Los dominicanos y dominicanas ameritamos una sociedad democrática que funcione acorde al Siglo XXI, no esta muestra decimonónica que tenemos. Auguramos por lo menos, alcanzar la legitimidad de los consensos y pactos que hemos construido. La mueca de nuestro tejido social no es otro que la expresión de un cuerpo mutilado, destrozado que nos impide una vida social que alimente el contenido real de nuestra existencia. Esta democracia etiquetada nos anula, nos vuelve sombra; nos achica en un enanismo que nos arrastra por el suelo.

Las relaciones de poder como mecanismo esencial de la interacción humana se reproducen como fuente amorfa de una economía que se esparce, sin encontrar el eco de la capacidad transformadora de la acción, de los distintos actores. No hay una verdadera confluencia. Se produce así, un dualismo, un contraste, una exclusión, donde el trabajo como río de fuego, como el fuego vivo, modelador, no logra comprenderse como parte de la capacidad transformadora del obrar, sino como mero espacio de la interacción social. Las relaciones de clase, el intercambio social y por lo tanto, las relaciones de poder, no se asumen en el discurso de los economistas y políticos más liberales de nuestra sociedad.

El significado y valor no es entendido como parte de la vida social. Lo ven como solapa abstracta, como acto de fe individual. Como diría Thomas Piketty “… la posición liberal de derecha nos dice que solo las fuerzas de mercado, la iniciativa individual y el crecimiento de la productividad permiten mejorar en el largo plazo los ingresos y las condiciones de vida…”. Es la manera maniqueísta e ideologizada de mantener la desigualdad a través de una redistribución que no hace sino reproducir la asimetría, trayendo consigo el languidecimiento de la vida social, su significado y valor.

En Dominicana no es cierto que la desigualdad de los ingresos del trabajo esté determinada ampliamente por la desigualdad del Capital Humano. Lo que sí encontramos es la enorme brecha, sobre todo, acentuado mayormente desde hace 11 años para acá, en la desigualdad Capital/Trabajo; vale decir, la parte del Capital en el ingreso total. Esto se produce, en una esquizofrenia en la dinámica de distribución, generando el verdadero embudo social.

El Estado, aquí y ahora, en vez de constituirse en el puente para amortiguar, neutralizar, regular y crear políticas públicas que coadyuven a una mayor armonía social, a través de la cohesión social que es la medula espinal de la justicia social, amplifica con sus acciones y decisiones, esa penosa situación. El Informe del PNUD cuando nos habla del Índice de Desarrollo Humano, nos señala que estamos por debajo de los países de Desarrollo Humano Alto y por debajo de los países de la Región. En el ranking promedio obtuvimos 101/188 países. Pero cuando reajustaron por desigualdad, bajamos 6 puntos. El Coeficiente de Gini aumentó con respecto al año anterior. Nos encontramos en 0.547. Mientras más cerca de uno, más grande es la fisura de la desigualdad social.

Somos actualmente de los 34 países de la Región, el que menos movilidad social ascendente está generando. El inmovilismo social en la pirámide social está petrificado. Tener un título universitario no es garantía de tener un empleo; tener más Capital Humano no es pasaporte suficiente para obtener una mayor remuneración. En una sociedad donde la política, el narcotráfico, el sicariato y el BEISBOL sean los elementos más desencadenantes para la movilidad, nos produce más que escozor, pánico, pavor. El estremecimiento, es ahora. El terror, a mediano y largo plazo, es sencillamente, un fangal. Unas olas de bobalicones y sofistas crujen con sus “verdades”, conceptualizadoras, para producir esta pantalla de exclusiones y de asimetría.

El atavismo, sin cincel, ni mezcla combinada, se resalta con las entregas de CANASTAS, por parte   de la Presidencia y del Expresidente Leonel Fernández. ¡Toda la calamidad humana se manifiesta. Todo el infortunio material y espiritual. Una desventura canalizada y creada por los mismos actores políticos. Crean y reproducen la pobreza, para recrearse en su miseria. Para en medio de LA POLITICA como espectáculo, erigirse en sus “salvadores” y dadores de indulgencia y de piedad!

¡Dos muertos! Cuanta vergüenza, cuan atroz es el retrato de una sociedad que crece un 6.5% de su PIB y asesina el Estado mismo a dos ciudadanos por tres libras de arroz y un pollo congelado. No es una pantomima de un drama seculado en el pasado. Es el tiempo presente. Una realidad dantesca que se crucifica en cuatro sociedades al mismo tiempo. Es uno de sus espacios de control social y de ignominia; paradoja del germen de su propia destrucción.

¡Dos muertos más, en una muy parcializada Convención-Primaria! Es la visión del orden, poder y conflicto de los actores protagónicos del Partido Gobernante. El sectarismo sin poder argumentar, no expresa el ritmo adecuado de negociación. La tolerancia y la diversidad, se cierran, en este punto de inflexión de las facciones peledianas. La fuerza es el cauce, nada es difícil en una organización jerarquizada y rígida.

¡La vida social y política a esta altura de la dimensión humana, en la sociedad dominicana, su significado y valor, está determinada por las agendas de actores políticos y sociales que no tienen un compromiso cierto, para que esta democracia funcione en la legitimidad de sus acciones y verdadera responsabilidad!