Recientemente me encontré con un compueblano santiaguero que me preguntó mi opinión sobre el “patrón abierto y el patrón cerrado”. Para no hacerle una corrección inmediata le dije: sí, se ha estado hablando mucho del padrón abierto y el padrón cerrado para las primarias de los partidos. Eventualmente, como él seguía diciendo patrón en vez de padrón, le aclaré cuál era el término correcto.

Hago esta referencia para sugerir que la mayoría de la ciudadanía no está en sintonía con el tema del padrón de las primarias, aunque se haya convertido de repente en obsesión de los políticos. ¿Por qué?

Los partidos principales de la República Dominicana están divididos. Las diferencias sobre el tipo de primarias remiten a lo siguiente: qué grupo controla la secretaría de organización de un partido, qué grupo tienen mayores recursos económicos, y qué aspirante cuenta con mayor simpatía fuera de su partido.

El jefe político que controla la secretaría de organización preferirá las primarias cerrada porque empadronará más de sus seguidores, el que tiene mayores recursos económicos se puede aventurar a primarias abiertas, y quien concite mayor simpatía en el electorado general preferirá las abiertas.

Es decir, aunque revistan de bondades democráticas un tipo de primarias sobre otro, las razones para defender uno u otro reflejan las luchas de poder entre grupos políticos dentro de los partidos con distintos tipos de recursos y niveles de apoyo.

Pero ojo: no importa qué tipo de primarias se establezca, los dirigentes políticos buscarán la forma de hacer trampa. Eso impide que se pueda evaluar de manera objetiva los beneficios y perjuicios de un tipo de primarias sobre otro.

La trampa se producirá con primarias abiertas o cerrada porque los dirigentes políticos dominicanos, en busca de beneficios, son muy tramposos. Por eso el debate actual sobre el tipo de primarias es espurio y estúpido. Ningún tipo de primarias puede impedir la trampa.

Si las primarias fueran abiertas, la mayoría de la población no se interesará en votar. Votarían los seguidores de los partidos y aquellos inducidos a votar con un propósito específico. La razón es que la gente no vota por lo que no le compete. Y las primarias de un partido no le compete a quienes no tienen algún tipo de militancia o vínculo con ese partido.

Siempre he dicho que las primarias deben ser cerradas porque los partidos necesitan tener un conteo preciso de militantes y simpatizantes; y porque les compete a ellos, no a la ciudadanía en general, determinar quiénes son sus candidatos. Si fracasan en cumplir con estos objetivos, esos políticos no deberían ser electos para gobernar.

Organizar la casa partidaria es fundamental para lograr un mejor gobierno. La trampa, y, por ende, la desconfianza, dañan. Si los compañeros de partido no pueden confiar entre ellos, y los dirigentes partidarios no pueden organizar un padrón, que no aspiren a gobernar.

El auge que ha tomado el tema de las primarias tiene también un efecto colateral: mantiene fuera de foco el asunto central que debería debatirse, y que produciría un cambio significativo en la política dominicana: la regulación del financiamiento público y privado de los partidos.

Como ningún partido quiere esa regulación, se mantienen ahora hablando de primarias abiertas o cerradas. A falta de pan, circo.

Una férrea regulación del financiamiento de los partidos ayudaría a bajar el costo de las campañas, a moderar la competencia implacable por el poder, a reducir el número de partidos, y a disminuir el afán de tanta gente por ser candidatos. He aquí el desafío.