Desde mi adolescencia, he venido disfrutando de los diversos matices del desnudo en la pintura dominicana. Hoy me enorgullece encontrar obras tan valiosas como de las Mayobanex Vargas, Pedro Ricart, Remberto Rondón, Leonardo Durán, Ramón Segura, entre otros, que han creado una nueva visión del desnudo en la República Dominicana. Los principales representantes, entre nuestros jóvenes dibujantes pintores, han sabido asumir lo más carnal y hondo de la sexualidad y el erotismo del ser humano. El llamado desnudo intensivo.

Ramón Segura (San Juan de la Maguana, 1966), no ha sido la excepción. Este pintor dibuja un universo de líneas y de formas, voluptuosas y sensuales. Sus mejores dibujos han creado una mitología del origen de la mujer antes del mundo, como ser incestuoso y prohibido.

En muchos de estos dibujos, las poderosas trayectorias biológicas se mezclan con pequeños remolinos que sugieren el reposo y la quietud. Las notables series basadas en el cuerpo de la mujer, Descanso, Luna dorada, Durmiendo despierta, En el umbral, Inspiración, entre otras, son una equilibrada mezcla de diagramas y gestos. Es como si Ramón Segura hubiera invertido el proceso mediante el cual las fuerzas de la naturaleza se calmarán contra sí mismas.

Al lirismo de estos dibujos se asocia una voluptuosidad del todo unidimensional, que se convierten en un agente de flujo de densidades estáticas, a menudo, tan sencillas, que provocan la evocación de diosas y de ninfas.

Lo poético de Ramón Segura se expresa en el sistema de uniones que forman varios niveles y capas, en un continuum gráfico, donde aparecen lugares sagrados, callejones milagrosos y calles vacías.

Podemos hablar, por tanto, de toda una serie de modificaciones caligráficas, en el corpus mismo de esta exposición, y, que suponen un cambio de perspectiva de nuestras ideas sobre el objeto artístico. Los dibujos que nos propone Ramón Segura, se convierten, así, en un punto de partida, en un espacio de signos, homogéneos y neutros, sobre el cuerpo idealizado de la mujer y la ciudad como paraíso perdido.

Cualquier cuerpo o parte del cuerpo puede intervenir simbólicamente de la misma forma, siempre que sea sometido a la misma disciplina erótica: se necesita y basta que sea el más cerrado, el más puro posible, sin fallas, sin orificio, sin “defecto”, toda la diferencia erógena habiendo sido conjurada por las líneas estructurales que designan a estos espacios y cuerpos. Barra visible en el vestido, la joya, el maquillaje invisible en la desnudez total, pero siempre presente, puesto que envuelve el cuerpo como una piel.

Una Odalisca de Ingres, aunque desde un punto de vista sea una construcción pictórica excepcionalmente perfecta, aún encarna algunas ideas platónicas. Este sentimiento de que se puede encontrar la pureza más profunda en el conocimiento de la estructura, que en el de la apariencia, explica también la práctica recomendada por Alberti de que, para componer un dibujo, todas las figuras se muestran primero desnudas.

Las ideas y los mitos, las pasiones y las figuras imaginarias, las formas que vemos y las que soñamos, son realidades que el dibujante ha de encontrar “dentro” del dibujo: algo que debe brotar del cuadro y no algo que el artista introduce en el cuadro, como dice Octavio Paz. De ahí su afán de pureza pictórica: las obras son una superficie de dos dimensiones: cerrado al mundo verbal y abierta hacia su propia realidad. El dibujo es un lenguaje original, tan rico como el de la música o la literatura. Todo se puede decir y hacer en dibujo.

La experiencia plástica, para Ramón Segura, no está fundada en la imitación de las proporciones del cuerpo humano, sino, en una concepción del espacio radicalmente distinta. Una concepción que, para los mayas, era mítica; para nosotros, intelectual. En uno y otro caso, se trata de una visión antropológica del espacio y del mundo