Habrán de hacerlo si quieren ser consideradas como verdaderas universidades e instituciones de educación superior. Así de categórico lo concibe la Declaración Mundial sobre la Educación Superior promovida por la UNESCO a finales de la década de los 90, cuando asumió que los establecimientos de educación superior, el personal y los estudiantes deberán “preservar y desarrollar sus funciones fundamentales, sometiendo todas sus actividades a las exigencias de la Ética y del rigor científico e intelectual”.
Este mandato quedó reiterado cuando la misma Declaración enfatiza que deberán también “poder opinar sobre problemas éticos, culturales y sociales, con total autonomía y plena responsabilidad, por estar provistos de una especie de autoridad intelectual que la sociedad necesita para ayudarla a reflexionar, comprender y actuar”.
Desde esta perspectiva es inconcebible el mutismo y la ceguera moral que parecen adoptar las universidades del país en momentos en que se hace necesario escuchar su voz crítica y responsable frente a los acontecimientos deleznables – de ayer y de hoy– protagonizados por agentes políticos y económicos nacionales e internacionales que actúan de espaldas a los valores universalmente aceptados tales como la justicia, la transparencia, la libertad, la honestidad y la decencia pública y privada, y que contaminan y destruyen la convivencia social mediante escándalos de corrupción y “violencia ética”.
En la gran mayoría de las universidades apenas es perceptible el interés por las cuestiones éticas y sociales. De ahí que sean escasas las que contemplan la enseñanza de la Ética en sus programas de grado y de postgrado. La omisión llama a preocupación, siendo que la universidad no puede inhibirse de la presencia social en el debate público, en la denuncia o en el diálogo sobre los problemas éticos y sociales de su entorno.
El hecho de que en el espacio universitario dominicano las acciones educación ética y para la ciudadanía sean escasas o prácticamente inexistentes, debe mover a la autocrítica y a la “puesta al día” por parte de las mismas universidades e instituciones de educación superior. El llamado y el recordatorio para introducir el quehacer ético en las aulas universitarias, más que ser la expresión de una crítica acusatoria, responden a una sugerencia respetuosa y de buena fe.
Hacerlo viable y a tiempo forma parte fundamental de la excelencia académica a todas aspiran y lo es también de su responsabilidad social. No hacerlo las convierte en “universidades a medias” y en instituciones incompletas y socialmente irrelevantes. El compromiso ético es innegable. Es por demás urgente y necesario.
Hoy por hoy la cultura ética, como objeto de estudio en todas las carreras profesionales está tomando fuerza en las universidades de mayor prestigio a nivel mundial. Entre las universidades pioneras en la enseñanza de la cultura ética figuran el Instituto de Tecnología de Illinois, la Universidad de Harvard, la Universidad de Columbia, la Universidad de Maryland y la Universidad de Pensilvania.
En el Espacio Educativo Europeo figuran la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Barcelona, la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, la Universidad de Valencia y la Universidad de Granada. También la Universidad de Edimburgo, la Universidad de Leeds, Keele University del Reino Unido, la Universidad de San Gallen en Suiza, la Universidad de Trento en Italia y otras.
Desde el marco de las competencias de Bolonia, dentro de los objetivos a lograr en los nuevos grados se recoge que han de garantizar unas competencias básicas entre las que se encuentra la reflexión ética.
En América Latina figuran, entre otras, la Universidad Alberto Hurtado, de Chile, la Universidad Javeriana y la Universidad del Rosario, en Colombia, y la Universidad de Córdoba, en Argentina. En el caso de México, la Universidad Nacional Autónoma de México ha tomado el liderazgo en esta materia, no sólo ha incluido le Etica Profesional en los programas de grado sino también en los 40 postgrados que ofrece dicha universidad.
Esperemos que esos “aires éticos” también soplen en las universidades e instituciones de educación superior del país. La universidad de hoy reconoce que tiene deberes éticos ante la sociedad para promover el bien común, la ciudadanía y los valores democráticos desde los saberes de cada profesión.
Y también que asuman la concepción de la Etica Profesional como: “el conjunto de principios morales y modos de actuar éticos en un ámbito profesional, por una parte aplica a cada ámbito de actuación profesional los principios de la ética general, pero paralelamente por otra parte –dado que cada actividad profesional es distinta y específica– incluye los bienes propios, metas, valores y hábitos de cada ámbito de actuación profesional”.
Los que apostamos al liderazgo de las universidades e instituciones de educación superior del país y al ejercicio pleno de su legítimo derecho y deber de ayudar a la sociedad dominicana a reflexionar, comprender y actuar frente a sus retos éticos, económicos y sociales albergamos la esperanza de que muy pronto la enseñanza de la Etica se convierta en un tema prioritario en los claustros universitarios de aquí. La universidad es también depositaria de esperanzas éticas, libertarias y democráticas.