvo que sortear para llegar a México, de la represión de la dictadura de Trujillo, del Movimiento 14 de Junio, de Manolo Tavárez, del asesinato de las hermanas Mirabal, de María Teresa su esposa entre ellas, de la insurrección del 1J4 después del derrocamiento del gobierno de Juan Bosch, que tenía varios meses en México laborando en una empresa constructora y que había llegado a México con Yolanda, su esposa, y Meriloi y Juan de Dios.
La construcción de La Villita se encontraba en sus comienzos y mi padre canalizó a Leandro conmigo. En nuestro primer encuentro, en las oficinas de la Comisión en la ciudad de México, le dije a Leandro que lo invitaba para que colaborara como ingeniero en la construcción de la presa. De inmediato respondió afirmativamente y sólo preguntó que cuando y donde debía presentarse al trabajo, la respuesta fue ya, mañana mismo si fuera posible.
En ese tiempo el viaje de la capital a Melchor Ocampo del Balsas, poblado cercano al sitio donde se estaba realizando la construcción, requería de una dos largas jornadas de automóvil, parte del trayecto por camino sin pavimento. Pues hacia allá emprendió Leandro el viaje al siguiente día de nuestro encuentro en la capital. Yo lo seguí unos días después.
Melchor Ocampo del Balsas, en el estado de Michoacán, tendría en ese tiempo no más de 2500 habitantes. Aun cuando era cabecera del municipio, no contaba con redes de agua potable ni alcantarillado, ni servicio de energía eléctrica y sólo era posible llegar en auto durante la temporada de secas, pues con las lluvias, de junio a octubre o noviembre, el camino se cortaba.
Leandro ocupó el cargo de ayudante del ingeniero residente, que era yo, y tenía que ver con apoyarme en la coordinación general de la obra y por lo tanto con todo. La presa es una obra hidráulica de importancia; el río Balsas es la corriente mas caudalosa de nuestra vertiente del Pacífico; al encontrarse la construcción con la mayor intensidad, laboraban alrededor de 3500 trabajadores; además de la presa que retiene las aguas para almacenarlas, el proyecto cuenta con una importante planta hidroeléctrica; para llevar a cabo la construcción hubo que tender una línea conductora de energía, construir camino pavimentado (unos 250 kilómetros) y un aeropuerto, campamentos tanto para personal de la Comisión, como para los trabajadores de las diferentes empresas ocupadas en la construcción, hospital, escuelas, etc.
La construcción de los campamentos requirió de poco más de un año. Durante ese tiempo, todo mundo estuvo alojado en campamentos provisionales, colectivos. Cuando finalmente se terminaron los campamentos, con casas familiares, una casa, vecina a la que ocupábamos mi familia y yo, la ocuparon Leandro y familia.
Durante el tiempo en La Villita, Leandro, además de cumplir con el trabajo que se le encomendaba, fue un acucioso estudioso de los más variados procedimientos de la construcción de los diferentes elementos del proyecto.
Leandro no siguió la obra hasta su terminación, pues pudo regresar a su país al restablecerse la democracia, donde, es bien sabido, participó en el diseño y construcción de varios de los proyectos hidráulicos más importantes del país, tanto al desempeñar cargos de gobierno como en su actividad privada.
Leandro pudo acompañarnos en La Villita, en 1969, al llevarse a cabo su inauguración formal.
Desde entonces hasta ahora nos mantuvimos en estrecho contacto personal y familiar. Pudimos encontrarnos en diversos momentos, una veces en Santo Domingo, otras en México, y alguna incluso en los Estados Unidos. Conocí y estuve cerca de sus participaciones políticas. Él me acompañó en México en las campañas por la presidencia en que tomé parte.
Además de una fraterna amistad -Celeste y yo somos padrinos de Leyandra; Leandro firmó como testigo en el registro civil de nuestra hija Camila-, siempre coincidimos en nuestras convicciones democráticas y en la lucha por la soberanía de los países de Latinoamérica y el Caribe.
Leandro Guzmán, hermano, amigo y compañero estará siempre presente.
Ciudad de México, 5 de junio de 2021.