La República Dominicana ha experimentado avances en diversos órdenes de la vida, de la economía, de la cultura, de la educación, de la industria, etc. Pero, a pesar de los avances que podemos constatar, existen prácticas que nos colocan en un atraso político, social y humano que podemos calificar de vergonzante. No sé qué espera la sociedad dominicana para reaccionar con postura firme y clara ante la vuelta reiterada de la caja navideña como réplica de la Fundita del Dr. Balaguer. La caja navideña anualmente se convierte en un espectáculo poco agradable: enormes filas de personas esperando el turno de la caja mágica; una magia que se traduce en una o dos latas de Pica-Pica; un poco de aceite, una o dos libras de arroz y un moscatel de los más baratos que se puedan encontrar. La mercancía que exhibe la caja puede variar de un año a otro en cuanto a cantidad y diversidad de elementos. Lo que permanece invariable es la baja calidad de lo que se ofrece y las condiciones alienantes en las que se ofertan
El fenómeno de la caja ofrece, también, un panorama que entristece cuando desde tempranas horas de la mañana se forma una fila interminable de personas esperando la entrega de este apreciado regalo. Esta pseudo felicitación del gobierno y de los políticos está precedida de anuncios sistemáticos. Es tal la influencia de la campaña publicitaria, que las personas se someten estoicamente a condiciones críticas: sol, agua, empujones, discusiones, lágrimas, expresiones verbales descompuestas, llamamiento al orden, amenazas de los agentes, gritos ensordecedores, competitividad vulgar para asegurar una o dos cajas si soy un compañerito o compañerita. Realmente es un escenario que rebaja la dignidad de las personas a la mínima expresión. Parece que esta fórmula asegura más y mejor la fidelización de las personas al gobierno de turno y al partido que ostenta el poder en cualquier momento histórico que se produzca.
Esta fórmula, además, provoca una reducción drástica de la autoestima de las personas; genera una dependencia servil de los que tienen poder político y económico para dar. Esta dádiva la costeamos todas las personas que pagamos impuestos en este país. Esta fórmula, también, convierte la dignidad de las personas en una cosa; le quita valor y la vuelve un instrumento propio de una cultura política retrógrada. En nombre de la democracia y de una falsa cercanía al pueblo, se cava la tumba para enterrar la dignidad, la integridad de las personas humildes y sencillas del país. Pero esta magia gris ha de superarse con supuestos democráticos más articulados con los avances del conocimiento, de las ciencias y de las tecnologías. Es tiempo de dejar atrás las prácticas que obstaculizan el desarrollo humano, social y político.
La tarea es trabajar desde el poder que se ostenta para eliminar o reducir al máximo la pobreza en República Dominicana, como lo sostienen organizaciones nacionales e internacionales. La tarea es convertir el crecimiento económico en igualdad para que todos, por el derecho que tienen, puedan participar de los bienes y recursos del país sin necesidad de someterse a un proceso de cosificación de su dignidad. La tarea es que el gasto social del gobierno tiene que reflejarse en la vida cotidiana de la gente, para que tenga luz, agua, servicio sanitario, seguridad social real, vivienda y educación de calidad.
La tarea es que el 98% de los políticos de República Dominicana debe estudiar, debe actualizarse para que comprenda el sentido y las implicaciones de la ciencia política. Les recomiendo círculos de reflexión y de estudio para que transformen las concepciones que tienen de las personas, de la política y del poder. Apostamos por una Navidad esperanzada y desmarcada de las cajas que tienen la magia gris.