Dentro de aproximadamente dos semanas se celebrarán las elecciones municipales. Los candidatos que como repartidores de milagros hicieron promesas desbordadas serán sometidos a la prueba de la verdad por parte de los votantes. De ellos, muchos sabían que mentían, otros que decían verdades a medias y otros que hablaban para conseguir titulares o simplemente para repetir los “ensalmos” de sus afiches y sus destemplados spots radiales y televisivos.

Los que logren pasar, al igual que los que no, dejarán el rastro de  sus engaños y las acusaciones de los unos contra los otros, generando la impresión de que todos mienten, perdiendo credibilidad  y salpicando a otros que no mienten y realizan un trabajo político bienintencionado.

En el escenario político nacional muchos políticos y sus partidos sienten poco respeto por la verdad. Para ellos la verdad está devaluada y la mentira bien organizada. Su perfil queda reflejado en “El Arte de la Mentira Política", obra en la que su autor Jonatan Swift sostiene  que “la mentira política  es el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con vista a un buen fin". La lista de sus mentiras es amplia como amplia debe ser la condena por parte de los votantes engañados y burlados.

Para ilustrar lo que se entiende por mentira política apelamos a lo que  Hannah Arendt  en su obra  “La Mentira en la Política” afirma  al respecto: “la mentira política consiste en omitir, falsificar, manipular o tergiversar deliberadamente los hechos, o bien el testimonio que de estos se puede dar, a favor de intereses particulares”.  Precisa definición de los políticos mentirosos de aquí.

Esta concepción de la mentira política también abarca la manipulación mezquina de ciertas verdades. Mediante la mentira se procura además “generar confusión” para conveniencia de un grupo o de una persona en particular, generando un engaño que termina siendo un acto de deshonestidad humillante y que desvía la atención de los graves problemas  que afectan al país.

Desde este punto de vista se puede decir que en el país existen, en un número considerable, políticos, gobernantes y funcionarios mentirosos y, siendo que la mentira crea desconfianza, distanciamiento y desasosiego, un político mentiroso asfixia la democracia porque suprime y deforma los hechos que sirven de sustento para la elaboración de juicios y decisiones políticas, haciéndose cómplice de otros traficantes de mentiras por encargo.

Lo que ocurre es que la mentira política tiene más efectos devastadores que la simple mentira personal porque se miente a toda una sociedad. La mentira será política en la medida en que hace referencia  a asuntos comunes y públicos, a asuntos que conciernen a todos los ciudadanos en su calidad de miembros de una comunidad política y a su relación con el Estado.

Los políticos mentirosos parten de la falsa premisa de que  son más inteligentes que los demás. No siempre quieren que a quienes les mienten cambien de creencias, sino que pierdan su percepción de la realidad para presentar la suya adulterada y maliciosamente diseñada con un protagonismo patológico.

La consecuencia de la mentira política es que debilita la democracia. Este sistema político, más que cualquier otro, se apoya en que la gente pueda hablar y debatir entre sí, y las mentiras políticas lo que logran a largo plazo es que la gente desconfíe dejando de acceder a la información necesaria y suficiente para tener opiniones sólidas. La mentira política funciona como una trampa.

Según expresa Ekman  “en esta trampa no sólo pueden caer los altos cargos de un gobierno. Creo que cuantas más veces se repite una mentira, más fácil resulta decirla. Y cada vez que la decimos, pensamos menos en si engañar está bien o mal. Sin embargo, si se le incita o se le contradice, recordará que está mintiendo”. Los políticos mentirosos no tienen memoria.

Lo que ignoran los políticos mentirosos es que siempre tienen que inventar una mentira nueva para tapar la anterior, hasta que se vuelve insostenible. Mentir no siempre les resulta beneficioso, más bien les hace perder simpatía, votos y prestigio.

Los políticos mentirosos ignoran también  que de la mentira nadie sale ileso. Cuando nos encontramos con políticos que nos mienten, o que de alguna manera manifiestan su desprecio por la verdad, su actitud nos causa irritación, disgusto y rechazo. ¡Esta es su condena!