El Cardenal ha soltado sus prendas y ha echado vainas a sus colegas purpurados diciendo que en su arquidiócesis no hay pederastas.
Se ha desahogado, contagiado, por vivir en el mismo desesperante escenario por el que el Papa renunciante se querella y llora: el de la hipocresía, la división intestina y el encubrimiento que corroe al clero, el que por lo visto, no excluye al criollo.
El Cardenal, quien jamás puede ser señalado de hipócrita, se desligó de los escándalos de los curas pederastas dominicanos y lanzó una especie de reto muy directo a sus compañeros obispos cuando: “garantizó que en la Arquidiócesis de Santo Domingo no hay curas pederastas, ya que es un vigilante de la conducta de los miembros de la iglesia católica dominicana. Dijo que: "Si los hubieran, les garantizo que no están en la Arquidiócesis de Santo Domingo".
Y la pregunta obligada. ¿Y dónde están los criminales?…
Entendemos que su posición ha sido bastante responsable, deslindando a su arquidiócesis de las demás, pero incluyendo a la de Higüey, donde sucedieron aquellos vergonzosos acontecimientos en el albergue del diácono Padial, donde se vieron involucrados dos curas, (amparados por un milagroso fuego carcelario), creo que durante la gestión de De la Rosa y Carpio a quien, por cierto, dejó especial y patentemente “envainado” cuando le comentó al periodista:
“En el caso de las acusaciones de violación a niños en una guardería bajo la tutela de religiosos en Higüey (en La Altagracia), en el que fueron acusadas varías personas -entre ellas un diácono- "le pregunté a Monseñor De la Rosa que qué ha habido con eso, pero parece que el caso no estaba bajo el control del obispado de Higüey".
Es evidente que el Cardenal le lanzó un “tira puya” público y le dejó la pelota en su cancha, una rosa espinada. Junto al cardenal, esperamos prontas respuestas.
Aquí la entrevista completa: Cardenal