El mes de mayo en República Dominicana adquiere un relieve especial por estar dedicado a las Madres. El último domingo de este mes se convierte en una expresión intensa y extensa de afecto, de felicitaciones, de exaltaciones, de regalos, de reconocimientos y otras manifestaciones. Podemos decir que hijos, familiares, instituciones, políticos, religiosos, funcionarios y comerciantes establecen lazos comunes para que las Madres, aunque sea de forma aparente, disfruten, celebren y tengan una experiencia lo más placentera posible. Pero esta significación del Día de las Madres tiene muchos lados, de los cuales hoy quiero resaltar el lado evidente y feliz; y el lado velado.

El lado evidente y feliz tiene una cara que eclipsa el lado velado; y no todos caemos en la cuenta de cuál de los dos lados tiene realmente la primacía. Tampoco caemos en la cuenta de cuáles son las consecuencias de ambos lados en la mentalidad de las personas, en la cultura de nuestra sociedad y en la concepción que se refuerza sobre la mujer que es madre. En el lado feliz, se destacan las cualidades más tiernas: es un ser especial; su entrega no tiene límites; se desvela por sus hijos olvidándose de sí misma; es dulce; su ternura es inconmensurable. En fin, son tantos rasgos hermosos, que no es posible transcribirlos en estas notas. Para completar el escenario, se preparan estructuras de apoyo para que el Día de las Madres tome un carácter inolvidable: la ambientación de la casa es distinta; la alimentación del día se transforma; la forma de vestir cambia; la reunión familiar, donde es posible, transforma todo.

El lado evidente y feliz está marcado por las risas encantadoras, la música y los recuerdos que van desde la niñez hasta la etapa en la que se inscribe la madre. Está signado, también, por la presencia de los que viven en el exterior; de los que viven en ciudades del país diferente a donde vive la madre; de los que pasan el año trabajando y no tienen opción a tiempo libre. Es un día de rupturas con la distancia, con el tiempo, con el trabajo, con la discordancia, con todo aquello que impida estar en torno a la madre en paz y en amor filial.

El lado velado casi nunca se comenta, generalmente se silencia y, aún más, se oculta como parte de la vergüenza de la familia. El lado velado es inconfesable y se buscan todos los medios para olvidarlo, para colocarlo en el baúl familiar cuya llave nadie puede encontrar y mucho menos utilizar. Este lado velado forma parte de las paradojas del Día de las Madres. Es el lado del dolor, de la culpa, de la tensión y hasta del rencor. Este lado es humano también y tiene que hacerse visible para que el entorno familiar sane, cure heridas, reconstruya el tejido de la unidad y de la fraternidad.

Algunas de las notas características del lado velado son las rencillas familiares que tienen como foco a la madre, por el trato desigual con los hijos; por su implicación en acciones que atentan contra la ética y la moral; por su participación en negocios y asociaciones que violentan la paz social y familiar; por su articulación a redes que transgreden las leyes nacionales e internacionales. Este lado se caracteriza, también, por aquella madre trabajadora incansable cuyo hijo no ha vuelto a dar señales de vida; cuya hija la niega como madre para no ver afectado su estatus social. Se da, también, el caso de la madre que pasa 364 días sin ver a sus hijos y que llegan presurosos a felicitarla, no sabemos si por razones sociales, por razones maternas o por razones teatrales.

En el lado velado también se destaca el rechazo que sufren muchas madres por parte de las esposas o esposos de sus hijos; el descrédito que muchos hijos se encargan de construir con respecto a su madre. Se observa, también, la madre que sufre las enemistades entre sus hijos; los conflictos entre los hijos y el padre; la violencia doméstica en los hogares de sus hijos. Realmente el lado velado es fuerte; y por eso la tendencia a buscar alternativas que ayuden a olvidar, a liberarse de recuerdos poco gratos; que ayuden a buscar un equilibrio en ambos lados.

En el lado velado un actor singular es el comercio con un código y un costo oculto detrás de las ofertas para la celebración del Día de las madres. En su código está la reducción de la mujer a la mínima expresión y la reducción de la maternidad a una cosa. La mujer y la madre quedan cosificadas. Este fenómeno es visible en lo que se oferta para “Mamá”: utensilios domésticos, productos de belleza, automóviles, noches para reír y gozar, teléfonos de la última marca y ropa para todas las ocasiones. Asimismo, se obvia la capacidad intelectual que tienen las madres y su impulso al desarrollo económico, político y educativo del país.

Ambos lados, el evidente y feliz y el velado forman parte de la cotidianidad del Día de las Madres. Influyen en la visión y en la concepción que la sociedad se forja sobre la mujer y sobre la madre. Son una visión y una concepción distorsionadas sobre las capacidades y los valores de este ser humano. Pero esto no es casual, responde a intereses de carácter económico y político. Para algunos resulta altamente beneficioso lograr que la mujer y la madre se mantengan rezagadas y que no desplieguen todas las posibilidades que poseen. Las actividades comerciales de mayo acentúan un rol secundario y de poco alcance de la mujer y de la madre, respecto de su contribución a la transformación sociopolítica y cultural que necesita y espera el país.

Es tiempo de una celebración en torno a las Madres con mayor autenticidad, con un reconocimiento y respeto integrales de su trayectoria, de sus capacidades y de sus aportaciones a la sociedad, al desarrollo y al fortalecimiento de las instituciones.