De nuevo la religión se constituye en razón de un alto nivel de controversia social, esta vez, por la regulación que se hace en el metro de las actividades promocionales de grupos religiosos con respecto de su fe. El nuevo reglamento que se ha emitido contiene 47 artículos, y entre algunos de ellos se dividen en acápites cuando se citan las regulaciones de prohibición o normas de cumplimiento. El artículo 34 cita las prohibiciones, numeradas en 37 normas y sólo una se ha convertido en polémica social: la que afecta las actividades de adoctrinamiento en nuestra sociedad.

Lo más notorio en la conducta del usuario en el metro, es su insistencia en su derecho al espacio que ocupa, sin respeto al espacio de otro ciudadano. Esta conducta lleva al usuario a hacer uso indebido de las puertas al momento de la entrada y salida de los vagones. Pero este tema no se incluyó en la regulación. Los usuarios impiden el libre tránsito en las puertas por cuidar el tiempo de su salida, o esperan la llegada de su estación para hacer uso del espacio de las puertas para facilitarla, sin tomar en cuenta el espacio o la salida de los demás.

De la misma manera el uso de las escaleras. El usuario se siente en el derecho de pararse en todo el peldaño e impedir el paso a otros. Al punto de llegar a decir que si se quiere subir caminando, se deben usar las escaleras estáticas. Pero curiosamente el hecho de que nuestro nivel de formación cívica aumente o se mantenga estancado no significa algo importante para nuestra colectividad. Nadie ha establecido un intercambio de opinión sobre la pertinencia de las disposiciones que aumentan o mantienen la cultura cívica de nuestros ciudadanos en cuanto al uso del espacio público que constituye este medio de transporte.

Lo que sí es importante es el adoctrinamiento religioso, eso sí nos convoca a polémicas y a juicios sobre su pertinencia. Y lo considero muy atinado, el hecho de que se haya restringido la actividad de promoción religiosa. No por el hecho en sí, sino por el respeto que se debe tener al ciudadano que se encuentra encerrado y que no desea escuchar el sermón, ya sea que esté leyendo o escuchando música. O jugando en su celular. Leyendo? Cuántas veces hemos visto a alguien leer en el tiempo que se traslada en el metro? No, eso nunca, leer en el metro no forma parte de nuestro haber cultural o social, lamentablemente.

No sé ya cuánto tiempo tiene de funcionamiento el metro. Y a pesar de que bajamos las escaleras como caballos provocando, talvez, su pronto deterioro, al menos hemos avanzado, a paso de tortuga nuevamente, hasta darnos cuenta de que debemos ponernos a un lado de las escaleras para no impedir el paso de los demás usuarios. Lento, muy lento, pero es un paso de avance. En cuanto a la preocupación por el adoctrinamiento, debemos entender que nuestro atraso como sociedad en mucho, se debe a los altos niveles que se exhiben en todos los ámbitos. Ya sea religioso o político, el adoctrinamiento es un lastre que debemos superar, promoviendo la independencia de pensamiento y la difusión del pensamiento crítico, que nos ayude a cuestionar y cuestionarnos en cada paso individual y social que andamos. Para que nada ni nadie nos entorpezca subir hasta la cima. Trabajemos por ello.