“La educación debe plasmar dentro de nosotros no el ser humano tal y como la naturaleza lo ha creado, sino como la sociedad quiere que sea”. (Emilio Durkheim).
La educación es la razón más primordial de la esperanza en sociedades con las características de las nuestras. Es el más genuino vehículo de la movilidad social sostenible en el espacio de la más loable y significativa legalidad y legitimidad. La educción es el constructo social de un antes y un después, el marco distintivo y diferenciador del individuo en su expresión de singularidad y al mismo tiempo, colectivo. Expresa libertad, el verdadero desarrollo de un país. Es la cantera en sí misma y el eje transversal del capital humano, del capital social y cantera fluvial de la cohesión social.
La educación de manera medular, intrínsecamente, es cambio, es innovación, es creatividad. Es fortaleza del alma e instrucción del intelecto. Es conocimiento, es reflexión y es la antorcha que da luz a la capacidad de imaginar y de aprender a pensar. Es la educación el fenómeno social que coadyuva a hacernos más humanos. La educación, independientemente de la estratificación social, de la pirámide social, constituye la espina dorsal que acerca a los seres humanos en los territorios. Iguala a las personas, nos pone estricto sensu, iguales socialmente. Es lo que nos fortalece en las distintas interactuaciones sociales. Nos alumbra y conecta en el vaivén de nuestro locus interior con toda la bastedad del locus eterno.
La educación es el fertilizante que abona la tierra y se expresa como nos diría Milton en el Paraíso Perdido “La mente es su propio lugar y en sí misma puede hacer un cielo del infierno o un infierno del cielo”. Educar, como nos subrayaba Paulo Freire, “Es creer en el cambio”. La educción nos guía, nos pauta, nos encamina, nos conduce y diríamos también que nos hace más seres humanos. Es la glorificación a la persona en tanto agente de socialización. Constituye, por decirlo así, la clave y el enclave de mirar al otro desde nuestra propia dimensión. Extrae lo que hay en cada uno de nosotros. Domestica el animal que hay en cada uno de nosotros. ¡Nos hace más libres, aun sea en nuestro mundo interior!
La educación se redimensiona en más capital humano que, al mismo tiempo, se anida en el emergente sistémico que se expresa en sinergia, que es: habilidad, conocimiento, destreza, comportamiento, por esfuerzo y tiempo. La educación transforma e implica un acto de solidaridad, pues contribuye a ayudar a otro a aprender. Sin aprendizaje no hay educación y sin educación no hay aprendizaje.
En la sociedad del conocimiento y de la información, el cerebro es el principal medio de producción puesto que la creación de riqueza es un hecho mental. La educación ha de verse necesariamente como un enfoque ecosistémico, donde los valores guarden una preeminencia, concomitantemente con el conocimiento. Allí donde lo cognitivo se esparce en la misma dimensión que lo emocional y social. La educación nos permite predecir el futuro y al mismo tiempo inventarlo y reinvertirlo en este tiempo de “cambio de época y época de cambio”, como nos diría Manuel Castells. Tenemos que educar para el cambio, al tiempo que hay que cambiar la educación dominicana. La educación hoy ha de cristalizarse con el optimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad y de una efectiva actitud.
La desigualdad que es asimetría, que es diferencia, que es inequidad, que de ser tan profunda se convierte en una iniquidad, en nuestra sociedad permanece de manera tan horrida, tan espeluznante, que es como si el tiempo no pasara. Es brecha en todos los peldaños de la existencia humana: económico, social, institucional. Es, en verdad, como si fuéramos diferentes ciudadanos
Hay países donde hay diferencias económicas importantes, empero, en lo social-institucional se aboga para que las brechas no se amplifiquen. Los más pobres y vulnerables reciben una buena educación y en materia institucional, prevalece el imperio de la ley. Allí donde las normas son iguales para todos. No impera, por decirlo así, la exclusión social, que es la imposibilidad de un sujeto o grupo social para participar efectivamente a nivel económico, social, cultural, político e institucional. La exclusión social implica que se está dejando fuera algo o a alguien. Seres humanos desfavorecidos en sus derechos legales. Es una desigualdad que encierra la exclusión en sus tres dimensiones: económica-política, institucional y sociocultural.
En la sociedad dominicana hay una verdadera fractura social que permea ruptura e impide niveles de integración, haciendo que cada día los niveles de cohesión social disminuyan y con ello, el ritmo de conflictividad social se potencialice. La Encuesta Enhogar nos gráfica a través de datos e informaciones, la enorme asimetría que se expresa a nivel de educación entre los Quintiles Rico y Pobre. Veamos:
- Asistencia a programas de educación para la Primera infancia:
Más pobre: 33
Más Rico: 63.
- Ambiente de aprendizaje en el hogar: Niños y niñas con 3 o más libros para leer en casa. Porcentaje de niños y niñas de 7 a 14 años con 3 o más libros:
Más Pobre: 10.
Más Rico: 44
- Que recibieron ayuda con la tarea:
Más pobre: 75.
Más Rico: 90.
- Solo 10% de los niños y niñas de 2 a 4 años participaron con su padre en actividades que promueven el aprendizaje.
- Apenas un 26% de los niños y niñas de 3 a 4 años de edad se estaba desarrollando adecuadamente en el ámbito de alfabetización.
- Solo 9% de niños y niñas menos de 5 años de edad tuvo acceso a más de 3 libros infantiles en el hogar. Al desagregar esta información por Quintil de riqueza se observó una brecha de más de 30 puntos porcentuales.
- 63% más Rico asistió entre 3 a 4 años a algún programa de educación para la Primera infancia. Más pobre: 33%.
- Tasa de asistencia y desigualdades:
Más pobre: 86.
Más Rico: 97.
Primaria: 97.
Primer ciclo Secundaria: 80.
Segundo ciclo de Secundaria: 66.
- Desigualdades en tasas de asistencia:
Más pobre: 58.
Más Rico: 93.
- Tasa neta de asistencia ajustada a Primer ciclo Secundaria:
Más pobre: 58.
Más Rico: 93.
Segundo ciclo Secundaria:
Más pobre: 42.
Más Rico: 87.
- Desigualdad en tasas de conclusión:
14 – 16 años: Completó educción Primaria.
Más pobre: 79.
Más Rico: 97.
- 17 a 19 años que completo el Primer ciclo Secundario:
Más pobre: 53.
Más Rico: 94.
- 20 a 23 años que completaron el Segundo ciclo Secundario:
Más pobre: 28.
Más Rico: 90.
- Riesgo de abandonar la escuela:
Primaria y Rezago:
Más pobre: 21.
Más Rico: 3.
Primer ciclo Secundario: Pobre: 43.
Rico: 8.
- Tasas de Mortalidad:
40 fallecidos en pobre. 22 en Ricos.
42 niños, niñas mueren en madres con ningún nivel educativo. 23 en madre universitaria.
- Tasa Global de Fecundidad:
Quintil de Riqueza: 1.9.
Más pobre: 3.3
Educación Terciaria de la Mujer: 2 niños/as.
Mujeres en Primaria: 3.1.
34% entre las mujeres adolescentes pobres, entre 20 -24 años.
6% más Rico.
Nivel educativo universitario: 6.
49% a nivel primario.
La falta de calidad en la educación y la desigualdad en el cuerpo social dominicano sigue siendo cuasi la misma que en los años 70 del siglo pasado. Medida por el Coeficiente de Gini, estamos en 0.45, creció tanto la desigualdad como la pobreza monetaria como efecto del shock pandémico y económico. Esos niveles de educación y desigualdad producen procesos de exclusión social tales como:
- La pobreza en el sentido de ingresos económicos.
- Dificultad en la integración laboral.
- Problemas de acceso a la educación y los mínimos educativos.
- Ausencia de vivienda digna.
- Carencia de salud de capacidad psicofísica o de asistencia sanitaria.
- Ausencia o insuficiencia de apoyos familiares.
- Ámbitos de marginación social.
- Dificultad en el acceso a la justicia.
- Problemas para el acceso o aprendizaje a las nuevas tecnologías.
Diríamos como Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo que deberíamos repensar la pobreza y agregaríamos la desigualdad. Pobreza y desigualdad anulan y cancelan a todo un pueblo. Dificultan la existencia vital y carcomen los niveles y calidad de vida. Sobre todo en un país que ha creado riqueza y esta no ha disminuido la pobreza en la dimensión del crecimiento ni la desigualdad, por la mala distribución y la indescriptible e inaudita corrupción.
Anthonny B. Atkinson en su libro Desigualdad se plantea “la meta es reducir la desigualdad por debajo de su nivel actual, en la creencia de que el nivel actual de la desigualdad es excesivo”. Jeffrey Sachs en su libro El fin de la pobreza (como conseguirlo en nuestro tiempo), nos dice “… Una de las ironías del reciente éxito de la India y China es el miedo que ha cundido en Estados Unidos a que la prosperidad de aquellos dos países se haga realidad a expensas del tercero. Esos miedos son erróneos por completo y, lo que es aún peor, peligrosos. Son erróneos porque el mundo no constituye una lucha de suma cero en la cual las ganancias de un país son pérdidas para otro, sino más bien una posibilidad de suma positiva, en la cual la mejora de las tecnologías y las cualificaciones pueden elevar el nivel de vida a lo largo y ancho del planeta…”.