En la segunda parte del siglo 20 se produjo una revolución trascendental: muchas mujeres salieron del hogar a participar en los espacios públicos que facilitan una mejor vida, en particular, la educación y el trabajo remunerado.

No fue por azar ni capricho, requirió lucha. Por siglos, las mujeres habían sido confinadas a la reproducción y al cuidado de la familia; por razón divina repican las iglesias, por dominación el feminismo.

Un componente cultural esencial para mantener subordinadas a las mujeres ha sido el machismo: la idea y práctica de que el hombre es superior a la mujer en el ejercicio de diversas tareas y que su autoridad es suprema. El machismo se expresa de distintas maneras en las relaciones de género.

El uso del poder masculino pasa por expresiones verbales abusivas, violencia corporal y sexual.

Hipotéticamente, la mujer puede hacer uso de la violencia verbal y corporal. En la realidad, por socialización y fuerza diferencial, las mujeres no recurren con facilidad al uso de la fuerza física con los hombres; a lo sumo usan la verbal. Ejemplo: pocas mujeres asesinan hombres, sean pareja o no; mientras, los feminicidios son numerosos.

Por deducción, podríamos decir que, en general, las mujeres tienden a recurrir menos que los hombres a la violencia, incluso verbal, tal vez porque el riesgo de ser físicamente agredidas es alto.

En el plano sexual, la estructura anatómica hace imposible la violación de una mujer a un hombre. El pene es el arma, no la vulva.

Esto nos lleva a la polémica actual de si una relación sexual no consentida, donde el hombre obliga a la mujer a tener sexo, debe tener la misma pena en el Código Penal si ocurre entre dos personas en relación de pareja o que no la tienen.

Aquí mi posición al respecto. Primero, la violación sexual de pareja no se refiere a que un hombre abrazó por detrás a su esposa como han querido caricaturizar los abanderados del poder masculino. Segundo, la violación sexual es violencia, sea entre parejas o no. Tercero, es muy difícil probar en un juicio una violación de pareja, por lo cual, no se reporta con frecuencia. Cuarto, cuando una pareja llega al punto de una relación sexual no consentida (violación) es porque ha habido un patrón de violencia física anterior, que es más fácil probar en un juicio que la violación sexual.

El debate actual iniciado por legisladores y seguido por voceros religiosos de que la pena debe ser menor (o inexistente) para el hombre que viole a su pareja se sustenta en dos criterios: 1) que muchas mujeres acusarán falsamente a los hombres para dañarlos, y 2) que el hombre tiene derecho a demandar una relación sexual a su pareja. En el primero, la mujer es mala; en el segundo, un objeto. Es la narrativa típica del machismo que anda en revancha en estos tiempos por el mayor “empoderamiento” de las mujeres.