La Corporación Latinobarómetro acaba de realizar, nuevamente, una exhaustiva investigación de 18 países de América Latina. Resalta en su proemio que el “crecimiento económico y la democracia no van para el mismo lado”. A manera de reforzamiento nos dice “Los avances se ven en los indicadores económicos, no en los políticos y sociales”.
Lo que nos está diciendo Latinobarómetro es que los latinoamericanos estamos perdiendo la fe y la esperanza en el régimen de la democracia, de que “no se observan indicadores de consolidación, sino indicadores de des-consolidación, hay un deterioro”. Estamos en presencia, como aluden ellos, frente a una democracia diabética. Una enfermedad silenciosa, que si no se ausculta temprano y se ponen los remedios preventivos, al final, destruye muchos órganos del cuerpo humano.
Esa democracia diabética está instalada en los 18 países evaluados, lo que nos indica que a lo largo de los últimos 39 años, la clase política no ha podido concitar y concertar una agenda económico-político-institucional-social, que privilegie a las sociedades que han dirigido. Esto quiere decir que el espacio de la Gobernabilidad se ha ido achicando y con ello, toda la problemática que encierra la legitimidad, que corre en un cuerpo social, por la confianza, como instrumento más sustancial, para la cohesión social, elemento cardinal para la justicia social, se va esfumando, deslizando por la pendiente más negativa.
La Gobernabilidad, en tanto “proceso por el cual diversos grupos integrantes de una sociedad ejercen el poder y la autoridad, de modo que al hacerlo, llevan a cabo políticas y toma decisiones relativas tanto a la vida pública como al desarrollo económico y social”, ha ido disminuyendo en muchos países, lo que significa que los ciudadanos cada año ven con menos halagos a la democracia y la satisfacción que trae consigo. La democracia churchiliana se tambalea.
Se desmaya e involuciona, en gran medida, por lo político-social, que es en gran medida, por el peso de la debilidad y fragilidad de las instituciones; y, con ello, por el enorme hiperpresidencialismo que se acuna en su sombra, la ausencia de esa institucionalidad. Tenemos leyes, pero no legalidad. Instituciones, sin institucionalidad. Las personas se sobreponen, dicho de otra manera, las instituciones quedan relegadas, se subordinan a las personas y no al revés.
Pocos estudios se hacen con tanta sistematicidad y radiografían como el que nos presenta Latinobarómetro. Allí, se presentan los hallazgos encontrados a través de 20,200 encuestas, aplicadas a 18 países. Esos datos deberían ser asumidos para realizar políticas públicas. ¿Qué preguntaron a esos ciudadanos de esos países?
Hurgaron sobre la satisfacción con la democracia, si se gobierna para el bien de todo el pueblo, el apoyo a la democracia, evaluación de la democracia, escala de desarrollo democrático, satisfacción con la democracia, aprobación del gobierno, la confianza (en varios temas: confianza interpersonal, confianza en instituciones, confianza en la iglesia, fuerzas armadas, política, tribunal electoral, poder judicial, en el gobierno, congreso, partidos políticos). El Estudio siguió desvelando la problemática de los conflictos y la violencia (en la sociedad, entre ricos y pobres, empresarios y trabajadores, entre hombres/mujeres, los delitos, la demanda de ilícitos).
Auscultaron la corrupción, la vigilancia policial y percepción de la seguridad, el progreso en la lucha contra la corrupción, evaluación de la lucha del gobierno contra la corrupción, el soborno, cuanta corrupción, la corrupción en América Latina, el valor del voto, clientelismo-cohecho; uso de redes sociales, como se informan los ciudadanos de los asuntos políticos, el cambio climático; el sentimiento económico de América Latina, el ingreso subjetivo (si se alcanza o no); suficiente comida, el fantasma del desempleo, la protección social, la autoclasificación de clase social, sentimiento o economía, los problemas más importantes del país.
Los problemas más importantes para los dominicanos, según Latinobarómetro son: delincuencia (32), corrupción (15), Desempleo (12), la economía (11), situación política (6), etc., etc. 45 indagaciones con sus respectivas derivaciones. ¿Cómo quedamos con respecto al promedio y en la colocación por países?
De los más de 70 hallazgos encontrados, somos líderes negativos en: Conflictos entre hombres/mujeres; Violencia contra los niños; en Clientelismo-cohecho; en Sobornos; Violencia verbal. El cuadro es dantesco: de ese extraordinario estudio, de las 70 dimensiones investigadas, solo en dos estamos mejor que el promedio. Después, en todos los demás, estamos por encima de los demás países, en tanto promedio. Es grave desde el punto de vista político-social. Por eso, tenemos uno de los termómetros sociales más espeluznantes de todos los países evaluados.
Lo que nos está diciendo Latinobarómetro es que la República Dominicana, más allá del crecimiento de su economía, este no basta en sí mismo, es necesario, empero, no suficiente. Hay un abismo entre la economía (Infraestructura) y lo político social (Superestructura). Hay enorme conflictos latentes, en ebullición, potenciales, como consecuencia de la gravedad de lo social, donde somos uno de los países con más brecha entre los ricos y pobres. Donde las políticas públicas no neutralizan la asimetría social. Desde el Estado se propicia de manera colosal, ciclópea la desigualdad.
Un empleado público puede ganar un millón de pesos y el sueldo mínimo, todavía, es de RD$5,117.00, en la Administración Pública. Una protección social privilegiada para todo el tinglado del estamento del poder, para los hacedores del establishment público y una Seguridad Social universal de los años 60, de algunos de los países que han sido valorados con nosotros como país. Requerimos una ruptura contra esta larga transición de exclusión.
Latinobarómetro pone a los académicos, a las universidades, a los medios de comunicación, a la sociedad civil, a la clase política, en general, esta importante encuesta, que nos desnuda y nos recrea para mirarnos colectivamente, afincarnos y poder comenzar a volar hacia un nuevo signo de la historia. ¡Necesitamos de una nueva visión de la política, porque la visión aporta un sentido, cohesiona y actúa como una guía de acción. Los líderes son proveedores de esperanza; puentes de la sinergia de las constelaciones de un nuevo amanecer! Como decía Gramsci en sus cartas desde la cárcel “Cuando se pasa por una época de transición se van a ver muchos monstruos, antes de llegar a tierra firme”.